Tierra Adentro
Portada de la primera edición de "The Bell Jar", 1963. Heinemann.
Portada de la primera edición de “The Bell Jar”, 1963. Heinemann.

Para lectores contemporáneos, quienes pueden analizar los años cincuenta desde un momento de la historia, en el que ya es socialmente aceptado discutir temas como los roles de género o la salud mental, quizá sea difícil dimensionar lo subversiva que fue la escritura de Sylvia Plath.

Como señala Frances McCullough en su prólogo para la edición conmemorativa del veinticinco aniversario de The Bell Jar, en medio del entorno profundamente conservador y conformista —resultado de la posguerra— de los años cincuenta en Estados Unidos, abordar temas como el placer o la autonomía femeninas era escandaloso, amoral y una conducta con la que nadie quería asociarse.

Además, Plath carecía de los privilegios para hacerlo y para que su reputación no sufriera por ello: era pobre y dependía de mantener becas y ganar premios literarios para subsistir y poder dedicarse a la escritura.

Como si esto no fuera suficiente, lidió por mucho tiempo con las conductas abusivas de Ted Hughes, su esposo, quien incluso tras su muerte continuó censurando su voz. Plath también padeció varias enfermedades crónicas —entre ellas lo que se cree que fue un severo trastorno bipolar—.

Sin embargo, y a pesar de esto y de su muerte temprana, fue una escritora increíblemente prolífica cuya voz inconfundible sigue impactando a cada generación lectora. Su gran talento literario y el interés que suscita su biografía la han convertido en un icono feminista de rebeldía y anticonformismo, así como en una encarnación perfecta del mito de la artista maldita y atormentada.

The Bell Jar, única novela de la autora publicada en 1963 en Londres, ha sido de particular interés para la crítica por su carácter autobiográfico y por haber visto la luz semanas antes del suicidio de Plath, el cual la volvió famosa en Inglaterra y, posteriormente, en su país natal —en el cual había tenido una recepción menos entusiasta hasta el momento.

En 2023 se cumplen sesenta años desde que la editorial Heinemann decidió darle una oportunidad a The Bell Jar, que —junto con The Catcher in the Rye de Salinger se convirtió en una de las novelas de coming-of-age estadounidenses más importantes del siglo XX.

Esta obra ha sido ampliamente discutida y, muchas veces, a la luz de la vida de Plath y con una lupa para descifrar la psique de la autora y lo que la llevó a suicidarse. Al ser una novela autobiográfica sería ingenuo no considerar su vida, pero analizarla únicamente desde esta perspectiva, por supuesto, es reduccionista, pues su mérito literario en sí mismo ya da muchísimo de qué hablar.

Me gustaría abordar brevemente dos aspectos que me parecen claves para entender la novela: su carácter iniciático y su particular uso del lenguaje metafórico para denotar el estado mental de la protagonista (y de Plath misma, se puede suponer) y anticipar su descenso a la locura. Para los que no han leído The Bell Jar, la historia gira alrededor de Esther Greenwood, una chica que acaba de ganar un concurso para vivir en Nueva York por un mes como editora invitada en una revista de moda.

Básicamente, la obra narra la estancia de Esther en Nueva York, las mujeres a las que conoce, sus desafortunados encuentros con algunos hombres, y cómo —a pesar de sus varios logros académicos– se siente cada vez más vacía y más alienada de su entorno.

Cuando regresa a su ciudad, Esther sigue sumida en esta espiral de decepción, pesimismo y desesperanza. Además, es rechazada para entrar a una clase de escritura en Harvard, lo que la deprime aún más. La novela aborda los pensamientos de Esther, su visión del mundo e inconformidad con lo que la rodea y lo que se espera de su género.

Su estado mental se deteriora rápidamente e intenta suicidarse, tras lo que es internada en dos hospitales psiquiátricos hasta que, finalmente, es tratada correctamente y comienza a mejorar y a ver su futuro de forma más optimista.

Con su recuperación, viene también una reivindicación de su autonomía y comienza a dejar atrás los dogmas sociales que la constreñían. The Bell Jar termina poco antes de que Esther sea dada de alta del psiquiátrico; cuando comienza a pensar de nuevo en su carrera literaria y en lo que quiere hacer con su vida. El relato concluye con una incertidumbre esperanzadora.

The Bell Jar es considerada una “novela de formación” en la que el personaje principal atraviesa un periodo de sufrimiento que le permite evolucionar para finalmente encontrarse consigo misma y alcanzar la tranquilidad mental para continuar viviendo.

Es importante resaltar que, a pesar de su carácter “formador”, la novela está lejos de ser una apología de la transición de la inmadurez adolescente a la adultez o aceptación de la realidad (nunca está de más resaltar que la enfermedad mental NO es sinónimo de inmadurez).

Pese a que a veces se ha interpretado de esta forma, no es una novela a favor del eterno progreso. Tampoco adopta una postura moralista respecto a la enfermedad mental y, más bien, transmite desde un punto de vista empático y enfocado en la perspectiva de Esther su necesidad de escapar de los paradigmas que la conflictúan y asfixian. En este sentido, también podría abordarse la obra desde la idea de que la “locura” es un tipo de subversión política.

De la misma forma, se detalla de una forma maestra el viaje al interior de la protagonista, su encuentro con sus miedos y la muerte, y su renacer1, la clara revelación de lo que quiere, lo que no y el hecho de que la libertad tiene un precio y que nunca podrá desprenderse del todo de la incertidumbre2.

La obra también plasma una realidad emocional que, con una sensibilidad abrumadora, permite al lector adentrarse en el corazón de la oscuridad (“the dark heart of New York”) que envuelve a Esther, en las profundidades de su identidad e inconsciente.

Uno de los rasgos de la percepción de Esther Greenwood es la caracterización de un entorno quimérico y amenazador, que se expresa con metáforas inusuales y que constantemente aluden y personifican a la muerte, como premoniciones de lo que está por suceder3.

Además, dichas metáforas enfatizan la alienación de Esther y su creciente paranoia ante un mundo que quiere devorarla. La protagonista siente la ciudad cerrarse a su alrededor y su mente atormentada no puede hacer más que presenciar, como extraña para sí misma, la avalancha de pensamientos y emociones catastróficas que poco a poco se llevan su cordura4.

Por otro lado, también es aparente que para Esther la vida es incomprensible y que esto se manifiesta en el uso de imágenes y asociaciones que hace Plath. Conforme el estado mental de la chica se deteriora, su visión coincide cada vez más con la que suelen presentar las personas con trastornos esquizoides como percepciones alteradas del espacio y del tamaño de los objetos5, ideas suicidas, incapacidad de leer el entorno6 y la manifestación de ciertas ideas que rayan en la paranoia.

Claro que estos son solo algunos ejemplos de las muchas lecturas que se pueden hacer de The Bell Jar y de su gran valor simbólico para hablar del viaje al corazón de las tinieblas de uno mismo y del regreso de él, junto con la creación de una expresión de la enfermedad mental a través de las imágenes poéticas y siempre desde el punto de vista de la persona, sin ninguna pretensión aleccionadora.

Por supuesto, es inevitable que para el lector en algunos momentos Esther Greenwood y Sylvia Plath se confundan y surjan cuestionamientos respecto a los motivos que llevaron a la escritora estadounidense a quitarse la vida y que se intuyen en su obra. The Bell Jar es y seguirá siendo, con justa razón, una novela canónica de la literatura en lengua inglesa. Leer a Sylvia Plath, y particularmente su novela, siempre me ha resultado un poco traumático.

Me sorprende la precisión y la sensibilidad con que la voz narrativa pone en palabras, lo que muchas veces es difícil de describir cuando se mira a través de una enfermedad mental e inestabilidad emocional.

También, me sorprende la creatividad de las imágenes que pueblan la prosa de Plath y que crean una realidad anímica casi palpable. Como mencioné, la novela termina de forma, sí, melancólica (claramente no aborda temas “ligeros”), pero también esperanzadora, pues se intuye que Esther comienza a atisbar cierto tipo de tranquilidad mental.

Me entristece y asusta muchísimo la ironía de que la novela termine así y que, siendo tan autobiográfica, Sylvia Plath haya realmente vislumbrado un rayito de esperanza en medio de tanta vorágine y que, finalmente, no haya sido suficiente para mantenerla a flote.

Sinceramente, cada vez que la leo me aflige pensar en la Esther Greenwood que salió del hospital psiquiátrico expectante y lista para retomar su vida, en la joven Sylvia —rebelde e increíblemente talentosa— que también se recuperó de este episodio, y en la Sylvia que —enferma, sin recursos, con dos bebés y en medio de una depresión incapacitante— metió la cabeza en el horno. Imagínense las joyas que habría seguido escribiendo si las cosas hubieran sido diferentes.

Mi frase favorita del libro y una de las más famosas es: “I took a deep brreath and listened to the old bag of my heart. I am, I am, I am”. Yo soy. Esto es lo que dice la novela, yo soy, sin apologías, sin vergüenza. En fin, The Bell Jar es una obra imperdible. Léanla. No se van a arrepentir.

  1. “The last thing I wanted was infinite security […] I wanted change and excitement and to shoot off in all directions myself, like the colored arrows from a Fourth of July rocket”.
  2. “I had hoped, at my departure, I would feel sure and knowledgeable about everything that lay ahead — after all, I had been ‘analyzed’. Instead, all I could see were question marks”.
  3. “Goggle eyed headlines […] on every street corner”/ “fusty, peanut-smelling mouth of every subway”/ “a summer calm laid its soothing hand over everything like death”/ “at my feet, the city doused its light in sleep, its buildings blackened, as if for a funeral”.
  4. “I felt very still and very empty, the way the eye of a tornado must feel, moving dully along in the middle of the surrounding hullabaloo”/ “wherever I sat —on the deck of a ship or at a street café in Paris or Bangkok— I would be sitting under the same glass bell jar, stewing in my own sour air”.
  5. “The woman’s stomach stuck up so high I couldn’t see her face or the upper part of her body at all” / “His face, with its exaggerated shadows and planes of light, looked alien and pained”.
  6. “The smudgy crags of George Polluci’s features melted away as I peered at them, and resolved themselves into a regular pattern of dark and light and medium-gray dots”/ “words, dimly familiar, but twisted all awry, like faces in a funhouse mirror, flex past, leaving no impression on the glassy surface of my brain”.

Autores
(Ciudad de México, 1997) Estudió Escritura Creativa y Literatura en la Universidad del Claustro de Sor Juana. En 2018 participó en el programa de escritura Elipsis organizado por el British Council y, al año siguiente, fue parte del Women’s Creative Mentorship Project de la Universidad de Iowa. Es autora de Sapos en la lluvia (2021), colección de cuentos publicada por el Fondo de Cultura Económica en colaboración con el Fondo Editorial Tierra Adentro. Ha publicado en revistas como Sin Embargo, Este País, Armas y Letras y la Revista de la Universidad de México. Actualmente es becaria del Programa de Jóvenes Creadores del Fonca.