Cymbals: música de la era de la fractura y el reciclaje
Desde hace algunos años Simon Reynolds (Londres, 1963) se ha ganado un sitio preponderante dentro del mundo de la crítica internacional. A él se le acuña el término “post-rock”; además, cuenta con una amplia obra que no sólo pasa por los géneros periodísticos sino que se potencia cuando aborda el ensayo. Retromanía, la adicción del pop a su propio pasado (que ahora podemos leer en español gracias a la traducción de la editorial argentina Caja Negra) ha levantado una gran polémica al poner el dedo en la llaga en torno de un fenómeno que afecta a la música, es decir, considerarla como obra artística a la vez que un producto para el consumo (así lo explica Maffesoli en sus planteamientos acerca de los bienes simbólicos).
El también autor de Después del rock se plantea el problema de la originalidad y el exceso de reciclaje: “La mayoría de los estilos musicales y subculturas que existieron alguna vez continúan estando con nosotros. Nada parece marchitarse y morir. Y eso dificulta el surgimiento de cosas nuevas”. Las condiciones provocadas por la sociedad de la información y la explosión tecnológica han hecho posible que exista muchísimo pasado acumulado al que la gente puede desmenuzar y remontarse. Muchos de los nuevos artistas —incluidos los músicos— antes que padecer un conflicto con la visualización de “algo nuevo”, prefieren retomar de los tiempos idos alguna tendencia que a su juicio hoy se encuentra olvidada. Y vaya que funciona.
Tal parecería que se trata de algo condenado a resultar mal, pero que genera un conflicto cuando el resultado tiene calidad y hasta nos gratifica o sorprende. ¿Será un sino de la era cínica en que vivimos? ¿Ha disminuido nuestra capacidad crítica? ¿Alguna vez el público masivo la tuvo?
Pienso en ello mientras transcurre el nuevo disco de Cymbals, un grupo londinense que demuestra gran habilidad para trabajar con elementos que ya existían en el pasado y catapultarlos hasta una obra que suena completamente actual. The Age of Fracture (Though love, 2014) es un disco absolutamente disfrutable y que sin duda se fundamental para un reordenamiento de sonidos que antaño conocimos; escucharlo provoca que una frase de Reynols haga evidente una consecuencia de dicha retromanía: “parece haber convertido a artistas y oyentes en arqueólogos, profanadores y archivistas”.
¿Cymbals hace buen uso del pasado o abusa de él? De entrada debemos de señalar que se preocupan por ser un grupo con ideas bien pensadas llevadas a las canciones. A ellos les interesa hacer evidentes las transformaciones y los puntos de quiebre; de hecho, el título del álbum y su concepto parten de un libro del profesor Daniel T. Rodgers, en el que aborda el giro que sufre la sociedad occidental tras la Segunda Guerra Mundial, tanto a nivel político y económico como ético e ideológico. De alguna manera se refiere a esas situaciones límite a nivel macrohistórico, según el pensamiento de Heidegger.
Pareciera un asunto complicado y cuya solución se reservan los sociólogos. Lo paradójico es que el disco se goza y resbala con facilidad. Pop electrónico al que no le faltan adeptos que subrayen sus vestigios discotequeros pero que más bien se alimentan del synthpop ochentero —esa década tan sobrexplotada—. ¿A qué se debe esa tendencia en tantos grupos de jóvenes? Una vez más Reynolds es útil: “Nos hemos vuelto víctimas de nuestra creciente capacidad de almacenar, organizar, acceder instantáneamente y compartir enormes cantidades de información. Nunca antes hubo una sociedad que pudiera acceder al pasado inmediato con tanta facilidad y abundancia”.
En su tercer LP, los británicos parece dar continuidad a su pasión por el arte del collage, lo cual es evidente desde la portada —una obra pop art—. Se decantan por su pasión por las piezas conformadas por múltiples fragmentos reacomodados y resignificados. He aquí la entrega que da cuenta de que la banda ha atravesado por una “época de fractura” e intentó transformar su sonido.
El sucesor de Sideways, Sometimes (2012) es una catarata de frescura de electrónica ligera a punta de sintetizadores, batería electrónica y caja de ritmos; acumulación de secuencias que se manifiestan desde “Winter 98”, el corte inicial, y no se detienen a lo largo de un encuentro entre melodías y aparataje tecnológico que se prolonga durante otros diez temas más (entre los cuales “Like an Animal” es la mejor).
Cymbals se han preocupado por analizar bien la obra de Rodgers, de la que usaron el mismo título; el investigador apunta que en el último cuarto de siglo XX se dio una gran disgregación y dispersión junto a violentos cambios en las estructuras sociales. He allí la fractura que quisieron representar a través de cancionesestos músicos; de allí que suene natural que aparezcan títulos como “Empty Space” o “This City”.
A lo largo de esta entrega permea un espíritu de época que provoca que en “The Natural World” se suelten frases acerca del extravío del individuo: “No conozco suficiente de ti para querer ser como tú”. Ciertas tribulaciones aparecen en medio de un tono casi orgiástico.
Los de Jack Cleverly —cantante y líder— han sabido asimilar el legado de gente como la de New Order, Depeche Mode y Yazoo, sin desmerecer, y, lo que es mejor, sin sonar viejo, pero algo debe de tener el sonido que en algunos de los portales especializados en talento emergente subrayan que provoca una especie de melancolía, allí donde los que pertenecemos a otra generación hallamos pura fiesta. Tal vez sólo sea diferencias generacionales.
A fin de cuentas, Reynolds —egresado de la carrera de Historia en Cambridge— afirma que la música ya no nos define identitariamente; vivimos en un modo random saltando entre estéticas y estilos. Cymbals nos hace estar muy conscientes de la aceleración y casi instantaneidad de los tiempos que corren. Ya lo dice Simon Reynolds: “La cultura, en tanto superestructura de la base económica, refleja la cualidad gaseosa de nuestra existencia.