Cuerpo a cuerpo con el monstruo
Titulo: Matagatos
Autor: Raúl Aníbal Sánchez
Editorial: Caballo de Troya
Lugar y Año: México, 2017
Ya en El genio de la familia (FETA, 2014), Raúl Aníbal Sánchez (Chihuahua, 1984), exploraba los sinsabores y las alegrías de ese «paraíso» perdido de la infancia; pareciera que ha encontrado en esa etapa de la vida, una manera de seguir viendo con ojos muy abiertos el abismo de la maldad y lo grotesco de sus extremos. «Cuando es un niño el que observa es imposible distinguir la edad de los adultos».
Dotada con un estilo de aura documental, la lectura de Matagatos transporta a la narración poética que un historiador del arte pudiera hacer de algunos detalles del panel derecho de El jardín de las delicias, esa visión que nos legara El Bosco del Infierno.
La obra va permeando en cada uno de sus capítulos todo el salvajismo y monstruosidad de Gilberto Ortega Ortega, alias «La Tota», un depredador psicótico que purga una condena de 75 años en el penal de Puente Grande, Jalisco, por asesinar a dos menores en la segunda mitad de la década de los noventa chihuahuenses.
Raúl Aníbal narra con destreza, en poco más de un ciento de páginas, un tejido social desgastado, se asoma a la fosa en que se ha convertido un país que no tiene la infraestructura para contener sociópatas o psicópatas antes de que estos provoquen daños irreversibles. O que lleguen al poder. O que sean una invención de éstos.
En las antípodas literarias del Patrick Bateman, de Breat Easton Ellis, Raúl Aníbal pareciera escribir esta obra para replicar algunos de sus «versos subterráneos», en los cuales se pregunta «dónde es posible reír en este mundo», logrando responderse con una solidez literaria admirable, detallando el rostro de un asesino con gran precisión narrativa, sin necesidad de caer en el extremo detallado de American Psycho.
Hay una escena en particular en Matagatos que desarma al lector: cuando Adán pelea por su vida y junto con él uno cree que podrá salvarse. Pero en el fondo sabemos que no será así, no en la novela, como tampoco lo fue en la vida real. La frase en mi cabeza que acompañaba la lectura era del epígrafe de donde toma título el libro de Ressler y Shachtman, «El que lucha con monstruos».
En otro poema, Raúl Aníbal escribe que se ha mantenido aparte de la guerra; sin embargo, en este trabajo da testimonio de que no es así. Rescatar este acontecimiento da una clara idea de su preocupación por dar explicación al origen de la violencia en un país cada vez más parecido al cuerpo que deja un asesino, desmembrado, descuartizado, canibalizado; un escritor con una «absoluta y urgente necesidad del espíritu».