Balmoreada 4. El embuste Almadía
A pesar del auge de las escrituras citacionistas y desapropiativas, que cuestionan tanto la autoridad del autor como la idea de la gran literatura, resulta difícil hablar del embuste literario como una forma de escritura conceptual que irrumpe en la ciudad letrada con su juguetona irreverencia. Si bien es cierto que la literatura es en sí misma un arte de la fabricación, donde se desdibuja la ya delicada línea entre la realidad y la ficción, existen textos literalmente falsos, fraudulentos o de plano falsificados que buscan engañar a quien los lee. El aspecto inherentemente engañoso del hoax literario hace que sea difícil identificarlo como tal y aún más descifrarlo. Después de todo, en este tipo de libros, nada es lo que parece.
La historia de la literatura universal está llena de ellos. Pienso en el falso Quijote que se publicó en 1614 como una continuación apócrifa del libro de Cervantes. Se dice que este libro fue una revancha de Don Jerónimo de Pasamonte—el supuesto personaje detrás del seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda—por la manera en que Cervantes lo retrató en la primera parte del Quijote. O al menos eso creía Cervantes, quién dejó pistas sugiriendo la identidad del usurpador en la segunda parte del libro publicada después de que el manuscrito de Avellaneda se imprimiera. Otro caso ampliamente conocido es el de Edgar Allan Poe, a quien le gustaba publicar noticias falsas como “El camelo del globo,” donde describía con habilidad científica y minuciosidad calculada el trayecto de tres días de un globo aerostático a través del océano atlántico en 1844. Otros ejemplos son las traducciones falsas de Max Aub, las falsificaciones de William Henry Ireland conocidas como “The Shakespeare Hoax” o el éxito comercial de Naked Came the Stranger, libro intencionalmente mal escrito y lleno de sexo que pretendía evidenciar el supuesto declive de la literatura en Estados Unidos a finales de los sesenta.
En cuanto a las estafas literarias del medio mexicano, una de mis favoritas es la del cuento de Juan José Arreola que aparece en su libro Palindroma (1971). “El himen en México” parece ser una reseña de un tratado médico inexistente escrito por un tal Francisco A. Flores que varios lectores y críticos asumían como personaje ficcional hasta que José de la Colina y Gerardo Deniz se encuentran un ejemplar del libro de Flores en la biblioteca de México. Ya que menciono a Gerardo Deniz, cabe resaltar que los seudónimos muchas veces se utilizan para oscurecer la procedencia de este tipo de libros. Si bien escribir bajo un nombre falso no es sinónimo de estafa literaria (por ejemplo, los heterónimos de Fernando Pessoa o los múltiples nombres de Asunción Izquierdo Albiñana), si puede ser una pista de que estamos ante un embuste.
Una de las generaciones de escritores que se divirtió con estos juegos fue la bien llamada generación de la insolencia. La revista S.Nob, creada por Juan García Ponce, Emilio García Riera y Salvador Elizondo, combina los engaños literarios con el escándalo, el chisme y una visión de la sexualidad que, por supuesto, no ha envejecido nada bien. Fotografías sin crédito, modelos desnudas que esconden su identidad para mantener la incertidumbre, reseñas de productos que no existen y tantos seudónimos que a veces es difícil apuntar quién escribe. Por ejemplo, pienso en las secciones de giromancia firmadas por Cecilia Gironella y Dalia Amadís de Gaula, nombres que después de una búsqueda exhaustiva entre chismes, cartas, documentos de la época e investigación académica, resultaron ser pseudónimos de la periodista Ana Cecilia Treviño.
La investigadora Clara Sitbon1 sugiere que los engaños literarios son un género que busca desafiar el estatus, la función y la credibilidad del autor porque el fraude revela cómo la figura autoral opera en la esfera pública y evidencia los defectos del sistema literario. Esto es evidente en los casos antes señalados y también puede verse con S.Nob como proyecto cultural que, entre otras cosas, buscaba demostrar el acartonamiento de la literatura mexicana y su falta de cosmopolitismo.
Volvamos al punto de origen de esta serie de Balmoreadas que es Carlos Balmori (o la embaucadora de Conchita Jurado). Las balmoreadas eran tretas para establecer hasta qué punto una persona resistía una cantidad de dinero antes de hacer concesiones de orden moral o ético. Aunque más que literatura, las balmoreadas son arte de acción, éstas forman parte de la tradición del embuste literario porque inspiraron múltiples textos engañosos en la prensa de la época, así como textos ficcionales a lo largo del siglo XX y XXI que continúan jugando con el laboratorio experimental de Conchita.
Tal es el caso de Más vale robar que pedir, libro publicado bajo el sello de Almadía en el 2010 que reúne tres textos escritos por los herederos (y familiares) de Balmori con la finalidad de rendirle homenaje. Miris, Franco y Cata Balmori proporcionan al lector diferentes claves para entender el arte del embuste, acompañados de ilustraciones de Juana Balmori. En el primer texto, Miris Balmori argumenta que pocas veces se le ha dado al embuste el lugar que merece dentro de las artes porque es difícil clasificarlo y aventura una posible definición del embustero:
Hace uso de lo inesperado, trastoca las fronteras de lo legal y lo ilegal, no respeta los límites entre el buen o mal gusto, entre lo bueno y lo malo, viola gustosamente las reglas de urbanidad y, sobre todo, suele ser un gran improvisar. El embaucador busca cuidadosamente a sus víctimas, lanza la broma a un blanco bien definido2.
Para la autora, Carlos Balmori es uno de los embusteros más brillantes del “capitalismo moderno” porque utiliza la ironía y el engaño para evidenciar los efectos del capital.
Franco Balmori concuerda con la visión de Miris y agrega que lo que hay que destacar de las balmoreadas es su papel esencialmente desestabilizador. A diferencia de Maris Bustamante que identifica las balmoreadas como precursoras del arte de acción junto con las vanguardias, para Franco Balmori éstas no deben confundirse con el arte de vanguardia sino que pertenecen a la bohemia del siglo XIX. Según el autor, la bohemia nace de la necesidad y del paro laboral de los artistas desplazados del mundo ‘oficial’ del arte. Concluye que la obra de Balmori “es una concienzuda práctica de pequeñas traiciones, de una moral rabiosa que, descreída de la humanidad goza demostrando al lobo que todos llevamos dentro”3. Digamos que para los herederos de Balmori, una de las cualidades de estos engaños era poner en evidencia la relación entre el capital y el mundo del arte.
El libro cierra con “La mordaz boca bicéfala” de Cata Balmori. En este texto, se narra una conversación entre el narrador no identificado y Luis Cervantes Morales (secretario de Balmori y autor de sus memorias) mientras pasean una noche por el Panteón Civil de Dolores. Quien nos narra la caminata está intentado descifrar una de las piezas del rompecabezas: cómo es que un médico como Cervantes Morales conoce a Balmori, se vuelve su secretario y cómplice. Si bien este misterio no se resuelve, el cuento acaba con Cervantes Morales destruyendo la tumba de Balmori para mantener vivo el experimento. La tumba es la única prueba material de la muerte de Balmori. Si ésta se destruye, no habrá evidencia de su muerte y se podrá seguir alimentando la idea de que Balmori vive y viaja por el mundo, es decir, el embuste continúa. ¿Es esta la clave del misterio de la Conchita decapitada? ¿De la tumba vandalizada?
Pero nada es lo que parece. Más vale robar que pedir es un clásico embuste literario. No solo sus autores se esconden bajo identidades y nombres falsos, sino que la misma publicación del libro es un robo. El libro tiene todas las características que distinguen a la editorial independiente Almadía: colores llamativos, ilustraciones, ese papel lleno de textura e incluso el distinguido logo con una pequeña variante: hay cuatro Balmoris en la barca. Almadía, el puerquito de los Balmoris del siglo XXI.
Lo interesante del caso es que la artimaña no está centrada en el autor como en Cervantes ni en el lector como en Poe sino en el ‘robo’ de un sello editorial. ¿Quién está detrás de este robo? ¿Por qué la víctima es Almadía? ¿Qué tienen en común las balmoreadas y una editorial independiente del siglo XXI? La tradición literaria de la artimaña sugiere que estamos ante un texto que busca desafiar las formas en que se produce y circula la literatura en nuestra época. Cualquiera es libre de expresarse y es necesario “posibilitar espacios de creación horizontales que escapen al consumo y la cultura como mero entretenimiento”—dice una de las pocas entradas que se pueden encontrar en la red sobre la presentación del libro. Un embuste exitoso consiste en no poder descifrar la identidad del embustero. 666histerimocrítico, ¿Eres tú? 666histerismocrítico es (o fue) un proyecto autogestivo y cooperativo sin dueño con presencia en la blogosfera y a veces publicaban fanzines. Publicó un manifiesto que todavía circula en la red donde se declara que el histerismo es una herencia matrilineal del pensamiento y la acción histérica que ataca las defensas del capitalismo y el estigma. Tomando en cuenta esta posibilidad, el lector puede imaginarse que Más vale robar que pedir es un homenaje feminista a Jurado, otra histérica más que desafía la (hetero)norma y el (c)istema. Un embuste bien logrado no se resuelve, se alimenta. Y lo que importa es que Balmori sigue vivo, que la tumba está vacía y sus herederas siguen produciendo histeria.