Tierra Adentro

Titulo: Blitz

Autor: Eduardo Padilla

Editorial: filodecaballos

Lugar y Año: México, 2013

En el folklore malayo, la figura de Naranath Branthan es conocida por ser un mujta (una persona de origen divino) que simulaba estar loco y que, debido a su comportamiento excéntrico, revelaba enseñanzas de muy diversa índole. Naranath es representado siempre como un hombre que empuja grandes rocas hasta la cima de una colina, para dejarlas caer rodando hasta el valle, mientras ríe a carcajadas de la constatación permanente de la ley de gravedad. Una vez que la roca dejaba de rodar, volvía a comenzar el ascenso, difícil y escarpado, empujando la roca, con la seriedad de quien realiza una tarea de suma importancia para la comunidad. La colina de estos ejercicios, en donde se ha construido un templo dedicado a la diosa Devi, se encuentra en el estado indio de Kerala, cerca de la ciudad de Palakkad, al sur de la península índica. En la cima, al lado del templo, hay una gran escultura del profeta loco y una gran roca que empuja hasta la cima. El loco del Naramad, se le conoce también a este Sísifo malayo, con más humor, realiza el trabajo inútil una vez y otra con un placer inusitado, porque de él se desprenden enseñanzas sobre el mundo y su futilidad.

Este personaje es uno de las apariciones extraordinarias que pueblan los poemas de Blitz, de Eduardo Padilla. En la galería de personajes mínimos, pero tocados por algo parecido al genio, que Padilla hace dialogar con un entorno siempre enfermizo y particularmente cercano al fracaso, la figura de Naranath se acompaña por la profesional del theremin, Clara Rockmore, y por Jonás, el profeta que tuvo por residencia temporal el interior de una ballena. Vale la pena aclarar qué es el theremin: es un instrumento electrónico que funciona con dos antenas en los extremos de una caja, una colocada en forma vertical, a la derecha (que es el control del tono); y una a la izquierda, y colocada de forma horizontal (que es el control del volumen). Debido a que el ejecutante no toca las antenas, sino que regula la amplitud y frecuencia de las ondas que emiten por la proximidad de sus manos, pareciera que se palpa el vacío para producir música. Al inicio de su producción industrial, al theremin se le conocía como eterófono, por aludir a que la digitación accionaba el éter para producir sonido. Suena inverosímil que existiera una concertista profesional, reconocida a nivel mundial, que tuviera ese instrumento como el elegido para dar recitales. Pues bien, Clara Rockmore es la mayor exponente del theremin que la historia consigne. Así, aparece un patrón. Los personajes que Padilla convoca son partícipes de una visión única, pero imposible de consignar comunalmente. Son una especie de genios autistas, que encontraron su nicho de desarrollo en un devaneo que tiene muy poca importancia y que la historia recuerda como una curiosidad al pie de página.

“He observado que las cosas no terminan nunca de acabarse”, dice un poema de este libro. Y es que la figura de lo circular, de lo que retorna, son leitmotiv en estas páginas. Las esferas que forman un panal por acumulación de hexágonos; la pista de carreras donde un Porsche Gioconda realiza sus evoluciones; el mundo que nunca se acaba, sino que retorna más siniestro e imposible de creer; Jonás el profeta que no se decide a salir a pregonar la buena nueva. Es decir, procesos inacabados, pero que comienzan de nuevo cada vez más degradados, sin terminar de consumirse. Esto es lo que la poesía de Padilla pone de relieve: la necesidad de un cierre es un lujo para la humanidad. Esta serie de poemas dan cuenta de los impulsos para vencer la resistencia de las cosas que nunca llega a ser del todo fructífera.

Mención aparte merecen dos poemas que han sido replicados en redes sociales desde la salida del libro: “Delta” y “La fecundación de las cajeras chinas”. En el primero, el viaje de un padre con su hija rumbo a la zona más poblada de su región les permite ver en el lago un grupo de patos azulados. De este encuentro fortuito se deriva una reflexión sobre lo torcido que parece estar el mundo en sus ribetes y sobre cómo la “normalidad” es un imperativo que la naturaleza no se da el gusto de cumplir. La figura de los patos permite adentrarse en las fisuras que ese mundo relajado y feliz, que aparece en la superficie del poema, no permite ocultar del todo y que toma con mucha fuerza el papel de narrativa predominante. En “La fecundación de las cajeras chinas”, el yo poético realiza un diálogo mental con la cajera del supermercado que asegura que la especie se siga perpetuando. El instrumento de sujeción al mundo que opera es el de la fantasía como motor de la voluntad. En nuestra cabeza todos somos grandiosos, potentes rockstars. La realidad es una simple y muy aburrida sugerencia.

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