Borealis, ciudad donde hay otras ciudades
Los aeropuertos guardan un sin fin de historias. Podríamos encontrar, por ejemplo, a aquella niña que corre, ingenuamente, para alcanzar a despedir a ese que quiere y le entrega dos cajitas de té. Los destinos pierden su importancia cuando los cuerpos que se alejan y se abandonan desaparecen en el mapa. Por ejemplo, estos lugares: Nueva Orleans, Pachuca, Xalapa, la misma Ciudad de México, podrían converger en un solo cuerpo, pero en el espacio de un plano cartográfico permanecen inmóviles, atemporales. A los puntos en un mapa les pertenecen los nombres de quien los habita.
Los mapas son abstracciones espaciales: imponen trayectorias y no se pueden trazar rutas alternas ni volver hacia atrás. Se dice que las auroras sólo tienen nacimiento en las zonas polares: norte y sur. Al norte, la aurora boreal; al sur, la aurora austral. Pero estos hemisferios son relativos. Quiero decir, aquel cuerpo que quiera emprender un viaje tendrá que trazar una ruta bidimensional para abstraer el camino a seguir. El pensamiento abstracto que dibuja un mapa nos encierra en escalas.
Luces del norte
Se suele decir que el invierno nace del norte, que Bóreas, el dios del viento frío es el padre de dicha estación. De aquí surge Borealis (FCE, 2016) de Rocío Cerón, donde emergen las figuras del viento y de la lluvia, y del frío que quema. Borealis es una ciudad fría.
Uno llega a esta ciudad como llega a cualquier destino desconocido. Sin quedarnos varados, las calles de Borealis surcan las luces que nos van iluminando y mostrando el camino. Cada verso, cada estrofa, cada parte que conforma este libro trazan líneas paralelas y perpendiculares que nos arrastran a un vacío casi infinito. Partimos de destruir la idea de los mapas como manuales, y así, cada principio de verso que nos plantea Rocío Cerón eclosiona en algún otro punto de alguna otra ciudad. Todas las ciudades convergen.
Admirar es otra forma de seguir. Seguir, instintivamente, algo o a alguien, es traficar con el significado del viaje. Viajar consiste en crear nuevas rutas de escape, de abrir las estrías en la tierra y volverlas a marcar con nuestras huellas. Estamparlas. Quebrarlas. Y Borealis nos ofrece todas estas posibilidades.
Ciudades que convergen
Volver y regresar no son sinónimos: el primero indica cambio; el segundo, estancamiento. En «Borealis (Airship II, 2012. 3:24)», primer poema de Borealis, «Efnistöku», «Trances» y «Coda» volvemos a una ciudad desconocida. Se nos presenta de cuerpo entero un nuevo lugar en el mapa donde prevalecen el silencio y la muerte, ¿dónde están todos esos hombres cuyos nombres no aparecen enunciados? «En esta ciudad hay otra ciudad, cerca, más cerca de lo que se piensa», dice Cerón. Y toda esta red de muerte se difumina con las palabras del viento.
Las rutas de escape que olvidamos trazar cuando empezamos a leer Borealis se rompen definitivamente en «Un punto de esa distancia» y «Cinco partes de una prosecución», donde las imágenes como tal se establecen pétreas. Se transportan, pues, estos signos del viaje en los versos de Cerón para quedarse guardados y borrarse, tal vez. Como lo blanco borra todos los detalles en torno a una ciudad fría o a un lugar lleno, tan solo, de neblina y lluvia, de tal manera que la diferencia entre el paisaje y el agua se hace absoluta, y el agua queda como algo profundamente desconocido, un agujero negro en el mundo.
Borealis, de Rocío Cerón, se presentará el 12 de mayo en la Librería Rosario Castellanos (Tamaulipas 202 esq. Benjamín Hill Col. Condesa), a las 19 hrs. Con la participación de la autora, Abraham Chavelas (artista sonoro), Rubén Gil (artista visual), Verónica Gerber Bicecci y Susana González Aktories.