El caso Mandrake
Para un abogado a veces es mejor que el cliente comience por el final.
Rubem Fonseca
Dentro del género negro latinoamericano existen varios personajes que han podido sustituir con gran acierto la imagen típica del detective gringo, desde el periodista que se obsesiona con saber los más íntimos detalles del caso hasta las madres buscadoras quienes, a su modo, son un tipo de “detective aficionado”, ya que deben de ingeniárselas y hacer uso de cualquier recurso con el fin de encontrar a sus familiares. Por otro lado, también está Mandrake, un abogado criminalista, amante tanto del ajedrez como de las mujeres, quien fuma diversos puros (Partagás, Panetela, Pimentel) ya sea el caso o cliente en turno, conoce las leyes y las calles de Río de Janeiro, fue dueño de una gatita siamesa y bizca de nombre Elizabeth Feijão, y es el principal protagonista de varios cuentos y novelas del escritor brasileño Rubem Fonseca.
En Calibre 22, reaparece con una nueva aventura para cerrar el libro publicado en el 2017 en Brasil, pero traducido y publicado en español hasta el 2022 por la editorial TusQuets.
En este cuento, el protagonista es de nuevo ese abogado cínico y amoral que ahora se autodenomina José Mandrake: “Yo podía llamarme José Mandrágora, pero me llamo José Mandrake”.1 Este dato parecería contradecir totalmente la historia del personaje, ya que en su primer relato “El caso F. A.”, da su nombre verdadero: “Soy Paulo Mendes”2, así como en el cuento “El día de los enamorados” declara: “Cuando nací me nombraron Paulo, que es nombre de papa, pero me convertí en Mandrake, una persona que no reza, y habla poco, pero hace gestos indispensables”.3 De igual forma al inicio del relato “Mandrake” hace alusión al nombre: “Esta es la oficina de don Paulo Mendez, dijo mi voz en la contestadora”.4 Sin embargo, en “Calibre 22” es ese mismo narrador-personaje quien menciona: “No sé si todo lo que estoy contando sobre mí es verdad. Hay personas que mienten y saben que mienten y otras que mienten sin saber que están mintiendo. Creo que estoy en la segunda categoría. ¿Qué puedo hacer?”.5 Y es que quizá Fonseca juega con nuestra memoria como un buen narrador, al hacernos dudar de lo que nos dice cuestionando nuestra propia forma de leer o de recordar. O tal vez como explica en su autobiografía: “José tiene que recurrir a su memoria y sabe que ésta lo traiciona, pues recuerda muchas cosas de manera inexacta y otras ya las olvidó”.6
A Fonseca le pasó lo que a muchos otros grandes autores que, a la hora de retomar un personaje o continuar con la trama, se olvidaban de ciertos detalles irrelevantes. Como en el caso de Cervantes, cuando su Quijote y Sancho Panza llegan a un hostal montados en sus respectivos animales para que capítulos después Sancho emprenda la encomienda de ir a dejar un recado a pie, o en la novela negra Que se mueran los feos de Boris Vian, en donde los personajes que viajan en un deportivo rojo hacen una escala en un bar y después de una pelea improvisada terminan por escapar en un taxi. Aunque ese detalle mínimo no resta para nada la acción de la historia en la que Mandrake tiene que averiguar quién quiere asesinar al dueño de una famosa revista de moda.
Cabe aclarar que las aventuras de nuestro abogado criminalista se pueden leer de forma independiente y sin llevar un orden cronológico, sin embargo, hay pequeñas alusiones a casos anteriores y a los diferentes amores que terminan por configurar el carácter y la personalidad del abogado. Mandrake es el resultado de todas esas mujeres que conoció en su vida; de una aprendió a dominar el ajedrez, de otra, a tomar buenos vinos, y de otra, a apreciar los libros raros o ediciones especiales. Por ende, “Calibre 22” puede leerse como un cuento anterior a los hechos ocurridos en Mandrake. La Biblia y el bastón, en donde el abogado es condenado a usar un bastón Swaine Adene Brigg después de recibir un disparo y espera por fin sentar cabeza con la bibliómana Karin Altolaguirre, rompiendo así con la máxima de Raymond Chandler en la que un buen detective no se casa nunca.
Dividido en nueve capítulos —un recurso que el escritor brasileño toma de William Faulkner—, en “Calibre 22” aparece una serie de personajes ya clásicos del universo Fonsequiano, como es el viejo abogado judío Weksler (antes tuvo otro colega llamado L. Waissman, el tipo más triste del mundo, según Mandrake, pues vivía recordando los tiempos en que había tranvías), quien pertenece a la misma generación que el padre de Mandrake, Raúl, el único policía con el que podía discutir, que trabaja en el área de Homicidios y hasta cierto punto dupla de Mandrake, así como también un enano calvo: “En mis casos siempre hay un enano, puede ser al principio, en medio o al final. Y solo al final del caso sé que es el final”.7
La simbología del enano según el Diccionario de símbolos de Juan Eduardo Cirlot menciona que: “En el folklore y la mitología, aparecen como seres de inocente carácter maléfico, con ciertos rasgos infantiles de conformidad con su pequeño tamaño, pero también como entes protectores o cabiros”.8
Si bien el enano de “Calibre 22” es un personaje incidental, dista mucho del que aparece en Mandrake. La Biblia y el bastón, un enano cuya cabeza apenas llegaba a la cintura de Mandrake, de ojos azules y cuyo nombre era Carlos Waise. Aquí el enano tiene una función primordial en la trama y comparte ciertas características con otro personaje clave dentro de la literatura negra, el antagonista del cuento largo The Big Knockover de Dashiell Hammet, Papadopoulos, quien logra engañar de manera magistral al Agente de la Continental.
La figura de Mandrake le sirve a Fonseca para explorar si existe aún la justicia en una sociedad corrompida, así como utiliza a Gustavo Flavio (homenaje a Gustave Flaubert) para reflexionar sobre la lectura y la escritura. Ambos protagonizan la novela Del fondo del mundo prostituto sólo amores guardé para mi puro (el cual es un verso de un poema del poeta brasileño Manuel Alvarez de Azevedo), el único crossover de dos de sus personajes principales, mismos que complementan las obsesiones del propio Fonseca.
Rubem Fonseca murió un 15 de abril del 2020, dejando tras de sí más de una veintena de libros memorables que lo posicionan como uno de los referentes del cuento y la novela negra en este lado del charco. Demostró que el género iniciado por Poe y su sabueso Dupin hace más de doscientos años sigue más vigente que nunca. No por nada en el cuento “Novela negra” menciona: “Somos los continuadores de la tragedia griega”,9 de esta forma consigue crear personajes sólidos que hoy por hoy son parte del imaginario del género negro. Uno de ellos, sin lugar a dudas, es su abogado con alma de detective, Mandrake, al cual, hasta la fecha, muchos aún no sabemos cómo decirle adiós.
- FONSECA, Rubem, Calibre 22, TusQuets, México, 2022, P. 174
- FONSECA, Rubem, Cuentos completos 1, TusQuets, México, 2018, P. 270
- FONSECA, Rubem, Cuentos completos 1, TusQuets, México, 2018, P. 396
- FONSECA, Rubem, Cuentos completos 1, TusQuets, México, 2018, P. 508
- FONSECA, Rubem, Calibre 22, TusQuets, México, 2022, P. 174
- FONSECA, Rubem, José, Cal y Arena, México, 2011, P. 7
- FONSECA, Rubem, Calibre 22, TusQuets, México, 2022, P. 193
- CIRLOT, Juan Eduardo, Diccionario de los símbolos, 5 ed., Barcelona, Labor, 1982, P. 145
- FONSECA, Rubem, Cuentos completos 2, TusQuets, México, 2018, P. 115