El enfermo: sobre Felipe Granados
¿Quién ha puesto risas enlatadas en la escena de mi crucifixión? Charles Simic
¿Qué de nunca sentirse, creerse bueno? Conocí la poesía de Felipe Granados (1976-2009) unos pocos días después de su muerte. Las notas de periódicos, revistas electrónicas y blogs literarios lo recordaban como el gran poeta cartaginés de los últimos tiempos. En las reseñas del 27 y 28 de agosto de 2009, las descripciones minuciosas de su funeral o de las noches en un bar de San José buscando asilo en posadas para migrantes, donde bien sabía Felipe que por poco dinero dormir no era problema, eran desgarradoras. El loco al fondo del café que en recitales de poesía gritaba ¡otra!, ¡otra!
¿Qué de leer la poesía de un muerto fresco? Tenía 33 años. Un solo poemario publicado (Soundtrack, Ediciones Perro Azul, 2005), decenas de colaboraciones en revistas como Amigos de lo Ajeno, el suplemento Áncora del diario Nación de Costa Rica y abundantes reseñas en la revista Soho. El amigo inconstante, el padre fiel, el itinerante, el marginal, el enfermo.
La poesía de Felipe Granados va ligada de un aspecto personal, que en vez de demeritar su obra la fortalece, cuando en la mayoría de los casos dicha circunstancia suele producir el efecto opuesto, porque la poesía meramente autobiográfica suele no soportar el transcurso de los siglos.
Granados se vio forzado a llevar a cabo el trabajo de veinte años en pocos meses. Pasar de la irreverencia juvenil, a la confusión de la primera adultez y el desprendimiento de los bienes que para un veinteañero resultan un estandarte útil para quince años posteriores; luego, encontrarse solo, agotado, con esa leve luz de lo que pronto desaparecerá. Se vio forzado a crecer porque no tendría tiempo.
La acidez lúgubre de su trabajo está determinada por la contundencia del verso, la crestas en las estrofas cuando se piensa que quizá el poema está perdido, y el repunte inesperado de una línea que duele. Luego explota en una sonrisa porque su poesía no sólo provoca dolor, sino alegría profunda al descubrir la serie de reglas del adivino que la conforman.
Allí es donde habita su genialidad, no en la sorpresa ingenua de hablar por primera vez del amor o la soledad; porque la poesía de Granados no atiende la frivolidad de ser el único, el original, el elegido. No cuenta lo que todos sabemos de la vida. Él sabe que no existe mayor fragilidad que esa. Cuenta, con pesar, lo que viene después: la noche insomne con música de Nina Simone, la repetida imagen de la derrota, el consuelo al amigo doliente, los cariños de sus hijos que verá mañana, las palabras nuevas del Bukowski que ha leído cientos de veces.
Un poeta que sin afanes ególatras se apropia de su entorno, lo observa y con absoluta seriedad lo narra en unos cuantos versos sencillos y exactos. En su poética se resume el intento por ser claro, íntegro y honesto.
Su obra nos revela lo extraordinario de las cosas que hacemos diariamente, como llorar hasta quedarnos dormidos o agitar la ropa recién lavada. Es quien no tiene miedo de no saber. Miedo a no buscar algo.
Felipe Granados murió a consecuencia del VIH, el 26 de agosto de 2009. Su trabajo poético de algún modo representa y da pie a la poesía actual de autores jóvenes en Latinoamérica, como Luis Chaves (San José, 1969); Patricio Grinberg (Buenos Aires, 1970); Frank Báez (República Dominicana, 1978); Héctor Hernández Montecinos (Santiago, 1979) y Gladys González (Santiago, 1981), quienes comparten con él la certidumbre de una vida sin futuro, empeñada en redimirse a través de la belleza de las cosas más tangibles del universo inmediato.
KIND OF BLUES
Miles Davis
Estas palabras se escriben sin afecto. Deberían ser más fuertes pero también más tristes. Estas palabras están llenas de erratas, se rompen por el lado más largo de la página. No sirven para adormecer a ningún niño, no sirven para hacer caer algún amante joven. Estas palabras van huérfanas de dios porque fueron escritas para nadie.
Pero las digo con los puños y los dientes apretados.
VER UN AMIGO LLORAR
Mi amigo
Llora
Se quita los anteojos
Para llorar mejor
Se limpia una lágrima amarga
Que le brota
Como le salen las piedras
Al río
Me mira
Me llama por mi nombre
Y empieza…
PARTE MÉDICO
Dice el doctor Que podría quedar ciego
Que hay un monstruo Que podría instalarse en mi cerebro
Y tendríamos que sacarlo de allí A punta de patadas.
Yo pienso en cosas vanas A saber Quien vendrá a leerme Versos tristes.
Quien va arrullar al Monstruo
Con canciones Antiguas Cantadas al borde
De mi cama
I’M STILL IN LOVE
Cansado de lidiar Con todos esos rostros Que no sos
Regreso a casa
Pongo música triste (Nina, siempre, Nina) me gasto unos papeles para escribirte todo,
me fumo unos cigarros que compré para vos
y vuelvo a ser el hombre que detesto.
ESCUCHO
Escucho Ruido de caballos Que huyen de la lluvia
Me iré con ellos.