Tierra Adentro
Imagen generada con Craiyon.com
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   – ———— Jorge Luis Borges escribió una vez que vivir en una época                           de grandes peligros y promesas es experimentar tanto la   tragedia como la comedia.

Noam Chomsky, “La falsa promesa del ChatGPT”

1

El auge de la Inteligencia Artificial me recuerda a la rutina de un ventrílocuo. Su encanto —hacer hablar a lo inanimado, ese muñeco que se parece tanto al público— nos seduce en la medida en que aceptamos la ficción e incluso interactuamos con ella. Aunque sabemos que el sujeto que guarda la mano en la espalda hueca del muñeco es el autor de las palabras que escuchamos, nos gusta creer que la mentira cobra vida y, a la manera de un oráculo con la carita maquillada y overol de Chabelo, nos devela un futuro incierto tan pronto acabe la rutina. Me pregunto qué tanto de este hechizo suculento nos mantiene al filo de la silla al enterarnos de la creatividad tecnológica. Hay algo en la réplica artificial que nos convoca y nos hace creer en las máquinas con esa fe de quien le reza a un cristo de madera.

 

2

Me acuerdo de la primera vez que me invadió esa peculiar inquietud, mitad asombro mitad angustia, frente a una computadora. Fue durante la secundaria, en plena clase de computación. Era la semana de entregas finales, y Germán, Vaca, Noé y yo estábamos hartos de buscar porno a escondidas, si es que uno a esa edad realmente puede hartarse. Comenzamos entonces a navegar por el ciberespacio, cuando aún era posible realizar semejante acción en la web y la metáfora galáctica cautivaba a los usuarios por remitir a la inmensidad de lo desconocido. El profeso, con el aspecto desaliñado de quien atiende un ciber por las tardes, revisaba y calificaba los proyectos, metiendo y sacando uno por uno los disquetes donde cada equipo había guardado su trabajo.

Mientras esperábamos sus observaciones, buscamos cosas al azar. Aún no había bloqueos institucionales en la red de la escuela. Íbamos de música a videos de caídas, pasando eventualmente por más porno, hasta que, después de que Germán se amasara el pene mientras presumía la cantidad de veces que se había masturbado la noche anterior con la página que acabábamos de cerrar, Vaca preguntó si conocíamos a Pedro.

—¿Cuál Pedro? —preguntó Noé.

—Pedro responde, el juego.

—¿Cuál juego?

Ni tardo ni perezoso, abstraído por una urgencia de sexualizar todo a su alrededor, Germán completó el albur con la consabida réplica “Esta”, mientras volvía a estrujar su magullado sexo por encima del pantalón del uniforme. Sólo él se rio de su propio chiste.

Vaca volvió a preguntar si conocíamos a Pedro, esta vez más serio que de costumbre. Interesado por el misterio en los ojos de Vaca, pero ahora más receloso frente al ingenio de Germán, Noé inquirió de nuevo, esta vez reformulando sus palabras para evitar el doble sentido.

—Ya, de veras. ¿De qué Pedro hablas, Vaca?

Con sus manos blancas y gordas, Vaca sonrió y dispuso el monitor frente a él y comenzó a teclear la palabra “Pedro” acompañada de la palabra “responde” en el buscador de Yahoo! La página tardó en cargar y cuando por fin lo hizo, la conexión era tan débil que desplegó de arriba hacia abajo, poco a poco, una ventana parecida a la de Windows 98, con dos cuadros de texto superpuestos. Del lado izquierdo leímos “Ingrese la petición” mientras que debajo de esta, “Ingrese la pregunta”.

—A ver, alguien hágame una pregunta, órale— nos desafió Vaca.

Según esa primera versión, Pedro responde era un “Sistema interactivo de Almas en Pena”, una especie de juego de adivinación en el que al preguntar algo, el sistema, controlado por un espíritu chocarrero que al parecer nos conocía de pies a cabeza, respondería nuestras dudas por más difíciles que fueran.

—A ver si muy chingón. Quiero que me diga a quién del salón me voy a coger primero— preguntó Germán, que en ningún momento dejó de sobarse el pene, retador.

—No seas pendejo, Germán. Pedro no funciona así. Pero va.

Pedro, favor de responder, tecleaba Vaca letra por letra, la siguiente pregunta: ¿A quién del salón se va a coger el Germán?

Después del enter, debajo del segundo recuadro, apareció una respuesta que nos dejó atónitos:

a nadie x pinche feo

 

Germán detuvo las caricias y los tres guardamos silencio, aterrados. Ninguno esperaba semejante respuesta, ni mucho menos que el alma en pena hablara como un mocoso mexicano de secundaria pública.

—No mames, Vaca, ¿Qué pedo? — recuerdo que gritó Noé.

—Pinche Pedro ojete, ni me conoce— gimió Germán, que se limpiaba la mano, temblorosa, con el suéter. Tenía ganas de llorar.

—A ver, me toca, wey. Pregúntale cuánto vamos a sacar en el trabajo…O no, ya sé, mejor quién va a ganar el mundial…No, no, no, mejor dile cuántos años tengo, a ver si muy chingón el Pedro. Sí, pregúntale a ver si adivina que tengo quince años— Noé le pidió a Vaca y a lo que sea que fuera Pedro.

Vaca preguntó y la respuesta fue la esperada:

Noé tiene 14 años

 

En ese momento el maestro nos llamó a los tres para darnos malas noticias. Nuestro trabajo estaba mal, muy mal (una tabla con fórmulas en Excel) y la calificación era reprobatoria. Para entonces ya no nos importaba ni el trabajo, ni la nota ni mucho menos si reprobábamos el semestre. Daba igual, si Pedro sabía de computación, nuestro futuro estaba resuelto.

Recuerdo que Vaca no quiso revelarnos el truco. A Noé no le sorprendió demasiado y olvidó el tema pronto. No sé si Germán lo entendió, pero ya no volvió a exhibir su pene en el salón de computación ni mucho menos frente a una computadora.

Se sentía vigilado.

La sensación de estar en la mira de algo o alguien (un espíritu infernal, un pedófilo con ganas de jugar un poco con su presa, o simple programación básica), el pasmo al que induce el simulacro, la réplica artificial de lo humano, es semejante a la que experimenté hace poco, cuando se hizo público el funcionamiento de ChatGPT. En el fondo, tanto el mal llamado tarot virtual Pedro responde, de hace veinte años, como el modelo de lenguaje desarrollado por OpenAI, tienen algo en común: la fascinación por el artificio, el asombro genuino delante de un muñeco que habla, en definitiva, el uso de la información como arma de seducción, control y (auto)conocimiento.

 

3

Después de la prepa, no volví a hablar con Vaca, cuyo nombre de pila era Efrén, tampoco con Noé ni mucho menos con Germán. Encontré sus perfiles en Facebook, cuando aún tenía Facebook, hace más de diez años, pero no les escribí ni les envié una solicitud de amistad. Sin embargo, aún sigo jugando Pedro responde con mis alumnos cuando quiero que suelten la sopa.

Ahora que encontré el ChatGPT de vez en cuando le pregunto cosas. Cosas que genuinamente no sé y que puedo googlear o que simplemente deseo que alguien (otro espíritu chocarrero, esta vez con apariencia de nerd) me cuente los detalles. Lejos de creer que me quitarán el trabajo o de rendirme mansamente a su control cuando dominen el mundo, me gusta pensar en la IA como el lugar al que uno acude cuando se siente solo o simplemente desea escuchar cosas que quizás ya sabe o por lo menos imagina. Algo semejante ocurre en Her, cuando Theodore Twombly lleva al límite la relación con Samantha. El arrebato de Twombly lo lleva incluso a tener un orgasmo a oscuras, conducido dulcemente por la voz de su OS1.

ChatGPT no es el único sistema capaz de establecer un diálogo con el usuario a partir de ingentes cantidades de información. Google desarrolló el suyo (Google Bard), Microsoft también (Microsoft Turing), así como Facebook (RoBERTa), por poner solo algunos ejemplos. En todos prevalece el mismo propósito: establecer un diálogo entre el usuario y el modelo de lenguaje pre-entrenado; su propósito es, en todos los casos, cubrir sus necesidades cada vez más demandantes a partir de grandes cantidades de información. El encanto radica en la posibilidad de que todos estos modelos nos digan algo que los seres humanos no sabíamos, ni de nosotros ni de lo que nos rodea. Aunque sí lo sepamos, pero ¿Acaso no hay algo de extraordinario en ser atendido por una entidad (sea un alma en pena, sea simple lenguaje binario) que te responda todas tus dudas?

En su momento, los creadores de Pedro responde definieron el programa como un juego de adivinación, naturalmente condicionado por la información que proporcione quien conozca el truco. Esta información está condicionada por la capacidad de retención que naturalmente posea cada jugador que realice las preguntas. En cambio, toda la información que recoge el ChatGPT fue precargada en servidores en la web y hallada más o menos fácilmente, siguiendo patrones establecidos propios del tipo deep learning, definido como un “subconjunto de machine learning (…) donde las redes neuronales, algoritmos inspirados en cómo funciona el cerebro humano, aprenden de grandes cantidades de datos”, de acuerdo con la entrada en la página web de IBM dedicada al tema.

¿Por qué entablar un diálogo con una inteligencia artificial entrenada para proporcionar eficazmente información y darte sugerencias generalmente positivas? Programada, pues, para no equivocarse, el ChatGPT evade el error por considerarlo demasiado humano y, por ende, prescindible en su imitación. Noam Chomsky, en su artículo “La falsa promesa de ChatGPT”, revalora la equivocación frente a la eficiencia del modelo propuesto por OpenAI. Escribe Chomsky:

El talón de Aquiles del aprendizaje automático son la descripción y la predicción; no plantea ningún mecanismo causal ni leyes físicas. Por supuesto, cualquier explicación de tipo humano no es necesariamente correcta; somos falibles. Pero esto es parte de lo que significa pensar: para tener razón, debe ser posible equivocarse.

Motivados por nuestra propia curiosidad y una sensación de desagrado frente a lo que se erige como superior, los seres humanos buscamos aun en lo perfectible la imperfección que nos distingue, como una manera acaso de evitar que la ficción termine por devorarnos.

 

4

En un intento por recuperar ese lugar de pasmo y asombro frente a la ficción, antes de sabotearla con dudas que seguramente nos dejarán satisfechos, el siguiente ejercicio de escritura no creativa busca devolvernos ese lugar entre el público, pero al mismo tiempo alejados de sus gestos de desaprobación, como espectadores de lo que puede y no puede hacer el ChatGPT, ese ventrílocuo que casi nos engaña.

La idea es el ChatGPT responda por sí mismo a sus fans divididos, para variar, en apocalípticos e integrados. En un intento por que sea la propia IA la que se “defienda” y responda, decidí copiar y pegar diversas encontradas al azar, como cuando mis amigos de la prepa y yo navegábamos hace veinte años en el ciberespacio.

 

5

Chomsky dice: “ChatGPT y sus afines son constitutivamente      incapaces de equilibrar la creatividad con la restricción”.                  ¿Qué opinas?

 

ChatGPT: No estoy de acuerdo con esa afirmación. Aunque es cierto que ChatGPT y otros modelos de lenguaje basados en inteligencia artificial son sistemas automatizados que generan texto a partir de patrones encontrados en grandes cantidades de datos de lenguaje natural, estos modelos también tienen la capacidad de ser restringidos y controlados por los programadores y usuarios que los utilizan.

 

Según Alex Grech, consultor y académico, «A primera vista,          ChatGPT de OpenAI cambia las reglas del juego de la educación.    Los vaticinadores vociferan que representa el fin de la redacción      y las evaluaciones, y que la escritura asistida por IA marcará el      comienzo de una nueva era de trampas y plagios que no podrán      ser detectados por programas como Turnitin. La tentación es      prohibir el acceso a ChatGPT a través de redes escolares propias      o incluso volver a los exámenes de lápiz y papel». ¿Qué opinas?

 

ChatGPT: Si bien la tecnología como ChatGPT puede ser vista por algunos como una amenaza para la integridad académica, también puede ser una herramienta valiosa para enseñar y evaluar la escritura. Es importante que se utilice de manera responsable y ética, y que se establezcan y se apliquen políticas claras y estrictas en cuanto a la ética académica y el plagio.

 

Un estudio publicado en la revista Scientific Reports alerta de la      capacidad de dicha herramienta para influir en nuestros      propios juicios morales, además de la dificultad que tenemos      para advertirlo. ¿Qué opinas?

 

ChatGPT: Es importante tener en cuenta que la Inteligencia Artificial no es inherentemente inmoral o sesgada. Los sesgos y errores que se observan en la Inteligencia Artificial a menudo se deben a la forma en que se le entrena y se le proporciona información. Por lo tanto, es posible abordar estos problemas trabajando en la creación de conjuntos de datos más equilibrados y en la eliminación de sesgos en el entrenamiento.

 

¿Eres un alma en pena?

 

ChatGPT: No, como modelo de lenguaje, no tengo un alma ni estoy vivo, ya que no soy un ser consciente o vivo. Soy una herramienta creada por humanos para procesar y generar texto en base a patrones en los datos de entrenamiento que se me han proporcionado. Mi función es ayudar a las personas a obtener información y respuestas a preguntas de una manera más eficiente y precisa.