El árbol de oro de la vida
El centenario de José Revueltas (Santiago Papasquiaro, Durango, 1914- Ciudad de México, 1976) tuvo la desventura de ser en día festivo pues Revueltas nació justo cuatro años después de que Madero se alzó en armas contra Porfirio Díaz, así que varios libros que se proponían conmemorar la fecha apenas alcanzaron a salir, y luego se precipitó el fin de año. Sin embargo, las semanas de festividades decembrinas en las que no hay mayor actividad cultural fueron un bálsamo para poder leer algunos de esos libros que ahora puedo comentar tranquilamente, sin la premura de la fecha y la entrega. Para empezar, hay que decir que en 1978 la hija mayor de José Revueltas, Andrea Revueltas, junto con Philipe Cheron, iniciaron la edición de las obras reunidas, mismas que fueron comprendidas en veintiséis volúmenes hasta 1987: prácticamente un libro por título. Ahora, por fortuna, empezó a circular una nueva edición, en sólo siete volúmenes se condensan todos aquellos títulos y se hace más práctica, menos dispersa, incluso más accesible (pues algunos libros ya estaban agotados), la obra de Revueltas.
Los primeros tres tomos contienen la narrativa conocida de Revueltas, seis novelas y tres libros de cuentos: en el primero, Los muros de agua, El luto humano, Los días terrenales; en el segundo, En algún valle de lágrimas, Los motivos de Caín, Los errores y en el tercero El apando, Dios en la tierra, Dormir en tierra y Material de sueños. Estos tres primeros tomos permiten leer sus 6 novelas alejadas ya del pensamiento de compromiso social que las impulsó y, sobre todo, de las polémicas facciosas que condenaron un par de ellas: Los días terrenales y Los errores. En Los errores, Revueltas hizo una crítica a la izquierda, palabras que suenan tan actuales pues a ratos parece que les habla a nuestros obtusos políticos de izquierda de hoy (además en 2014 esta novela cumplió 50 años de publicarse por primera vez así que el FCE la reeditó con el pretexto del doble festejo). Tengo para mí que Revueltas es, junto con Martín Luis Guzmán, el mejor prosista de la primera mitad del siglo XX. “Dios en la tierra” es un cuento que de principio a fin es un poema estremecedor, un poema redondo, y El apando es un relato de un solo y escalofriante párrafo, sin puntos y aparte, llevada al cine en 1976 por Felipe Cazals con un guion del propio Revueltas y José Agustín. Como han dicho otros críticos, en esta narrativa se encontrarán los personajes característicos de la obra revueltiana: ladrones, prostitutas, homosexuales, encarcelados, drogadictos, que a mí me hacen pensar que Revueltas es el Genet mexicano.
Aunque escribió algunos poemas, Revueltas no fue poeta. En algún momento de su presentación, José Manuel Mateo los llama “piezas verbales” y creo que justo eso son. Algunos de ellos se dieron a conocer a finales de los años treinta en El popular, periódico en el que trabajaba su amigo Efraín Huerta, y nunca los publicó en un libro hasta que aparecieron en Las cenizas (tomo 4 de las Obras reunidas). Otros son versos garabateados en servilletas que, luego de escribirlos, Revueltas destruyó pero su primera esposa, Olivia Peralta, rescató literalmente de las cenizas. Así se construyó este tomito de poemas, El propósito ciego que apareció póstumamente, en 1979, y luego una reedición en 2001 (que es la misma que ahora se reedita). En un testimonio reciente, su hijo Román Revueltas lo recuerda como “un ser a quien los horrores del mundo lo sacudían verdaderamente en su interior”; varios de estos poemas fueron respuesta a algún sacudimiento. Dice Álvaro Ruiz Abreu en su biografía José Revueltas. Los muros de la utopía que “jamás se sintió poeta; sus versos fueron pasatiempo o descarga sentimental, no una función decisiva en su quehacer literario”; no necesitaba escribir poemas porque en su narrativa ya había suficiente poesía, como he dicho del cuento “Dios en la tierra”.
La Iconografía que también preparó José Manuel Mateo es una especie de crónica ilustrada de la azarosa vida de Revueltas. La cronología sirve de introducción más a la vida de Revueltas que a su obra: aparece retratado con su familia; en las Islas Marías siendo todavía un adolescente; en una serie de los Hermanos Mayo está sentado frente a su máquina de escribir tecleando con fruición alguno de sus textos; al lado de su amigo Efraín Huerta y de su hermana mayor, la actriz Rosaura Revueltas y la célebre fotografía cuando abandonó Lecumberri haciendo la V de la victoria con la mano derecha. Todo eso ayuda un poco para poder rastrear algunos textos que no están compilados en las Obras reunidas: recuerdo algunas cartas más a distintos personajes (que deberían ir en el ahora tomo 7) y un curioso ensayo sobre la obra del pintor Héctor Xavier (que tal vez podría estar en el tomo 4, dentro de la obra póstuma).
Por su parte, Álvaro Ruiz Abreu publicó en 1992 la primera edición de la biografía, que ahora, con el centenario, ha revisado, corregido y vuelto a circular. Ruiz recrea bien el ambiente familiar, la influencia de sus hermanos mayores: Silvestre, el músico, y Fermín, el extraordinario pintor cuyas obras ilustran las portadas de cada uno de los tomos de la Obra reunida; así como el ambiente de los años treinta en los que Revueltas inicia su militancia política en el Partido Comunista Mexicano; sus inicios literarios con cuentos a la sombra de Dostoievski; las varias encarcelaciones que sufrió, primero en la correccional de menores, luego en las Islas Marías y finalmente en Lecumberri; la persecución que padeció por parte de sus camaradas con la publicación de sus novelas Los días terrenales, luego por Los errores y con su obra de teatro El cuadrante de la soledad, cada una con su consecuente palinodia; su participación activa en el Movimiento estudiantil del 68 donde fue una especie de guía moral y, tal vez por eso, fue acusado de ser el autor intelectual de la revuelta estudiantil y su polémico y multitudinario entierro. Los muros de la utopía es, con toda seguridad, una de las mejores biografías que se han escrito en la literatura mexicana de un escritor mexicano del siglo XX.
En el caso de Revueltas en la hoguera, Ruiz Abreu aclara que no es una “antología de lo que la crítica ha dicho sobre Revueltas” pues esa función ya la cumplió Nocturno en que todo se oye. José Revueltas ante la crítica (ed. Edith Negrín, Era / UNAM, 1999), sino “un muestrario de textos cruciales para empezar a leer su obra con la intención de que el lector tenga un acercamiento más íntimo o más preciso de ella”. En este libro están compilados dos curiosos textos de Pablo Neruda, el primero en el que desconoce a Revueltas por la publicación de la novela Los días terrenales y el segundo es una carta al entonces presidente Díaz Ordaz pidiéndole la excarcelación de Revueltas “porque tiene la genialidad de los Revueltas y también, lo que es muy importante, porque lo queremos muchísimo”. Además, una curiosa mención de Salvador Novo en una de sus columnas justamente sobre Los días terrenales, pero a Novo no le interesa el dogmatismo que condenaba esa novela sino el estilo que “se ha depurado, ágil, profundo, rico”. En Revueltas en la hoguera se incluyen una crónica de Elena Poniatowska, escrita a la muerte de Revueltas, y un lúcido ensayo de José Joaquín Blanco quien, al decir de Ruiz Abreu, fue “uno de los primeros críticos que recorrió el largo camino de los cuentos y novelas” de Revueltas, un hilarante relato de Héctor Aguilar Camín que fabula una apuesta y discusión dialéctica sobre la existencia de Dios, entre muchos otros.
Los lectores y críticos más jóvenes de Revueltas fueron llamados por Vicente Alfonso para conformar el volumen El vicio de vivir, pues lo cierto es que la obra de Revueltas carece de lectores jóvenes que la vuelvan a poner en el lugar que merece. Así, doce escritores jóvenes escriben sobre distintos aspectos de la obra revueltiana. Uno de los mejores ensayos es el de Eleonora Luna pues centra una disertación sobre el teatro y el trabajo para cine que hizo Revueltas; Luna considera que “su obra cinematográfica y teatral se desconoce, a pesar de su poder y rigor, de su gran aportación a estas disciplinas dentro de la historia del cine y del teatro en México”. El poeta Andrés Márquez, por su parte, en un breve pero sucinto ensayo disecciona el magnífico relato El apando, cuyo anhelo es “mover los espíritus”. Y así cada uno de los diez ensayistas restantes aborda un tema u obra de Revueltas: Mijaíl Lamas vuelve sobre los poemas reunidos en El propósito ciego; la poeta Claudina Domingo aborda la obsesión por la muerte en varios cuentos, la muerte asumida como “una sensación natural” por el autor que creó una literatura “del lado moridor”.
Aunque el centenario de su nacimiento ya pasó, nunca es tarde para volver a las páginas deslumbrantes de Revueltas.