Tierra Adentro
Portada de "Las constelaciones oscuras", Pola Oloixarac. Literatura Random House, 2015.
Portada de “Las constelaciones oscuras”, Pola Oloixarac. Literatura Random House, 2015.

En plena Rebelión de las Máquinas, luego de los robots de Karel Čapek y las Leyes de Asimov, incluso con las naves espaciales ya en órbita explorando el universo, en la ciencia ficción el cyberpunk cambió el espacio imaginario del lector por uno mucho más cercano. El Interior. Detrás de la pantalla. Al alcance de la mano. Con Neuromancer (1984), William Gibson inauguró el ciberespacio, topónimo online donde personajes o avatares interactúan en gráficas 3D que, por lo menos desde la década de 1980, se ha apropiado del lenguaje de las computadoras para crear entornos digitales para tramas generalmente noir combinadas con lo fantástico.

Bajo el lema High Tech-Low Life, el cyberpunk es una de las últimas ramificaciones de la ciencia ficción de cara al nuevo siglo. Como expresión literaria, el subgénero se instala en el posmodernismo y critica al capital por medio de tramas en muchos casos pesimistas, situadas en un mundo futuro dominado por grandes corporaciones trasnacionales, y en donde los seres humanos reconocen —o modifican— la vulnerabilidad física de sus cuerpos fusionándose con las máquinas y el algoritmo en el ciberespacio. 

El término cyberpunk (tomado de un cuento de Bruce Bethke que publicó Amazing Stories en 1983) abreva del cyborg en tanto organismo híbrido, de la fábula de robots y del movimiento musical que en los setentas pretendía devolver al rock su absoluta rebeldía. En tal simbiosis contracultural se encuentran las claves del subgénero: un futuro hiperviolento dominado por las corporaciones, la emergencia de la ingeniería genética como fuente de nuevas tecnologías, lenguaje anárquico, superdrogas de diseño, modificaciones corporales, realidad virtual y ciberespacio, hackers, Inteligencia Artificial, estilo de vida cyber-lumpen, todo al alcance de quien pueda costearlo con efectivo o en bitcoin.

Desde luego, en América Latina el ciberpunk inoculó sus propios lenguajes en las posibilidades de un nuevo ciberespacio y se apropió de los tópicos del subgénero: computadoras, drogas y espacios periféricos, transhumanismo. Con la simbiosis humano-máquina, el relato cienciaficcional encontró nuevas estructuras para reimaginar el cuerpo. En Las constelaciones oscuras (2015), de Pola Oloixarac (Argentina 1977), la escritora sudamericana explora las posibilidades narrativas del ciberpunk a partir de las ciencias naturales y la informática en un futuro latinoamericano.

La estructura de la novela parte del desarrollo de tres personajes principales: Niklas Bruun, cronista y cazador de orquídeas, ambientada en 1882; Cassio Liberman Brandão da Silva, hacker y genio de la computación, que comienza en 1983; Piera, bióloga estrella en el equipo del Estromatoliton, LATAM, 2024.

Niklas, 1882

Crissia pallida.Traficantes de insectos, cazadores de orquídeas, zoólogos de fama tenebrosa, cartógrafos de islas desaparecidas, dibujantes enloquecidos. Las constelaciones oscuras inicia con la bitácora de un grupo de exploradores que alcanzó el mar que rodea al cráter de Famara, la masa volcánica que se eleva en el archipiélago de Juba, el último día de 1882. Niklas Brunn, el más joven de la expedición, además de ilustrar el diario de viaje, también archiva, describe y documenta la historia de los visitantes. En este primer ciclo de la novela, el cronista ilustrador se inmiscuye en el mundo de la botánica, el lenguaje místico de las plantas y la enteogénesis para narrar desde el cuerpo la experiencia oculta de la hibridación.

Brunn recolectó el archivo de ilustraciones y escribió De Flora Subterranea, “[…] los fárragos vívidos, elípticos y, por momentos, francamente incomprensibles, que anticiparían la ‘trama apocalíptica’ del Antropoceno”. El subtexto da cuenta de un momento particular de las especies: cuando la vida se separó en dos, a la conquista del océano y la tierra. Sus investigaciones serían retomadas en el futuro, añadiéndose a la colección de Humanos e Híbridos. Más tarde sería uno de los bastiones técnicos del Estromatoliton, el proyecto genómico más ambicioso en la historia latinoamericana, cuyo equipo de investigación conformaron Max Lambard y Cassio Liberman Brandão da Silva.

Cassio, 1983

“Los primeros pasos de Cassio en el mundo del capital implicaron un uso solitario, poético, de las herramientas informáticas, con incursiones ocasionales en su destrucción”. La segunda parte de Las constelaciones oscuras es un relato a la bildungsroman, preludio a la inserción de un hacker nato en el capitalismo. Hijo de Sonia Liberman, lingüista e intelectual, y João Fernando Brandão da Silva, ingeniero aeronáutico, Cassio encarna el imaginario popular alrededor del genio computacional: abandonado, blanquecino y freak. A partir de una trama centrada en su desarrollo como niño prodigio, luego como estudiante adelantado, finalmente como científico esquizoide, la historia de Cassio también es la del Estromatoliton, el Proyecto de Unificación de Datos Genéticos de LATAM, “[…] el cerebro máquina que imita la memoria natural en un solo lugar, el procesador de los rastros de los seres, el ojo-cerebro absoluto”. 

Con una prosa cargada de referencias al mundo geek, al lenguaje de los videojuegos y la metáfora posmoderna de la pornografía, en esta segunda sección de Las constelaciones oscuras Pola Oloixarac expone el mecanismo ciberpunk de su novela. Música, literatura y cine convergen en la creación de un ciberespacio softporn erótico plagado de guiños a Gibson y Lem, al tiempo que el relato científico se ve invadido por los paisajes sudamericanos y las inclinaciones de los personajes por la anarquía, lo híbrido y el algoritmo.

Piera, 2024

“La clave de una tecnología exitosa consiste en convencer a los adictos de que en ella late el futuro, que su sola aparición contiene la disolución inexorable de sus enemigos”. La última parte de Las constelaciones oscuras sucede entre el laboratorio y la especulación, pero con entornos volatilizados del tercer mundo. Piera se integra al grupo de investigación del Estromatoliton, cuyo objetivo primordial radica en la geolocalización del individuo en el nuevo mapa del mundo, a partir de trazas genéticas, según la especificidad de las personas. En este ecosistema, cada habitante del planeta trasmite información y se convierte en informante.

Como relato ciberpunk, la novela de Pola Oloixarac funciona no solo desde el lenguaje técnico/científico, sino también por la conformación de un espacio que enlaza el algoritmo con las palabras, el relato onírico de las plantas con la computación y el porno con la traza genética. Los personajes de Las constelaciones oscuras son subterráneos —Tartare d’Hunval, el más enigmático—, y todos, a su manera, se sublevan, ironizan, son anárquicos y rebeldes, propician la disolución del ciberespacio, sabotean lo híbrido.

Son cíborgs.

Portada de "Las constelaciones oscuras", Pola Oloixarac. Literatura Random House, 2015.
Portada de “Las constelaciones oscuras”, Pola Oloixarac. Literatura Random House, 2015.
Similar articles