Ch’ulel: Exposición de Antum Kojtom
Entre las etnias tzeltales existe un componente no físico en el hombre que le otorga la energía suficiente para existir más allá del cuerpo, acaso una conciencia superior que se observa a sí misma mientras fluye en el mundo. ¿Es que la mente, esa biblioteca borgeana y laberíntica capaz de apreciar la belleza, se extinguirá un día entre silencios? Ch’ulel ha sido traducido al español como alma o espíritu, pero sería mejor decir que se trata de la unión y metamorfosis de dos principios básicos que conviven sin anularse: lo sagrado y lo profano. Para las culturas precolombinas ambos estados del cosmos solían encontrarse fuertemente ligados, definiendo así el destino siempre mutable de los hombres.
Hace unos días se inauguró en el Espacio Zapata la exposición de pintura y grabado en pequeño formato: Formas de espiritualidad maya, de Antum Kojtom. El Espacio Zapata es un taller de gráfica y galería ubicado en el Centro Histórico de Oaxaca a pocos pasos del Espacio Siqueiros y La Chicatana, con los que comparte su origen en las protestas sociales del 2006, cuando un grupo de artistas formaron ASARO (Asamblea de Artistas Revolucionarios de Oaxaca) para apoyar la lucha magisterial. Han pasado ya varios años desde aquellos enfrentamientos, cuando estas calles empedradas se convirtieron en campos de batalla lacrimógena.
Vi la ciudad arder de lejos, estudiaba entonces en el D.F. y dudaba también de las verdaderas intenciones de los maestros. Sin embargo, reconozco en los artistas plásticos que estuvieron ahí un genuino interés por hacer del arte un terreno múltiple donde distintas voces puedan dialogar. Algunos de ellos siguen produciendo gráfica en el Espacio Zapata, otros han escogido caminos disímiles dónde expresar lo que piensan políticamente. La exposición de Antum Kojtom tiene que ver con esa voz que aún resiste la fuerza homogeneizadora de este sistema y pretende extender un puente sólido hacia formas tradicionales de entender la vida y al otro, el papel que el sujeto tiene por sí mismo.
Según la cosmovisión maya tzeltal, el Ch’ulel es un soplo de vida, aliento de aquella parte divina e infinita que no podemos conocer racionalmente y que además tiene la capacidad de desprenderse del cuerpo bajo ciertas circunstancias adversas: mientras dormimos, durante excitaciones fuertes como el susto o el orgasmo, o cuando atravesamos un estado alterado de conciencia como la embriaguez. Humo, cuerpo que se consume con el fuego del día. En la exposición, Antum Kojtom equiparó el Ch’ulel con un nivel de conciencia elevado donde el individuo entiende su misión en la vida y logra integrarse a un orden social, asimilando una cultura heredada de sus ancestros. Las voces de los otros en el sendero propio. El Ch’ulel se ubica en la garganta, el corazón y la cabeza, puntos energéticos a partir de los cuales el individuo procesa el conocimiento y traduce el mundo, mecanismo que no se vive en solitario sino que es resultado de una asimilación cultural.
Quizás esa sea la mayor diferencia entre las comunidades que hemos catalogado como indígenas y la nuestra, sociedad de sujetos posmodernos que conviven bajo otro tipo de lineamientos y restricciones. La libertad es un estado mental que no se encuentra cuando se está confundido, ¿y qué confunde más que no saber quién es uno, qué quiere hacer con los años ganados? Lo cierto es que aquí existe el sujeto como categoría aislada y en constante búsqueda de sí mismo, del espejo y del rostro dónde desviar su carácter fortuito, dónde aventar las cosas que no entiende. Demasiado peso para unos hombros pequeños. Sin embargo, Antum tampoco intenta promover un modo de vida superior a otro, ese ha sido un gran error de todos los tiempos, sino de apreciar la diferencia como la base misma del conocimiento. Capacidad de dejar ir aquello que permanece en la sombra.
Tener Ch’ulel es convertirse en persona, asumir la existencia propia y ajena a partir del lenguaje. Los tzeltales creen que no se nace siendo una persona, esto se logra con aprendizajes sinceros. Se trata de tener una postura frente al mundo, una postura política, si se quiere, para no ir por ahí dando tumbos sin saber qué hacer frente a las atrocidades, las cosas que estrujan el corazón como hojarasca y que no obstante acontecen una tras otra en oleadas interminables de incertidumbre y caos. Y sin embargo, algo podrá hacerse para cambiar el curso de los días. Algo que parece tan simple, tan dado de antemano, como las palabras. Cenizas son los cuerpos que aventamos al viento, dunas de sombra.
Según esto, hay otra vida cuando se comienza a hablar desde una conciencia más amplia y general, cuando el otro desaparece como una categoría distante. Ingmar Bergman hizo una película sobre esta dualidad. Persona (1966) es la historia de una confrontación entre el silencio y la palabra, partes indisolubles que necesitan repartirse uniformemente o el equilibrio corre peligros innecesarios, la persona se desintegra, adopta su locura o se la inventa. Supongo que el Ch’ulel se inscribe en el terreno de la ética, esa práctica poco común en nuestros días, confundida trágicamente con la inservible moral.
Antum Kojtom trabaja con estos supuestos místicos en torno al devenir. De ahí emana su compromiso con el arte como una vía para asimilar la muerte, aquella transmutación inevitable del ser. En 2007, fundó el colectivo Gráfica maya en San Cristóbal de las Casas, donde imparte talleres gratuitos de dibujo, grabado y pintura para niños y jóvenes. Comparte con quienes trabajan gráfica en esta ciudad la noción de que el arte debe ante todo difundirse, ser accesible para casi cualquier espectador. Los diferentes tipos de gráfica constituyen quizás un medio más igualitario de producir, exhibir y vender distintas vías para entender la realidad o por lo menos aceptarla, jugar con las cartas que nos han dado. En todo caso, no se trata de plasmar un mundo fácilmente digerible, la vida es dura y en ocasiones ruin, sino de dialogar con ese lado siempre ambiguo que llamamos oscuridad, sombra, vacío. Dialogar con la luz y el otro que es uno, reproducir un orden variable.