Tierra Adentro

Titulo: Diarios de bicicleta

Autor: David Byrne

Editorial: Sexto Piso

Lugar y Año: México, 2011

Para David Byrne los viajes en bicicleta, durante los últimos treinta años, han sido una ventana panorámica a través de la cual ha mirado el mundo. A partir de los años ochenta la bicicleta se convirtió en su principal medio de transporte, primero en Nueva York, ciudad en la que vive, y luego en todas las ciudades que visita. Desde entonces, su manera de observar se ha filtrado a través de dos ruedas. En Diarios de bicicleta (2009), el músico y artista plástico demuestra, en su faceta como escritor, que no sólo es un observador audaz sino también un habitante que se apropia de la ciudad circulando todos los días por sus principales arterias.

Al iniciar la lectura, una bicicleta a pie de página aparece. Nos acompañará durante toda la lectura, yendo y viniendo como si, a bordo de ella, se filtrara también nuestra mirada, pues el ex líder musical de la banda Talking Heads va más allá de las peripecias de un ciclista ingenuo; el registro de cada rodada, corta o extensa, ha sido el pretexto perfecto para afilar la pluma y adentrarse en diferentes ciudades del mundo, en su cultura, dinámicas sociales y políticas, y sobre todo en la mirada del otro.

Byrne se ha convertido en un verdadero crítico de la ciudad, pues se conecta directamente con la vida de la calle. Salir a andar en bicicleta en una geografía diferente implica entender el pulso vital de ésta. Comprender la mentalidad de su población expresada en la urbe que habita. ¿Qué historia cuenta el paisaje? ¿Cómo responder ésta pregunta ante ciudades como Berlín, Estambul, Buenos Aires, Manila, Sidney, Londres, San Francisco y Nueva York? La ciudad es transformada, responde a necesidades espaciales, temporales, económicas y sociales. Es el vertedero de intereses e ideas, pero también de desechos.

Más allá de hablar de bicicletas, Byrne habla de urbes, del paisaje de las ciudades, de la arquitectura de las ciudades, de los drásticos contrastes de intereses para desplegarlas y de la forma en que para quienes fueron hechas las ciudades, el impulso primigenio de su creación, han sido olvidados: los ciudadanos. Así, se aventura a entender las ciudades por su diseño, una construcción mental no azarosa en el caso del músico quien pasó un año de su vida como estudiante en la Escuela de Diseño de Rhode Island. Su mirada está permeada por su práctica en el arte contemporáneo y el interés inherente en la forma, la función y la estética. Por ello, nos increpa con preguntas como: “¿Tiene cada cultura su propia paleta de colores?” ¡Claro!, lo civilizado de las calles de Berlín (que parecen estar bajo los efectos del Prozac, como lo menciona Byrne) no tienen el mismo matiz que las devastadas calles de Nueva Orleans: la primera responde a una gama de colores fríos que acentúan su perfección, mientras que la segunda, a pesar de la devastación, es cálida. ¿A qué color puede responder una ciudad como Manila en donde el espacio para un ciclista se vuelve desventurado? El recorrido por el que nos lleva el músico reflexiona hasta llegar a hablar de la arquitectura emergente como una forma de automantenimiento social. La arquitectura, un reflejo de cómo se ve la sociedad a sí misma. “Una manifestación en tres dimensiones de lo social y lo personal”. ¿En qué clase de gente nos convierte la ciudad? ¿Cuánto tiempo hay que vivir en una ciudad para que se empiece a pensar como las personas que la habitan?

Diarios de bicicleta es, también, un libro de referentes, en sus páginas desfilan diseñadores, urbanistas, artistas plásticos, escritores, músicos y políticos. La bicicleta es el medio por el cual el escritor se inserta en la dinámica social, pero es también su papel como ciclista desde donde habla sobre la política exterior estadounidense, la dictadura y represión argentina de los años setenta y la era Marcos en Manila. El libro está lleno de las opiniones políticas abrigadas en pláticas con colaboradores o en comidas con amigos y colegas. Apostado desde los pedales de su vehículo, David Byrne es capaz de ponerse en los zapatos del otro, de entenderlo. Pensar que “un árbol retorcido ha llevado una vida interesante” es algo que sólo alguien que se da tiempo para observar puede concluir.

Pasar la mirada por las páginas que componen el texto es también pasarla por la vida de un hombre que con más de sesenta años cree en los ciudadanos del mundo como los principales agentes transformadores que lograrán que, en algún momento, los diferentes gobiernos doten de espacios decorosos a quienes como él han adoptado la bicicleta no sólo como medio de transporte alternativo, sino como estilo de vida.


Autores
(México DF, 1984) se formó como latinoamericanista en la UNAM, carrera que nadie conoce y que hay que explicarla cada vez que responde a la pregunta: ¿qué estudiaste? Es redactora en La Tempestad y Folio. Ha colaborado en publicaciones como Pez Banana y Vocero. Hace muchos años quiso ser bailarina, estudió la carrera en danza contemporánea, pero nunca se dedicó a eso. Tiempo atrás se escapó a vivir a la playa y volvió dos años después porque la vida de provincia es demasiado tranquila.