Tierra Adentro
Altar de la esquina del movimiento. Irving Cabello.

Gracias a los sonideros existe la música en la calle. Todo comenzó con alguien encargado en amenizar el pachangón. La historia se remonta a la década de 1940 a 1950. En esa época, el historiador y antropólogo, Oscar Lewis, en su libro Antropología de la pobreza ya menciona a un director de orquesta que le pone música y sabor a un cumpleaños. Eso sucedió en la colonia Morelos (Barrio Bravo de Tepito), en una vecindad de la calle Panaderos.

“Había soñado con alquilar el tocadiscos y los discos para bailes semanales, como hacían algunas personas en las vecindades grandes”, se puede leer en aquella obra publicada en 1959. Desde entonces, el sonidero (hermanastro del sound system de Jamaica y del DJ neoyorquino ligado al hip-hop) ha coexistido en nuestra cultura popular, en el bailarín o la bailarina que llevamos dentro a la hora de escuchar salsa, cumbia y demás ritmos afroantillanos.

La principal tarea del sonidero sigue siendo, tras más de seis décadas, la misma: complacer a su público con ritmos tropicales. ¿Cómo? Haciéndole oír temas que toquen el corazón. Su tradición así lo dicta, como la famosa Dinastía Perea del Peñón de los Baños, “La Colombia Chiquita” de la Ciudad de México; cuyos protagonistas, don Pablo y Manuel, se aventuraron a viajar por discos de su música favorita al Continente Americano y el Caribe. Cuando lo hicieron no se imaginaron que influenciarían a otros para hacer algo similar.

Las melodías que introducían a su gente se volvieron piezas representativas del movimiento sonidero: “Así son”, de Los Neutrales; “Eres mentirosa”, de Los Mirlos; “El hijo del guaguancó”, de The Latin Brothers; “Plegaria”, de Rodolfo Aicardi.

El sonidero también es conocido por mandar saludos muy folclóricos. En los primeros años solo iba dirigido a la festejada o festejado, pero al convertirse en un locutor del barrio desempeñó la función de vía de comunicación que unifica a las amistades y la familia con quienes cumplen sentencias en la cárcel, con el amor platónico de toda la vida, con los que se encuentran lejos de casa, o incluso para quienes recuerdan a sus seres queridos que ya no están con ellos.

De fiesta callejera en Tepito. Irving Cabello.

De fiesta callejera en Tepito. Irving Cabello.

Y si alguien dice ser un sonidero de verdad, se le reconoce por su pasión y conocimiento musical. Así, estos personajes que vienen de abajo trascienden a leyendas; ya sea porque viajan por las carreteras en sus tráileres, con sus equipos de luz y sonido para montar el baile en cualquier rincón del país, o porque siempre permanecieron como gurús del ambiente sonidero, sin ir más allá de los límites de sus barrios.

Otro fenómeno importante se percibe en los clubes de baile. Ahí la comunidad gay y transexual se convirtió en algo esencial del movimiento sonidero, el cual se ha expandido por gran parte de México y los Estados Unidos (la raza mexicana recuerda sus lugares de procedencia al escuchar cumbia, guaracha, salsa).

También las mujeres han tomado un espacio para poner música y mandar saludos; tarea que en los últimos años ha hecho el colectivo Musas Sonideras, teniendo como referencia a doña Guadalupe Reyes Salazar, Sonido La Socia, la primera mujer sonidera del país, oriunda de una de las vecindades más populares y con más memorias del Barrio Bravo: la Casa Blanca.

Entre 1970 y 1990 es considerada la época de oro del movimiento sonidero  gracias al auge que tuvieron los ritmos tropicales durante la decada anterior (1950-1960). La gente que se enamoró de esa música comenzó a coleccionar discos y a reproducirlos en celebraciones a las cuales asistían porque eran los invitados especiales. Hoy en día, la movida sonidera sigue vigente en los sectores populares y, a pesar de que un inicio la esencia del sonidero era la apropiación del espacio publico, este se ha visto mermado por la violencia y marginalidad, y por quienes lo consideran peligroso. El ambiente, a consecuencia de eso, se ha refugiado en salones de bailes, y muchos recuerdan con nostalgia sus orígenes en las vecindades, donde estos dioses del barrio lograron transformar las calles en pistas de baile.

SONIDO PANCHO Y LA ESQUINA DEL MOVIMIENTO

Inició en 1968 cuando doña Panchita, madre de los siete hermanos González, compró una consola. Un día se la rentó a una vecina de su misma calle (Pintores, de la colonia Morelos), quien tenía un XV años en la vecindad marcada con el número 4. De esa forma, Francisco, “Pancho”, el hijo mayor de Panchita, inició la carrera de “La Máquina de la Salsa” (así se le conoce a Sonido Pancho, ya que al Barrio Bravo se le considera cien por ciento salsero, y porque había una amistad con Polymarchs, “La Disco Máquina”, uno de los sonideros más reconocidos de música disco y Hi-NRG).

—En un principio los sonideros no acostumbraban tener nombre. Esto era un hobbie y nuestro sonido se dio fortuitamente, a partir de esos XV años. De ese día en adelante mi hermano Pancho se encargó de amenizar fiestas en diferentes vecindades de Tepito —comenta Jesús Chucho de 50 años, el actual encargado de “La Máquina de la Salsa”, y el hijo menor de doña Panchita.

Jesús González, líder del Sonido Pancho.

Jesús González, líder del Sonido Pancho.

Una de las razones para que Sonido Pancho iniciara tuvo que ver con que a los González les gustaba la música tropical y conseguir acetatos que datan de los cuarenta a los sesenta.

—Por la gran popularidad del cine de rumberas y porque algunos cubanos se mudaban a México, mis hermanos empezaron a coleccionar música de La Sonora Matancera —recuerda Chucho, sentado frente a su computadora donde hace mezclas y arreglos de canciones.

Para la década de los setenta, cuando la movida sonidera se desbordaba por distintas colonias de la Ciudad de México, Sonido Pancho vio cómo las celebraciones dentro de las vecindades se trasladaban a la calle (ya era mucha la gente que gustaba bailar canciones tropicales). Así, y gracias a los González, nació La Esquina del Movimiento, un baile callejero popular del Barrio Bravo.

—Fuimos de los primeros en hacer algo así. El baile duró de 1985 a 1995. Inició en el cuadro que hacen las calles Pintores y Alfarería —describe Chucho, rodeado de cuadros religiosos, consolas, viejos tocadiscos, vinilos, libros y reconocimientos que el ambiente sonidero o algunas estaciones de radio le han dado.

—¿Por qué le pusimos así? Porque antes toda la calle Pintores era la arteria donde pintaban coches y siempre había mucho meneo. Entonces adoptamos un tema de La Sonora Matancera llamado “La esquina del movimiento” —cuenta—, sin embargo el baile acabó porque las autoridades comenzaron a limitarnos por los pleitos y la delincuencia. Ya no era pura gente de aquí la que formaba la rumba. Venían de la Guerrero, la Peralvillo, La Merced y otros barrios céntricos, donde igualmente se organizaban bailes. También tuvo que ver que tocábamos en otros lados, y no únicamente en Tepito.

Altar de la esquina del movimiento. Irving Cabello.

Altar de la esquina del movimiento. Irving Cabello.

Sonido Pancho se ha presentado en gran parte de Estados Unidos, ha participado en festivales como el Vive Latino (2015), ha llevado su estilo chilango-tropical a España (2015), e incluso apareció en la película mexicana de 1976 Chin Chin el teporocho (adaptación del libro que escribió Armando Ramírez en 1972).

—La participación en Chin Chin el teporocho se dio porque Armando Ramírez es vecino; él es tepiteño —menciona Chucho, mientras parte de su equipo de trabajo arriba a su hogar, y se prepara para salir por la noche a Tlalnepantla, Estado de México—. Lo de España vino después de la participación en el Vive Latino. Ahí conocimos gente de aquel país que nos invitó a una especie de intercambio cultural. Allá tocamos como antes, con discos de acetato. Nos presentamos junto a un picotero, que son los sonideros colombianos.

Algo que ha caracterizado a Sonido Pancho es que ha tenido diferentes locutores a lo largo de su trayectoria. La batuta de mandar saludos se la han pasado entre familia y amigos. Pero los dos locutores que más recuerda la gente son Gustavo Serrano (Sonido Jasso La Voz) y Jorge Romero, “La Voz del Barrio” (Sonido Berraco). No obstante, Chucho, desde 1985, después de que sus hermanos El Inglés y Morusas estuvieran al frente, ha sido el responsable de seleccionar la música.

—El primer locutor fue mi hermano Pancho, pero al casarse se alejó del sonido. Después mis otros dos hermanos se encargaron del sonidero; solo que a nosotros nunca nos ha atraído el asunto de la locución —aclara Chucho, dejando saber que lo de él es ser un gran conocedor de música tropical, que eso viene de familia.

"Don Chucho", el encargado de la música del Sonido Pancho.

“Don Chucho”, el encargado de la música del Sonido Pancho.

Por eso mismo, comenta, quien sigue con la historia de este sonidero (uno de los más conocidos en todo el país) sabe que la tarea del locutor no es algo sencillo, y que se da poco a poco.

—Lo que hace a un buen locutor es que conozca a la gente, que sea inteligente para recordar los nombres de las personas que van llegando al baile. Mientras más facilidad se tenga en memorizar, es más sencillo desempeñar la locución. También algo muy importante es darle un estilo propio, con el caló del barrio —dice Chucho.

Hoy Sonido Pancho es considerado por sus fans una escuela que formó locutores y próximos sonideros.

—Trato de transmitirles mi experiencia a los nuevos locutores —explica Chucho, mientras voltea a ver a su sobrino Osvaldo (Disco Móvil Osvi), de quien dice, tiene un don para reconocer canciones—. Esta tarea no la puede hacer cualquiera. Quienes han estado con nosotros saben de música y se adaptan al estilo que manejamos.

En cuanto a la labor que “La Máquina de la Salsa” desempeña, introduciendo artistas y canciones nuevas, asegura Chucho: “Hemos traído salsa, cumbia, entre otros ritmos. Hacemos eso para consolidarnos en el Peñón de los Baños, Aragón y otros sitios importantes del movimiento sonidero, como también lo es el estado de Puebla. Incluso, muchas de las canciones que se han convertido en éxitos no han sido gracias a la radio. Eso ha sido gracias a nosotros, los sonideros, quienes nos empeñamos en traer algo inédito”.

Chucho sabe que los tiempos han cambiado, que el Internet ha facilitado todo y que ahora muchos sonideros cuentan con música desconocida (tanto vieja como contemporánea). Hoy  simplemente con un clic se puede descargar un centenar de melodías. Aun así, Sonido Pancho, gracias a la gran trayectoria y los contactos que tiene por distintos lugares del país y el extranjero, ha sabido mantenerse en el gusto del público con clásicos del género tropical, como también con nuevos temas que le hacen llegar artistas que comienzan sus carreras.

Reconocimiento a Sonido Pancho por su trayectoria.

Reconocimiento a Sonido Pancho por su trayectoria.

—Actualmente hemos trabajado con artistas jóvenes de Republica Dominicana, quienes por supuesto ya saben de lo importante que son los sonideros mexicanos para ellos —finaliza Chucho, y reproduce algunos saludos que esos cantantes le han hecho llegar vía WhatsApp.

DISCOS MEDELLÍN, EL TESORO DEL AMBIENTE SONIDERO

Desde hace cuatro décadas don Manuel Pérez García, de 60 años, es el dueño de Discos Medellín. La tienda se localiza en la colonia Morelos, en el local 7 de la calle Aztecas 79.

Don Manuel, aparte de amar y vivir de la música tropical, practica la santería y es un sabio de los ritmos afroantillanos. Él, en un horario de diez de la mañana a seis de la tarde, recibe a sonideros que se especializan en salsa, cumbia, guaracha, son montuno y guaguancó. Mantiene visible en su negocio uno de los lemas más conocidos del Barrio Bravo: “Tepito existe porque resiste”.

En Discos Medellín se venden CDs, vinilos, mp3 y artículos relacionados al movimiento sonidero. Cuando don Manuel no está atrás del mostrador, ambienta fiestas y eventos bajo el nombre de Sonido Medellín.

—La tienda la comencé yo solo, pero ya sabes que cuando uno está chavo anda en la fiesta. Así conocí a mi cuate Javier Lemus, quien en aquel tiempo tenía su sonido llamado Medellín —narra don Manuel, en el interior de su guarida donde se pueden ver sombreros colombianos (vueltiao), cuelgan en sus paredes una playera de Héctor Lavoe, cuadros de santeros y de Ismael Rivera; imágenes de Willie Colón y el Grupo Niche, y flyers de bailes sonideros.

Manuel Pérez García, dueño de Discos Medellín.

Manuel Pérez García, dueño de Discos Medellín.

—Mi local tuvo muchos nombres: El Universo de la Salsa, Discos Géminis, La Crema de la Salsa. Pero eso cambió cuando mi amigo y yo comenzamos a convivir más, nos volvimos como uña y mugre: yo lo acompañaba a las fiestas con su sonido y él me ayudaba en la tienda. Nuestra amistad se hizo más grande y acordamos que él iba a ser Sonido Medellín y yo Discos Medellín.

Pero don Manuel, antes de involucrarse de lleno en la movida sonidera, era restaurador de muebles antiguos y hasta trabajó en la aduana de la Ciudad de México. Sin embargo, desde que era un niño, gozaba de la música tropical andando por las calles del Barrio Bravo, donde siempre ha vivido.

—Un día, de chamaco, descubrí a Sonido Casa Blanca, gracias a una canción que se titula “Pan de coco”, de Los Caballeros de Colón —comenta el dueño de Discos Medellín, después de atender a uno de sus clientes que pregunta por una chamarra sonidera que había encargado—. Ese tema hasta se convirtió en un himno tepiteño.

Actualmente, y como lo fue “Pan de coco” en alguna época de Tepito, don Manuel ahora menciona a artistas como Mariño, quien junto a Kike Maracas, por el cariño que le tienen al Barrio Bravo, le han dedicado canciones como “Barrio salsero”.

La composición da a conocer que la zona céntrica de la Ciudad de México no únicamente debe de ser señalada como peligrosa, sino que debe tomarse en cuenta que de su entorno han surgido futbolistas (Cuauhtémoc Blanco); boxeadores (Raúl “Ratón” Macías, Octavio “El Famoso” Gómez); escritores (Armando Ramírez); personajes picaros (Lourdes Ruíz, “La Reina del Albur”, Arturo Ayala Plasencia “El Tirantes”); o los sonideros que le dan una idiosincrasia musical (Gloria Matancera, Casa Blanca, Puma, La Changa, Pancho y muchos más).

Igualmente recuerda que, en los años setenta, a quienes podían considerárseles como verdaderos ambientadores (así les llamaba antes a los sonideros), solían ser personas que se desempeñaban como radiotécnicos; ellos sabían darles uso a los equipos de sonido. Un claro ejemplo, expone don Manuel, fue Sonido de Macario, quien acostumbraba rentar sus consolas para diferentes eventos y celebraciones en Tepito.

Un hecho que influyó para que la movida sonidera de Tepito creciera, expone don Manuel, se debe al trabajo que realizó Sonido La Socia en la década de los cincuenta, en su vecindad Casa Blanca. Ella se caracterizó por tocar la música de La Sonora Matancera, de quienes popularizo muchas de sus canciones, y hasta llegó a tener una entrañable amistad con el maraquero y corista de esa agrupación cubana, Carlos Manuel Díaz Alonso “Caito”.

—Hoy en día se reconoce a Sonido La Socia por ser el primer sonidero comandado por una mujer —afirma don Manuel, mientras ecualiza la bocina que tiene afuera de su local, donde tiene sonando música tropical durante toda su jornada de trabajo— Ramón Rojo, Sonido La Changa, antes de ser el más famoso y reconocido de todos, era bien bailador y le ayudaba a La Socia a acarrear su equipo de una fiesta a otra.

Además, indica que antes de que Sonido La Changa se conociera por toda la nación y viajara alrededor del mundo, sonidos como Gloria Matancera fue uno de los pioneros y de los más importantes del Barrio Bravo.

—Gloria Matancera es un sonido de los clásicos, de los de vecindad y sin estar mande y mande saludos. Esa es la diferencia con La Changa, quien se encargó de expandir la movida sonidera tepiteña, hasta el punto de ya ser considerado como un negocio hoy en día.

El concepto de mandar saludos por parte del sonidero, dice don Manuel, inició cuando llegaron los micrófonos al ambiente, y los locutores empezaron a felicitar a quienes cumplían años, se casaban, etcétera. Por eso mismo, considera el dueño de Discos Medellín, antes, en las primeras olas de personas que se involucraban y se daban el tiempo para crear sus sonidos, eran más profesionales.

La galería de Discos Medellín. Irving Cabello.

La galería de Discos Medellín. Irving Cabello.

—Las nuevas generaciones son más estudiosas; por eso saben el momento perfecto en donde mandar saludos —reconoce don Manuel—. O hasta llegan a hacerles historias a las salsas románticas, para que sean más llamativas.

Uno de los maestros de don Manuel, como el de muchos otros, fue don Pablo Perea (cabecilla de la Dinastía Perea). “Esta leyenda que comenzó a introducir música tropical al país junto a Manuel”, comenta el dueño de Discos Medellín con un semblante serio. Pablo le daba recomendaciones, y le decía dónde conseguir música en más países. Sobre la tradición de viajar por distintos lugares del continente americano y el Caribe para hacerse de música, revela don Manuel, hasta hace apenas más de un año solía hacerlo. No obstante, con el incremento del dólar, ya no ha vuelto a salir de México.

Un motivo más para que parte del ambiente sonidero haya decaído en los últimos años es que la era digital que aniquiló la competencia que existía entre los sonideros a la hora de conseguir canciones nunca antes escuchadas en México, al momento de traerlas desde lugares que casi nunca revelaban, e incluso ocultando el nombre real de la melodía, y tapando el título que aparecía en la etiqueta del acetato, cuando decidían hacerla sonar en sus tocadiscos, lo cual provocaba que los otros sonideros que también se presentaban, debían contar con algo inédito, nunca antes escuchado.

—Los sonidos se han convertido en empresas, ve el espectáculo con el que cuentan y el gran número de gente que convocan —contrasta don Manuel, recordando las épocas donde ayudaba a los sonideros para sentirse parte del ambiente, aun cuando no recibía ninguna remuneración y únicamente gozaban de las canciones y el baile.

Mientras tanto, Discos Medellín, el tesoro más valioso de don Manuel, seguirá recibiendo a cualquier interesado en este mundo.

Don Manuel Pérez y el tesoro del ambiente sonidero.

Don Manuel Pérez y el tesoro del ambiente sonidero.

—Continuaré distribuyendo música a un setenta por ciento de los sonideros. Haré eso aquí en Tepito, en más zonas de la Ciudad de México y en diferentes rincones del país y el extranjero.


Autores
Javier Ibarra (1987): Nació en la Ciudad de México. Escribe y hace periodismo de forma autodidacta. Colabora para distintos medios del país. Gran parte de su adolescencia la vivió en Santa Catarina, Nuevo León, donde tocó la batería en algunas bandas de hardcore punk. Junto algunos de sus amigos editó el fanzine literario-musical Punkroutine, con el cual obtuvo el Programa de apoyo a publicaciones impresas Raúl Rangel Frías 2015, de CONARTE Nuevo León. Actualmente vive al norte de la CDMX. En la tercera edición del Premio Nacional de Periodismo Gonzo, organizado por la editorial Producciones El Salario del Miedo fue mención honorifica con el texto Ciudadela: máquina del tiempo vuelta rumba. Su primer libro de crónica se llama Una tragedia en tres acordes. Historias desde el moshpit (Producciones El Salario del Miedo/CONARTE, 2018).

Ilustrador
Irving Cabello
Del asfalto de la Ciudad de México del 88, navegando entre sus grietas bajo la charola de periodista, siempre con una lente lista para enfocar, dedico mi tiempo a buscar historias. Tengo en mi trabajo documental un canal de desfogue y una identificación con sus actores, identificación que me ayuda a comprenderme a mi y a mi generación dentro de la sociedad contemporánea.