Tierra Adentro

Según la RAE, la palabra «plagio» o el verbo «plagiar» en su primera acepción, significan «copiar lo sustancial de obras ajenas dándolas como propias», y no citar de forma explícita que se está haciendo uso de ideas o palabras de otra persona.

Las reglas para la investigación son rigurosas en ese sentido: se debe sí o sí, citar explícitamente las fuentes con que se construye el marco teórico, para entonces cimentar un nuevo concepto, idea o discurso. La academia tiene muy regulados estos motores y la forma en que se utilizan las fuentes, al igual que las patentes o las obras literarias.

El Instituto Nacional del Derecho de Autor y el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, son las estancias gubernamentales que funcionan como depositarios y otorgan derechos de autor para resguardar la propiedad intelectual de sus trabajos, conceptos, textos, inventos, procesos, productos, etc…

He escuchado en los últimos meses —a través de redes sociales—acusaciones por plagio de textos, coreografías, escenografías. Estrictamente el plagio existe sólo si la autoría existe, es decir, si muchas de las obras de teatro utilizan mesas y sillas, no es que se estén copiando, simplemente son elementos que se usan tanto, que se puede aludir a la falta de creatividad por parte de los creadores, pero no al plagio.

Utilizar la citación de otras obras o de parlamentos de obras clásicas, tampoco es plagio pues se utiliza lo que hoy día es una de las «formas» del teatro contemporáneo. El desconocimiento de los procesos teatrales puede llevar a malentender la intención de un autor al hacer referencia, por ejemplo, al árbol de Beckett en Esperando a Godot como referente de un autor, o cuando se usa la estructura del teatro dentro del teatro, o metateatro, en donde las referencias a lo teatral y a otros autores y creaciones se vuelven parte de la obra. En este caso, lo que puede suceder es que la idea se desgaste, pero de ninguna manera es un plagio si se está construyendo otra obra. El problema está cuando la puesta planteada no construye nada y la idea motor es más fuerte al mantener su autonomía frente a la nueva, entonces, efectivamente parece más una copia.

En estos casos lo que sí puede ser un problema —ahí comienzan las sutilezas del plagio— es cuando no se hace referencia explícita del autor o a la obra de la que estamos tomando el referente, es decir, supongamos que hago una obra donde una mujer acostada en una especie de cama, mueve la mano de la misma forma en la que la artista Marina Abramovic lo hace para despedirse al mismo tiempo que dice: «bye,bye» , en The Life and Death of Marina Abramovic (dirigida por Bob Wilson), entonces la escena tendría que explicarse y ser parte de la estética de la obra, no podría estar sólo como copia, sino que tendría que poseer un sentido dentro del nuevo discurso.

Por otro lado, el arte siempre se ha construido a partir de su historia. En la plástica, la utilización de los mismos iconos en la historia del arte pictórico es común y nadie piensa que se esté copiando a Miguel Ángel si alguien hace una Piedad. Esta figura fue durante siglos una de las formas de crear un estilo personal sobre una misma escena. Después llegó el arte moderno intentando crear nuevas formas y dialécticas, pero en la era del posmodernismo la idea de tomar iconos para trabajar sobre ellos se volvió una práctica común dentro del arte conceptual y plástico.

En el teatro contemporáneo esta idea de copia —o de trabajo— sobre los referentes también ha sido utilizada siempre, pero no de forma tan común o como parte de un discurso estético tan fuerte. El teatro en sí, se vuelve parte de los temas de las obras hoy en día, como en otras épocas podríamos hablar de las vicisitudes de algunos personajes que intentaban crear historias «nuevas» o con anécdotas novedosas, algo que, efectivamente, se sigue buscando hoy, pero en las últimas décadas la referencia a la fuente se ha hecho explícita y forma parte de la conceptualización del arte contemporáneo y también del teatro. Esta vuelta a la idea de trabajar sobre los referentes me lleva a la necesidad de exponer algunas de ellas.

Entre las formas de referencia encontramos el hipertexto, la citación y la autorreferencia: para Kerstin Hausbei, cuando las citas están puestas en boca de los personajes, su fuerza de epicización resulta aún bastante disimulada puesto que el origen de la repetición se localiza en el interior del universo dramático. Y luego sigue: la cita convoca de ese modo la actividad interpretativa del espectador, quien deviene «tercero de la relación dual, negociador y no hermeneuta» (Compagnon). En una primera fase, la cita del intercepto eterno aporta antes que nada un efecto de realidad, pero sirve con frecuencia igualmente a sobredeterminar, en la interpelación al espectador las réplicas de aquellos personajes incapaces de verbalizarlo todo.[1]

De esta manera, la cita, ya sea al interior, al exterior del texto o refiriéndose al espacio escénico, se vuelve parte fundamental de un distanciamiento con respecto al espectador que muestra los mecanismos de la ficción y que lo dota de herramientas para crear un significado distinto o en diferentes niveles de lo que está presenciando. Lo cierto es que estas referencias pueden generar problemas de plagio al no ser utilizados de manera correcta o cuando el referente plantea la estructura de la obra expuesta.

Hay otras formas en las que el plagio queda evidenciado, hemos visto casos de escritores y coreógrafos que en los últimos años han sido demandados por hacerlo de forma explícita. Esto es distinto a cuando el artista tiene miedo de escribir o crear algo muy similar a la obra de otro autor —lo cual no es poco común—, pero los temas, las formas de expresión y los vasos comunicantes existen, y se palpan en la estética y el estilo de una generación de escritores o dramaturgos.

Me gustaría añadir que el metateatro tampoco es plagio y que es una forma estética muy interesante de profundizar sobre las transformaciones  que ha sufrido el teatro a través del tiempo.

(Por cierto, esta columna en general utiliza ideas de la teoría del teatro, que efectivamente son mi bagaje académico, pero el análisis es responsabilidad completa y de mi autoría, por lo mismo puede ser que no esté diciendo nada nuevo, pero a veces repetir lo que ya se dijo en otros foros permite a muchos lectores adentrarse a temas que de otra manera no tendrían a la mano. Mi objetivo es acercar a más lectoras a los gajes del oficio del teatro y la dramaturgia).

 


[1] Sarracac, Jean-Pierre, (dir). Léxico del drama moderno y contemporáneo. Paso de Gato. 2013. p. 51.


Autores
(Ciudad de México, 1978) es dramaturga, escritora de narrativa y ensayo, directora teatral e investigadora. Sus textos se han llevado a escena y se han presentado en festivales de dramaturgia en Canadá, España, Argentina y México. Recibió el Premio Airel de Teatro Latinoamericano, Toronto, 2013 por su obra Palabras Escurridas y el Premio Internacional de Ensayo Teatral 2013 por Territorios textuales. Sus relatos se editan tanto en México como en España. Actualmente prepara dos nuevos montajes con su compañía Mazuca Teatro e imparte el seminario El teatro como territorio de la palabra en 17, en el Instituto de Estudios Críticos.