Tierra Adentro

Desde hace seis años coordino talleres de escritura para jóvenes. Hay un encanto indiscutible en los textos primerizos que sirven como rito de iniciación: repletos de imágenes gastadas, diálogos cursis, incoherencias internas, adjetivos redundantes y personajes que hablan de religión y política a la primera provocación. Con el tiempo se pulen los excesos y se adquiere una malicia narrativa: la añorada voz propia.

Es posible percibir cuando los chicos mudan de piel y se cubren de una pasta histórica de convenciones literarias que, por fin, han asimilado y están listos para utilizar o ignorar según las necesidades. A partir de esa aparente maduración se construye sobre las ruinas de la ingenuidad primera. Y así, sin más, se encuentran desnudos y solos frente a la hoja en blanco.

Los tres narradores regios que presento a continuación han mudado de piel, están solos y desnudos. Recién comienzan a detestar los textos adolescentes que escribieron en mis talleres. Sus manías y necesidades como autores se atisban en sus páginas igual que rocas que rompen la calma superficie de un lago.

CUESTIÓN DE TIEMPO

Fernanda Reinert es regia por formación, aunque nació en el Puerto de Veracruz en 1995. Fernanda es narradora, sabe contar historias. Me tocó conocerla con un poder creativo inmenso, común entre los jóvenes escritores que aún no descubren la autocensura. Pero esa etapa ya pasó y qué bueno. Fernanda ha desarrollado criterio y ha aprendido que escribir es editar.

En 2014, Fernanda ganó el primer lugar en el Concurso Nacional de Creación Literaria organizado por el Tec de Monterrey. Ese mismo año, obtuvo el tercer lugar en el concurso convocado por la carrera de letras de esa misma institución. En cada concurso se enfrentó a doscientos o trescientos textos y la calidad fue evidente para los jurados. También ha publicado en algunas revistas por aquí y en otras por allá. Fernanda va por el camino recorrido con frecuencia por el escritor joven mexicano: nace, crece, lee, asiste a talleres, gana unos concursos, publica en revistas literarias, la invitan a participar en antologías… Y pronto las becas, las creación de publicaciones, fanzines, entre otros y, ojalá más pronto que tarde, el primer libro de cuentos o la novela que consolide la promesa que representa para las letras mexicanas. Creo que con Fernanda es cuestión de tiempo, no de deseo o capacidad.

En 2013 la edité en Telescopio, una antología de escritores mexicanos nacidos en los 90 que realicé para Editorial Alabastro, acá en Monterrey. De los 87 textos que respondieron a la convocatoria, el suyo era el más transparente, de un estilo clásico en estructura y narración, que sobresalió por la ausencia de artificios innecesarios: su cuento presentó una historia bien contada, honesta y valiente.

Actualmente, Fernanda trabaja en una novela corta. «Pero tengo un prejuicio en contra de lo que estoy escribiendo, porque todos me dicen que es cliché», me confiesa. Me cuenta de qué trata y, consciente de que resumir un argumento en dos oraciones nunca hace justicia a un texto, sí, suena a cliché. «Pero yo sé que no lo es», aclaró más tarde. Aunque no lo dice, sé lo que está diciendo: el escritor no es escritor por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. A sus veinte años lo entiende. «Tú síguele», es la sugerencia más brillante que se me ocurre.

SIN PRISAS

Eduardo Zapata es un buen tipo. Creo que es callado, pero hay inteligencia en sus ojos. También bondad. Habla con respeto a sus mayores, por eso a veces me hace sentir viejo. Nació en el noventa, yo en el ochenta y dos; no es tanta la diferencia.

Eduardo no se ha apurado por publicar. Asiste a talleres, trabaja sus textos y por ahora no busca más. «¿Has publicado en alguna revista u otra publicación?», pregunto, y me contesta con un monosílabo. Está trabajando en un libro de cuentos. Buscará publicarlo cuando él sienta que está listo.

En sus textos hay una intención clara de jugar con el lenguaje, pero no por eso sus textos se vuelven ininteligibles. Si Eduardo estuviera en la clásica contienda literaria de Hemingway y Faulkner, Eduardo estaría en medio y ambos escritores lo odiarían. Faulkner porque no lo obliga a recurrir a un diccionario, Hemingway por la falta de simpleza. En Eduardo la inquietud por el lenguaje va más por una redefinición del mundo a través de una redefinición de conceptos.

En su cuento «La fiesta» reflexiona sobre el acto de morir, la expectativa que genera y las idioteces que inventamos por desconocer el fenómeno. Los antiguos la entendían como una fiesta y la idea trascendió generaciones. Sin embargo, pronto las personas desfiguraron el concepto, hablaban de la mala comida que se sirve y la bebida barata, entonces el ánimo por el festejo desapareció y se empezó a dudar sobre esa gran última fiesta a la que todos están invitados. Y sí, qué lata asistir si todos estamos invitados y hay que toparse, saludar y conversar con individuos que en vida nos parecían desagradables.

En el libro de cuentos que prepara, Eduardo trata con el lenguaje como límite del mundo, la realidad y sus definiciones, la muerte y el olvido. Creo que la espera valdrá la pena.

LAS VIDAS DE LAS FAMILIAS OBEDECEN A OTRA CLASE DE TIEMPO

Alejandra Retana Betancourt nació en 1994 y después de dos años de estudiar Economía, ahora estudia Letras. A veces creo que fue mi culpa. Desde que la conozco me aseguraba que estudiaría economía. Yo insistía en que en su destino estaba la carrera de letras. Eran comentarios arbitrarios, para molestarla y reírnos, pero finalmente sucedió.

Su talento es evidente, lo trae en la saliva que usa para lubricar el habla. A veces es terca y defiende lo indefendible. Creo que porque se sabe muy inteligente y cree poder darle la vuelta a cualquier asunto. Ha sido becaria en la Fundación para las Letras Mexicanas y ha publicado en antologías y revistas. Recién se mudó a la Ciudad de México.

Le pregunto qué hay de nuevo. Me dice que Superama se tarda dos horas en traerle el súper a domicilio. Yo me refería a la escritura, pero con las prisas no me expliqué bien. «Estoy trabajando en dos proyectos. El primero es una colección de cuentos, algunos de ellos suceden en ambientes fantásticos y otros tantos en ambientes rurales. Estos últimos suelen estar inspirados en historias de mi familia paterna. Creo que una de mis grandes búsquedas tiene que ver con los lazos familiares y cómo las familias tienen una dinámica distinta a la de los individuos. Las personas tenemos un ciclo de vida aparentemente lineal (nacemos, nos reproducimos, morimos), pero las vidas de las familias obedecen a otra clase de tiempo».

«El otro proyecto es un manifiesto poético, me cuenta más tarde». Me cuesta ubicar a Alejandra en la poesía, por más que aclare que más bien es prosa poética. Ale solía burlarse de los poetas, esto hace algunos años, cuando en el taller yo explicaba con torpeza las sutilezas en la construcción de un soneto. Quizá cuando lea esto dirá que todavía se burla de ellos, consciente de que se estará burlando de ella misma, y eso la hará sonreír.

Con Alejandra también trabajé en Telescopio. No envió un cuento corto, como lo pedía la convocatoria, sino uno largo, demasiado largo. Ella más tarde lo llamó micronovela. Ya no le gusta el texto, que ahora está impreso para la posteridad. Sin embargo, amigos escritores y lectores coinciden en que es el mejor de la antología. La autocrítica es buena, es signo de ambición y de que mejores textos están por venir.

 


Autores
(Monterrey, 1982) es autor de las novelas El polvo que se acumula en los objetos (Editorial Acero, 2012) y La ilusión del caos (edebé, 2015). En 2014 fue becario del PECDA Nuevo León. Actualmente es profesor de literatura en Prepa Tec y director de Resortera.mx, una iniciativa para impulsar la escritura de autores jóvenes.