Consideraciones para autores de LIJ en caso de concurso
Por razones casi aleatorias, he sido testigo de varios fallos en concursos de libros para niños. La primera vez, la persona propuesta como juez no pudo llegar a la revisión y yo me hice cargo. La siguiente tuve que relacionar todos los materiales recibidos, filtrarlos y acomodarlos por número de registro; ahí aproveché para echar un ojo. Otro par de veces me encargué de los filtros previos al envío a jueces. Cada una de estas experiencias fue útil para identificar la distancia que existe entre cómo percibe el mundo editorial a la LIJ y cómo lo hace el mundo amateur. Algunos ejemplos extremos me revelaron que existe un abismo entre éstos, a veces los elementos más básicos son dejados del lado para anteponer qué entiende el autor por «infantil». Por suerte, estas propuestas siempre conviven con otras de mayor calidad. Algunas circunstancias repetidas, tanto técnicas como de concepto, sirven para enunciar una lista de elementos que pueden tomarse en cuenta antes de enviar un manuscrito o maqueta a algún certamen:
1.- Antes de empezar a escribir una obra para niños es necesario que el autor reflexione sobre qué entiende por niño. Es decir, cómo percibe a su futuro lector y qué tipo de interlocutor tiene en mente. Sirve acercarse al mundo infantil o simplemente pensar en cómo se era a esa edad. Ver publicaciones infantiles puede ayudar a darse una idea más clara de esto.
2.- Hay muchos concursos de LIJ, los más comunes: libro-álbum, novela y poesía. Antes de preparar algún material, se sugiere investigar qué es cada uno de ellos. En el caso de la novela y la poesía, la referencia es relativamente inmediata, aunque sorprende ver que muchos de los proyectos que se reciben parecen jamás haberse hecho esa pregunta. En el caso del libro-álbum es más complicado, este formato se puede definir de manera somera como una obra en la que coexisten dos formas de narrar: la gráfica y la escrita. Ambas articulan un discurso que no funciona si éstos son separados, uno depende del otro, se completan. Un libro ilustrado no es un libro-álbum si no cumple esta función. El 70% de los autores parecen desconocer la diferencia entre uno y otro, es importante tenerla en cuenta.
3.- En el caso de envío de maquetas o manuscritos, debo decir que menos es más. Los engargolados excesivos, la brillantina y los encuadernados complicados le restan credibilidad a la obra y distraen la atención. No es necesario ponerle el logotipo de la editorial a la maqueta o encuadernarla exhaustivamente, no hay que adelantarse, cuando gane ellos se encargarán. Vale la pena preocuparse por una buena impresión donde los textos sean legibles y los colores se aproximen o se apeguen a las ilustraciones originales en caso de que existan.
4.-Si se manda la propuesta por correo postal, hay que asegurarse de pagar un envío completo, las editoriales no se encargan de pagar a contra entrega y quizá los materiales nunca lleguen a su destino. No hay prórrogas, vale la pena hacerlo con anticipación.
5.- En el caso de las propuestas ilustradas, el material gráfico debe ser de la autoría de quien o quienes lo envían. Incluir ilustraciones o fotos bajadas de internet o textos ajenos, no sólo constituye un delito, también lo hace ver mal y se opone a las bases de la mayoría de las convocatorias.
6.- Gran parte de los concursos buscan contenidos de ficción y es necesario saber que los manuales para evitar el consumo de drogas, los manifiestos contra el bullying y los tratados sobre educación sexual están fuera de lugar. La calidad no se pone en duda, pero su campo de acción es otro. Se sugiere revisar qué tipo de contenidos establece cada convocatoria y qué líneas temáticas es conveniente seguir.
7.- Merece la pena revisar el catálogo de la editorial a la que se envía la propuesta. Sirve saber qué tipo de materiales publican o qué línea editorial los define. Es importante no exagerar lo anterior e intentar fusilarse el estilo de sus autores ya publicados, hay que reconocer los límites entre inspiración y plagio. Copiar un estilo no asegura el triunfo, al contrario.
8.-Adjuntar una carta de motivos o explicación sobre la obra es contraproducente. Lo ideal es que la obra hable por sí misma y si no pasa, hay un problema. Llamar a la editorial y pedir que se ponga atención a la propuesta que enviada, viola las leyes de anonimato que se establecen previamente y no impulsa el triunfo de la obra. Se reciben tantas propuestas que es imposible darle seguimiento a todas, en estos casos insistir no es la mejor opción.
9.- En cuanto a temas y tratamiento de los mismos, conviene revisar la vigencia de éstos y pensar a qué público van dirigidos. Hay relatos y temas que se sienten arcaicos porque han perdido la referencia con el público, los niños contemporáneos tienen necesidades distintas a los niños de hace diez, veinte o treinta años. Cada editorial tiene en mente a un lector ideal, hay que darse a la tarea de rastrearlo en sus colecciones. Es parte del trabajo que debe hacerse previo a enviar una propuesta.
Los certámenes son importantes más allá de los ganadores y los premios, fungen como un termómetro en cuanto a tendencias, temas, tonos y elementos gráficos. Ilustran la visión generalizada de la LIJ y las indefiniciones a las que ésta se sujeta. Sirven para reconectar con el mundo «real», para notar que el pedestal en el que están las grandes colecciones es inaccesible para muchos. Hablan de la necesidad de vincular un extremo con el otro. Reflejan también un pensamiento común: cualquiera puede escribir literatura infantil (aunque se demuestre lo contrario). El resultado de esta incomprensión se traduce actualmente en concursos que se declaran desiertos o en ganadores que se repiten año con año.