Tierra Adentro

La historia detrás de los objetos está sometida a movimientos telúricos, al cambio climático y sus repercusiones sociales. Como las estaciones, hay periodos en que la voz se enfría, deja de crepitar junto al fogón primigenio y de narrar una forma propia de entender nuestro entorno. Cuando decimos que las palabras son también cosas, apelamos a su contexto de enunciación, a los actos que hacen de cada sonido un elemento útil de convivencia y acuerdo, imaginario donde aventamos nuestro profundo amor hacia el misterio. El arte es un ejemplo de este diálogo abierto, plataforma para colocar algunas cartas sobre la mesa y empezar a apostar. En Drama y Trama, Beatríz Russek traza con sus diseños de vestuario y de moda contemporánea mexicana, una parte de este bordado inacabado y volátil.

Drama y Trama se exhibe en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa). Este bellísimo espacio fue fundado en 2006 por el pintor Francisco Toledo, quien adquirió dicho inmueble -una ex fábrica de hilados y tejidos del siglo XIX- para convertirlo en el primer centro de las artes ecológico de Latinoamérica. Se encuentra ubicado en San Agustín, Etla, una comunidad cercana a la capital, donde el agua todavía corre limpia junto a calles y autos. Esta abundancia pluvial generó que se construyeran varios balnearios en la misma zona y que los fines de semana el pueblo se llenara de excursionistas escolares y familias enteras.

Beatríz Russek preparó esta retrospectiva de su obra durante un año. Ese tiempo le llevó reunir el vestuario que había realizado para distintas obras teatrales desde los ochentas, así como algunas piezas de moda que trabajó junto a artesanas oaxaqueñas en sus comunidades de origen. Fue pionera en este ámbito, y su labor contribuyó a que otras mujeres volvieran a tejer con técnicas y elementos tradicionales, revaloraran su cultura ancestral y su legado, e innovaran sus diseños para poder contribuir económicamente con sus familias. En sus diseños utiliza algodón coyuche y técnicas precolombinas para teñir los hilos: el púrpura, por ejemplo, proviene de un caracol que se ordeña periódicamente.

Al principio de su carrera autodidacta, Russek trabajó con cooperativas e incluso abrió una tienda en el centro de Oaxaca. Como todo lo que toma elementos tradicionales y lo modifica para obtener un beneficio, Russek ha sido criticada. Sin embargo, el problema real no está ahí, ni en el beneficio económico para ella o las artesanas, ni en la transformación cultural que el intercambio genera porque las culturas son siempre híbridas, poliédricas, sino en que la relación diseñador-artesano no suele ser justa, más bien es jerárquica.

En Drama y Trama, más de 60 maniquíes se encuentran dispuestos en la planta baja del CaSa, cada uno representando un papel en su particular obra. Russek ha dedicado parte de su vida a vestir actores de teatro. La influencia de técnicas textiles indígenas se percibe en sus diseños, pero también la labor de investigación que realiza con cada pieza para crear un imaginario que coincida con la literatura, la escenografía, el drama.

Las historias detrás de los objetos hacen constar que vestimos un lenguaje cifrado. El cuerpo siempre ha sido un sitio: una pared para rayar confesiones de amor o enojo; un tejido donde hilvanamos pistas sobre quiénes somos, de dónde venimos; un espacio para denunciar o para no decir nada. En Oaxaca ese lenguaje se enriquece por la variedad orográfica y cultural, la diversidad de lenguas y climas crea un crisol maravilloso. Más allá de la labor de Russek y de diseñadores posteriores, la vida textil en este estado es sumamente rica, los artesanos innovan en sus diseños de acuerdo al gusto del turista y del tiempo pero también conservan su tradición para ocasiones especiales.

Nuestra época está marcada por una enorme falta de vínculos entre los seres. Del hombre al mineral fluorescente, pasando por plantas, ciclos pluviales y animales salvajes, desconocemos el vínculo entre una cosa y otra, la historia donde se describe una naturaleza que percibimos ajena. Sin imaginación ni historia los objetos pierden sentido, se vuelven desechables, plásticos rumbo al basurero. Lo que vestimos habla también de ese puente roto. Desconocemos las condiciones inhumanas en que trabajan quienes hacen la ropa que compramos en tiendas departamentales. El desinterés es uno de nuestros legados neoliberalistas.

La pequeña industria textil que comenzó Russek ofrece una alternativa ante estas prácticas sin rostro. Falta todavía que estos productos sean accesibles para el consumidor común. En Oaxaca se abrieron tiendas donde productos tradicionales, ligeramente modificados, se venden a precios absurdos bajo la etiqueta de diseñador, pero una aplicación en bordado de Pinotepa Nacional sobre un vestido de gala no es un diseño nuevo, no representa un trabajo de investigación ni revaloración de estos elementos ni de la gente detrás, sino una práctica similar a la de maquiladores en Sri Lanka o Camboya. El mercado no tiene que ser un sitio aterrador e inhumano, sino una fuente de beneficios e intercambio, el problema está en reproducir estas dinámicas neoliberalistas donde objetos y rostros han perdido su historia y vínculo con la naturaleza, de donde todo viene. La exposición estará en el CaSa hasta febrero 15.