Contra el silencio. Sobre Bla
Titulo: Bla
Autor: Juan Manuel Portillo
Editorial: Manosanta
Lugar y Año: México, 2016
«¿Vine a recuperar mi lenguaje?» es la pregunta rectora de Bla, de Juan Manuel Portillo. El título del libro refiere a la conciencia del desplazamiento en lo oscuro, a la brecha entre imagen y palabra. La poética del autor postula un conocimiento deliberadamente vacilante y responde a una desobediencia ante el dictamen wittgensteiniano: «De la que no se puede hablar, es mejor callarse» porque justamente el autor explora lo que no se puede hablar.
el diálogo roto es otra cosa
el dálogo roto no es otra cosa
Como quería Paul Celan, busca investigar y conquistar la realidad y no simplemente consensuarla. La onomatopeya que funda el libro no es una expresión carente de significado sino que simboliza la propia ausencia de sentido, el habla indefinida, un recorrido pleno de interrupciones. Ese discurso nos asedia permanentemente, en la calle, en los cafés, en la oficina. De hecho, casi todo el tiempo convivimos con ese murmullo que, a pesar de verbalizarse, no porta un referente preciso; es bla bla. Estamos sitiados por él porque la mayoría de las veces no estamos vigilantes, no escuchamos. Ese planteamiento, ese no saber si «entrar o salir en la niebla», la focalización en ese no escuchar, mas que una poética, es una política.
Uno de los riesgos posibles del libro sería asumir un tono misticista, que no místico; sumarse al coro anodino de la poesía litúrgica que concibe la epifanía como una imagen y un dialecto especifico. No obstante, una primicia en Bla es justamente la critica a la poesía del silencio, banal —al igual que todas la poéticas— a pesar de sus pretensiones temáticas. Porque las palabras sólo se relacionan entre sí mismas y su conexión con el afuera es metafórica («Aquí no hay balas/ el plomo cae por su propio peso»). Por eso el autor, al no defender un lenguaje privilegiado, entrevé que la poesía no es un vocabulario: «poética de silencio que construye su voto de silencio con palabras».
El enunciador permanece alerta ante el lenguaje («la amenaza latente, siempre latente/ de que un grito interrumpa esta blancura// el prestigio del grito ya existía/ está desde el principio»). El discurso y la reflexión están signados en cada verso por la conciencia del lenguaje. A riesgo de caer en la impostura, la estrategia del autor para trazar una cartografía (aquí hay una metáfora) es aminar junto con las palabras, a veces con ironía, en ocasiones con fatalidad. Es la única forma de hacerlas nuestras, experimentarlas «sensibles, audibles», «sin literatura». ¿Sin literatura?