Ciruelas agusanadas
Mérida, 28 de febrero de 2014. En Yucatán, las mujeres mayas se tiñen el pelo de rojo y usan pantalones de mezclilla ajustados, plataformas altas y blusas de encaje. No todas, por supuesto, pero muchas siguen el último grito de la moda —al gusto local— y eso no extraña a nadie. El huipil es cosa del pasado, sobre todo para las más jóvenes y audaces, como la escritora Sol Ceh Moo, a quien acabo de conocer gracias a su hijo, un atento empleado del Centro de Salud de Mérida. Una tarde cualquiera llegué a su escritorio en calidad de paciente —preocupada por una picadura extraña en mi pierna derecha—; él estaba contento porque le acababa de llegar su tarjeta de crédito, y nos pusimos a conversar… Hallamos puntos de interés en común y más que eso. Pronto me dio el teléfono de su madre porque tenía que conocerla, obviamente. Sí, claro, había escuchado hablar de Sol Ceh Moo, y deseaba leerla. Hoy fue ese día. Acabo de terminar su libro bilingüe Tabita y otros cuentos mayas (Maldonado Editores del Mayab) recién salido de imprenta (en la página legal aparece el año 2013). Sol me lo obsequió ayer en un encuentro rápido que tuvimos frente a su trabajo, en la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de Yucatán, donde realiza oficios burocráticos en el departamento de desarrollo cultural para los 106 municipios que conforman el estado. Sol nació en Calotmul, en 1974, escribe en maya –su lengua materna− originalmente, y su obra literaria es grande y comprometedora, y lo digo con la intención de ser tan clara como ella, capaz de denunciar en uno de sus cuentos una práctica aparentemente común en Yucatán, según dice: el incesto, tema de “X Ma Cleofas” (Cleofas. La anciana).
[…] los odios afloraron con mayores bríos al enterarse, por bocas extrañas, que el padre de ambas, madre e hija, tenía embarazada a su amada adolescente. El dolor frente a la noticia fue terrible, era como sal en una llaga abierta. No hubo necesidad de preguntas, el hombre al verla parada frente a sí, sintió el peso del reproche en el tamaño de la mirada. Ya tenía ganas de hombre fue única respuesta que obtuvo de su padre y marido a su airada protesta de madre herida y mujer humillada. Como si una gigantesca mano invisible la aplastara, bajó la cabeza mientras su cuerpo se iba doblando hasta caer sumisa al piso de tierra.
La propia Sol traduce sus textos al español, y aunque como podemos ver la redacción parece descuidada, sus historias tienen sabor y color, y seguramente son más intensas en maya, pero por desgracia todavía no aprendo esa lengua viva y poética que cada vez me atrae más. Desde luego, la autora es muy elocuente al describir cómo es su gente, cómo piensan y qué ideas viejas les resulta difícil erradicar. Para darles una idea, copio literalmente unas líneas de otro cuento: “X- Lo’obal yaan Evencia” (Evencia. La joven).
−Eso no puede ser niña, una mujer en regla no puede entrar a la iglesia, es una inmundicia, es un pecado, una falta a la santa iglesia. Además ya eres una señorita y la doctrina es otra cosa que se acaba.
−Si es algo natural, ¿no así dices, tiene que ser pecado? ¿Acaso a la virgen no le pasaba lo que a mí me está pasando?
La bofetada me movió la cara y me dobló el corazón La autora de mis días furiosa hasta más no poder se me quedó viendo con odio atroz.
En opinión de la escritora, la educación de los abuelos ha hecho sentir que muchas situaciones que han vivido y viven las mujeres es su culpa por estar rotas. La vagina, según los antiguos, es una ruptura del cuerpo, y la menstruación es una inmundicia ante los ojos de Dios. Ahora comprendo por qué quizá a veces no es fácil entablar una conversación con las mujeres de los pueblos; tienen la mirada triste y cansada, sedienta, diría yo. Y Sol me da la razón: “históricamente han sido tratadas como bestias de trabajo y por cada hijo que tienen se van devaluando como mujeres, eso es lo que piensan los mayores; ésta es una justificación de que los hombres las humillen dado que ellos también fueron enseñados a que así valen las mujeres”. El tema del maltrato no es cosa del pasado. Por lo tanto, la escritora asume como una tarea personal decirles a todas que nacer mujer realmente no es un pecado.
¡Vaya! En pleno siglo XXI, a punto de celebrarse otra vez el Día de la Mujer en nuestro querido México, y Sol y yo aquí, sumidas en las páginas de una realidad atroz; a pesar de todo ella está a punto de presentar su libro con manteles largos y yo, bueno, añorando subirme a un árbol de ciruelas nada más para ver qué me dicen, ¿acaso que voy a provocar que sus frutos se llenen de gusanos?
Claro, lo mejor sería hacer esta travesura con Sol Ceh Moo, allá en su pueblo, localizado entre Valladolid y Tizimín, donde —por cierto— estuve hace poco camino a la playa, donde me picó el asqueroso bicho que me dejó la pierna marcada hasta hoy, y cuya identidad atípica tiene en jaque a algunos investigadores, ¡no exagero!
Pero éste no es el tema: definitivamente quisiera que Sol me contara más historias allá, en su casa, para descubrir el origen de su avispada personalidad porque estoy segura que no nada más hace honor a su nombre que obligatoriamente escrito en maya es Kiin Kej Moo, “La luz del sol y la guacamaya”, en traducción simple al español, aunque ella acotaría: “yo le doy vida y brillo a los que me llaman diosa”.
Sol también es autora de la novela X-Teya, u puksi’ik’ al ko’olel (Teya, un corazón de mujer), publicada en la colección Letras Indígenas Contemporáneas del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Tiene un montón de obra inédita y otros libros publicados que ya reseñaré. En Facebook la encuentran con su nombre propio.
Tabita y otros cuentos mayas se presentará en la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (FILEY) 2014 el 13 de marzo a las 5 pm en el Salón Progreso del Centro de Convenciones Siglo XXI, con los comentarios del reconocido novelista guatemalteco Arturo Arias y la editora Roxana Maldonado.