Tierra Adentro

Cualquiera debe tener derecho a un reinvención total, así lo ha hecho desde el 2009 una cantante que tiene un cañón en la garganta y que no se ha cansado de recorrer su lengua materna. Hasta antes de la edición de su álbum Tucson-Habana, utilizó el nombre de Amparanoia, y durante mucho tiempo formó parte de ese mestizaje con ritmos latinos, actitud combativa y políticamente incorrecta que tanto se le achaca a los músicos asentados en Barcelona que siguen la estética de Manu Chao, al menos durante algún tiempo. Digamos que la segunda parte de los años noventa y el comienzo del nuevo siglo, fueron los mejores años de lo que se llamó –no sin cierta jiribilla- “buen rollito”.

Aunque en algún momento tuvo que ver artísticamente con lo que hacían Ojos de brujo, Dusminguet, Macaco, Sargento García y Muchachito Bombo Infierno, entre otros, algo estaba cambiando en Amparo Sánchez (Jaén, 1969) que decidió decantarse por una renovación —no sólo de su nombre— que toca de lleno la forma y el fondo de su propuesta. La clave de este proceso de transformación se concentra en un ánimo viajero que la ha llevado a distintos lugares y a extraer de ellos sus secretos musicales y culturales.

Cuando citamos a Tucson hay que acordarse de Joey Burns y John Convertino, la base del fino grupo de rock desértico Calexico, y que la asistieron en su álbum debut. Primero está la amistad con ellos y luego el intercambio de experiencias, intereses o consejos. Ellos han sabido guiarla para dosificar la cantidad de instrumentos que la acompañan y el modo preciso de desarrollar los arreglos.

Luego vendría una pasión desbordada por el caribe y su música, así como una importante aportación de la tradición mexicana. Después de cambiar su nombre, decidió revisar la música de su tierra y editar Alma de cantaora (2012). De alguna manera había de conciliarse con la gitanería que lleva por dentro y que aún aflora visiblemente en su manera de cantar y entonar.

Antes de emprender su nueva incursión hay que aquilatar que con Amparanoia dejó una estela de 8 discos y que cuenta con un importante bagaje de vida como madre de dos hijos, compositora, productora y escritora; se trata también de una activista en pro de los derechos humanos y una viajera incansable.

Con Alma de cantaora giró por Argentina, México, Nueva Zelanda, Australia y Europa; en cada sitio recabó elementos con los que abría de confeccionar Espíritu del sol (World Village, 2014), en el que concentraría mucha calidez en las docena de canciones que lo conforman.

Una vez más han sido los Calexico, en su estudio de Tucson, quienes cohesionaron las ideas de una viajera empedernida que se ha dejado arrobar por la música afroantillana, el bolero y las rancheras. Y es que para llegar a la tesitura del álbum decidió pasar también por un durísimo proceso personal de memoria y autoconfesión.

Habiendo sufrido durante su juventud la violencia de género y el acendrado machismo de la provincia española, decidió que tenía que contarlo a través de la escritura de un libro: La niña y el lobo (Ediciones Lupercalia, 14) –su debut literario-.

El título procede de un pedacito de papel que la madre de Amparo conservó en su bolsa durante 38 años y sirve de pretexto para contar acontecimientos poco gratos que ocurrieron entre sus 15 y 24 años de edad. Lo contado salió del olvido después de que una amiga la convenciera de que su historia podría servir a otras mujeres que atravesaban la misma situación.

Una vez terminado el libro, pudo ver las cosas desde otra perspectiva: “El disco empezó a nacer después de ese proceso sanador que fue el primer manuscrito del libro. Han ido paralelos y eso me ha servido también para aprovechar aquellas ciudades en las que he ido tocando para presentarlo”.

Lo primero que conocimos del disco fue “Mi gitana”, que por todos lados trasuda esa parte desértica que caracteriza a Calexico, conviviendo con acentos flamencos y mexicanos. Mientras que la vertiente afroantillana va a todo su aire en “Luces en el mar”.

https://www.youtube.com/watch?v=28iJE7vwCqk

Mención especial merecen otras dos canciones: en primer lugar su interpretación de “El último trago”, acompañada por los Mariachis de Tucson, que no es otra cosa sino un sencillo homenaje para Chavela Vargas, y “Long long nite”, un dueto con Joey Burns, ahora para tributar a Mano Negra.

En el resto se destacan piezas como “Plegaria” y “Cuarteto en París”, sobre las que se van esparciendo una nutrida cantidad de músicos invitados; comenzando por el tándem de (Arizona Brian López, Mona Chambers y Vicky Brown), siguiendo por Argentina (La Mona Jiménez, Malena D’Alessio de Actitud María Marta y Raly Barrionuevo; y al final, la aportación de México, el colectivo musical oaxaqueño Tapacamino.

Espíritu del sol es pues un cancionero muy vasto –tanto en su origen como en su cuerpo de ejecutantes-; un repertorio nómada que tiene momentos para cada uno de los 4 elementos (por ejemplo, a pesar de su título, “Río Turbio” es toda aire).

Hoy día tenemos a una cantante en plenitud de facultades; alguien que con garbo transita por las mismas sendas de un maestro como Santiago Auserón, pero que suma su personalidad magnética y su sensibilidad marcadamente femenina. Una artista latinoamericana tan completa como Ampara muy pocas. ¡Y olé!


Autores
De los años sesenta tomó la inconformidad recalcitrante; de los ochenta una pasión crónica por la música; de los noventa la pasión literaria. Durante la década de los dosmil buscó la manera de hacer eclosionar todas sus filias. Explorando la poesía ha publicado: Loop traicionero (2008), Suave como el peligro (2010) y Combustión espontánea (2011). Rutas para entrar y salir del Nirvana (2012) es su primera novela. Es colaborador de las revistas Marvin, La mosca, Variopinto e Indie-rocks y los diarios Milenio Hidalgo y Reforma, entre otras publicaciones.