La humillación como práctica heredada

Titulo: Árboles de largo invierno: un ensayo sobre la humillación
Autor: L. M. Oliveira
Editorial: Almadía
Lugar y Año: México, 2016
El más reciente libro de L. M. Oliveira, Árboles de largo invierno: un ensayo sobre la humillación, presenta una breve historia de la humillación en México y Centroamérica como el origen común de varios problemas que nos competen actualmente.
Al principio de este libro, el autor expone diversos estudios donde se ha comprobado que el ser humano necesita vivir en grupo para su supervivencia, y que, mientras tenga contacto con otro grupo que represente una amenaza, competirá con él por la supremacía. Para lograr diferenciarse del otro, buscará las diferencias y, a partir de ellas, se segregará. Aunque el querer distinguirse pareciera un impulso natural, esto no es excusa para el racismo, pues el entorno es el que determina dónde decidimos marcar nuestra separación, «el racismo no está en nuestros genes, está en nuestra ignorancia».
Esta naturaleza choca con la idea de que todos somos iguales, y Árboles de largo invierno parte de la idea de dignidad humana que, en la definición del autor, es un conjunto de derechos fundamentales a los que de manera absoluta toda la gente debe tener acceso. Cualquier negación de estos derechos resulta en una humillación, no importa quién la ejerza. Dicha humillación genera resentimiento que desemboca en problemas sociales que mantienen en un invierno eterno al género humano.
Bajo esta premisa, Oliveira desarrolla en Árboles de largo invierno, un ensayo de corte filosófico, que resalta la formación académica del autor, pero que se va retroalimentado de la crónica (Oliveira es autor de dos novelas publicadas anteriormente), a partir de varias notas periodísticas, donde los estudios, datos y reflexiones sirven de molde para los hechos y experiencias de aquellos personajes elegidos por el autor, por ejemplo, los migrantes.
A excepción de algún arranque lírico bastante desafortunado en el primer capítulo, el estilo de L. M. Oliveira se caracteriza por ser preciso y accesible. Además de algunas narraciones imbuidas por la crónica, el libro está compuesto por un resumen de algunas visitas históricas como las de fray Bartolomé de las Casas y de Humboldt sobre México, en donde el autor rastrea las raíces de cómo el mexicano se ha acostumbrado a la humillación y la ha adoptado como práctica cotidiana, al grado de que eventos recientes como la llamada Casa Blanca, la desaparición de los 43 —o peor aún, hechos más cercanos como el plagio en una tesis— no parecen cobrar relevancia.
Aunque algunos planteamientos del autor parecen obvios, como la exigencia de crear una cultura de respeto y conciencia del otro que vaya de la mano de un buen sistema educativo, Oliveira también expone la importancia de la argumentación como método para responsabilizarse por las ideas propias, así como instrumento de investigación conjunta, a partir de las razones del otro.
Pienso en un chiste que refiere la visita de un documentalista a una población para retratar sus costumbres: como primer acercamiento, llega con un anciano del lugar; al preguntarle sobre alguna tradición característica de la región, el anciano le cuenta la siguiente: cada que un miembro de la comunidad se pierde en el monte, un grupo de hombres va en su búsqueda, se emborrachan y luego de hallarlo, lo violan. Una y otra vez le cuenta la misma costumbre con distintos personajes (una joven, una cabra, etcétera) hasta que, en su último relato, el anciano es también aquella persona que alguna vez se perdió en el monte. La humillación funciona en ese mismo nivel al ser, desafortunadamente, una práctica común para los mexicanos, a la que sólo vemos como un problema cuando nos toca ser víctimas de ella. Como bien señala Oliveira: «La humillación no siempre es evidente ni para quien la padece, ni para quien la causa», por lo que Árboles de largo invierno funciona como llamada de atención a los grandes humilladores de la sociedad —el gobierno y la clase adinerada— y a aquellos que perpetúan la tradición, a pesar de que también la padecen, es decir, el resto de los mexicanos.
La importancia de este libro no sólo radica en ser una radiografía del México humillado, sino en la invitación que nos hace a pensar en el otro. De la misma forma en la que se defiende la utilidad de las humanidades en un sistema educativo que intenta desaparecerlas de los programas de estudio, ya que éstas son uno de los mejores puntos de referencia para la creación de empatía con el humillado, el mismo autor subraya la posición del libro que ha escrito para una sociedad que sólo busca acentuar las diferencias, nulificar al otro y no dejarlo florecer.