Bailo porque no sé qué hacer con lo que siento… Entrevista con Beatriz Dávila
Abril fue el mes de la danza en Morelos. Todos los colectivos, los ballets, los grupos profesionales, las bailarinas, los coreógrafos, invadieron los rincones del estado con presentaciones, montajes, obras, talleres y mesas de reflexión. Precisamente en una mesa reflexión a la que fui invitado y que los organizadores titularon Jornadas de reflexión sobre el quehacer artístico «El gozo, la vida y erótico del arte», Marcos Rossi, talentosísimo coreógrafo y mente creativa detrás de Foramen, una de las compañías de danza más importantes en México dedicadas a la modalidad contemporánea, develó para mí varios de los misterios de la danza. Mi mente analítica siempre busca una explicación concisa de mi experiencia estética pero Marcos Rossi habló sobre la esencia animal del baile, la importancia de la improvisación, la conexión del bailarín con el momento en que toca el escenario: todas cosas intuitivas, inmateriales, incluso impronunciables. Durante la mesa de reflexión se habló desde diferentes perspectivas del papel de la danza. Toda esa invasión reflexiva me hizo pensar en la escena local y en el enorme vacío que deja Beatriz Dávila al partir a Buenos Aires en busca de nuevas aventuras.
Antes de que Beatriz Dávila (una de las más grandes bailarinas que ha dado Morelos) se marchara, logré platicar con ella sobre su trabajo, su trayectoria, sus sueños, sus recuerdos sobre la danza y sobre sus proyectos futuros. Esto es lo que platicamos.
¿Cuál fue tu primer contacto con la danza y cuál es tu primer recuerdo en torno al baile?
Mi primer recuerdo de bailar es en las fiestas en mi casa, cuando yo era niña. En mi casa había muchas fiestas con la música a todo volumen, y se bailaba. Los sillones se corrían hacia los lados y todos bailábamos como mejor podíamos, nadie intentaba bailabar especialmente bien, mi papá y algunos tíos sabían bailar rock & roll y cumbia de pareja, de ahí en fuera era más bien una improvisación libre. Mi recuerdo de esos momentos es de mucha felicidad. En mi casa siempre había música de todo tipo. Mucha música clásica, mucho rock “viejito” como Pink Floyd, The Beatles, también algo de rock en español, algo de Silvio Rodríguez, algo de Juan Luis Guerra. De todo un poco. Pero yo diría que música inspiradora, no digo buena porque no soy quién para saber cuál es buena. Pero si esa música que te hace sentir cosas muy profundas y muy fuertes que se desbordan del cuerpo. Hablo de la música porque para mí fue el primer impulso para interesarme por la danza, bailo porque no sé que hacer con lo que siento cuando escucho música. La danza contemporánea tiene una relación muy abierta con la música. Esto quiere decir que la danza no necesita a la música para existir, puede surgir de otros estímulos. Coincido con esta sentencia, pero lo que más disfruto es bailar bajo es estímulo de la música.
¿Exploraste en otras danzas antes de llegar a la contemporánea? ¿Cómo fue esa evolución-exploración de la danza clásica a la contemporánea?
Sí. A los siete años entré a una academia de ballet, y me comprometí mucho; de chica me gustaba mucho la disciplina, el orden, la claridad. Yo quería ir diario. Estuve en ballet de los siete a los 15 años, y cuando estaba en la adolescencia me desencanté y me salí, creo que me di cuenta que no iba a llegar a ningún lado. Me metí a competencias de porras y luego de intercolegial. En ese lapso de tiempo estuve en clases de jazz, pasé por la danza árabe y africana, todas me gustaban pero no me enamoré de ninguna. Hasta que entré a una escuela (CODAM, ahora ESDAM en Cuernavaca) que ofrecía una carrera de bailarín, ahí conocí la exigencia de la danza, y eso me atrapó. En realidad el clásico no lo he dejado, me encanta, me parece como una meditación en movimiento, hay que estar tan consiente de todo el cuerpo para poder controlarlo que uno se ve forzado a generar estrategias mentales y emocionales para lograr algo. La danza contemporánea la conocí primero por el Graham, que tiene cosas maravillosas integradas en la enseñanza de la técnica como el uso de la respiración, la contención y liberación de energía; los motores de movimiento, direccionar el flujo de energía dentro del cuerpo, uso de fuerzas opuestas, el uso de la animalidad y sensualidad en el movimiento. Todos estos conceptos eran nuevos para mí y me asombraba que hubiera tanta profundidad en cuanto a la técnica de la danza. Esta escuela fue muy importante porque ahí empecé un camino de autoconocimiento a través de la danza, independientemente de lo que pudiera lograr como bailarina, este es un camino que una vez iniciado no pude dejar, cuando dejo de bailar es como si dejara de comunicarme conmigo.
Hablas de la danza contemporánea como medio para la exploración del alma humana ¿cómo funciona eso? ¿Qué te interesa reflexionar sobre el alma humana?
El cuerpo y su movimiento son una sola cosa, lo que mueve al cuerpo, su vida, su voluntad, sus ideas, es a lo que me refiero con la palabra alma. El cuerpo y su movimiento son la expresión física de todo lo intangible que le pasa al ser humano. Al movernos evidenciamos la relación que tenemos con nosotros mismos y con el entorno, nuestra forma de percibir, de sentir, de pensar y de actuar en consecuencia. La danza es ese proceso al desnudo, es estar existiendo, en presente continuo.
¿Cómo es trabajar con la coreografía del alguien más (Marcos Rossi, Beatriz Madrid, etc.) y cuál es el proceso que transitas para las piezas individuales que tú has creado? Platícame sobre las piezas que armaste para el PEDCA-FOECA.
Trabajar con un coreógrafo es sumergirte en su imaginario. Hay que realizar un esfuerzo por comprender qué es la danza para esa persona, qué es lo que está buscando para poder ponerlo en el propio cuerpo.
Con Beatriz Madrid el trabajo fluye de forma natural, ya que ella es muy clara en lo que busca y utiliza distintas maneras de transmitirlo, ya sea a nivel de imagen, emocional, metafórico o práctico. Algo que ella hace y que me parece un gran acierto es que sabe expresar en términos de realidad tangible qué es lo que quiere ver, es decir, traduce la idea en algo visible, y lo hace con su cuerpo. En el proceso creativo, empieza por compartirte su lenguaje de movimiento, es como si primero te enseñara a hablar su idioma. También te platica de qué va la obra completa y la divide en escenas. Va trabajando las escenas una por una con los bailarines que participan. Al principio ella monta algo de movimiento y a partir de ahí nos brinda libertad para que los bailarines propongan (lo cual es muy rico porque se genera un diálogo entre danza) imágenes y sensaciones.
Mi proceso creativo personal ha ido evolucionando mucho, yo creo que con esos proyectos lo que hice fue que empecé a desarrollar un método de trabajo que en un principio no tenía. Algo que me ayudó fue dar clases, ya que aprendí a ordenar mis ideas para transmitirlas y comprender que cuando se trabaja con otra persona, ésta tiene su propio proceso y tiempo. Mis procesos han sido temporalmente extraños, cuando monto una coreografía con otros bailarines llego rápido a una idea, en parte porque los bailarines y espacio los he tenido por lapsos muy limitados y tengo que aprovechar el tiempo y la energía de la gente lo mejor posible. Llego a algo y un tiempo después vuelvo a verlo, y lo continúo, lo sigo trabajando, y así voy acercándome a algo que se parece más a lo que busco.
Me gusta estimular mentalmente a los intérpretes, crear una coreografía me recuerda mucho a cuando jugaba de niña con mis amigos. Inventábamos un mundo entre todos que tenía sus propias características y reglas. Para mí el trabajo del coreógrafo se trata de plantar la semilla para que ese mundo se genere entre todos los que participan, encontrar formas en las que los intérpretes puedan identificarse con la motivación, puedan involucrarse y se sientan con ganas de proponer. Lo que busco es encontrar esos «momentos» durante el proceso y también en las funciones. Momentos en los que nos estamos comunicando en otro plano.
¿Cómo es tu proceso creativo y de disciplina? Cómo es un día contigo.
Mi disciplina es por necesidad. Necesito tener una clase de danza al día, como decía antes, si no la hago, es como si pasara un tiempo sin hablarme, sin saber de mí; me voy alejando y cuando regreso a un salón de danza no sé qué va a pasar, no sé cómo voy a reaccionar. En realidad soy algo floja para hacer ejercicio por mí misma, ese lo hago porque me obligo y me siento bien después de hacerlo. Definitivamente también me encanta descansar, tener vacaciones y olvidarme de todo, pero me sabe mejor si siento que, como dicen «me gané el descanso».
En cuanto al proceso creativo, busco algo que me emocione hacer, cuando pienso en lo que voy a hacer y me da flojerita mejor dejo ese tema y busco otra cosa. Siempre colaboro con algún artista, ya sea bailarín, músico, plástico y/o visual, ya que me es indispensable la retroalimentación. Para generar movimiento me ayudo mucho de la música, aunque después la cambie. La uso para que me dé el tono y la intención que busco en el movimiento. Cuando estoy en un proceso creativo, todo el tiempo estoy buscando pistas. Es como si estuviera resolviendo un acertijo: las pistas pueden estar en los lugares más inesperados. Eso es algo que me parece muy valioso para hacer, entrar en un estado de asombro y búsqueda, es como si al mundo le aparecieran puertas secretas.
¿Qué otras disciplinas o creadores te inspiran?
En México, la primera compañía que vi y gracias a la que supe que quería bailar danza contemporánea, fue Contempodanza, y cuando conocí a los Delfos y la Escuela de Mazatlán me gustó aún más. Definitivamente me inspira la música, me encanta ver grupos en vivo. Suena cursi pero me gusta cerrar los ojos al escuchar música e imaginar. La música se comunica en otro plano. Me encanta el cine, la literatura, la pintura, las artes plásticas. Me gustan las cosas que me rompen esquemas.
¿Cómo experimentaste y percibiste el movimiento dancístico en Morelos? ¿Crees que existe un movimiento con fuerza? ¿Cómo lo comparas con lo que viviste en Mazatlán con Delfos?
Si hay un movimiento dancístico muy fuerte, con vertientes hacia lugares muy distintos, hay danza contemporánea, clásica, afro, árabe, folklor, salsa, etcétera. Como en todos lados hay escuelas muy buenas y otras no tanto. En Mazatlán la danza contemporánea está centrada en la Escuela dirigida por Delfos, me parece que en Morelos no es así. Con la Licenciatura en danza que está iniciando en el Centro Morelense de las Artes crecerá mucho más.
¿Cuáles son tus planes a corto y largo plazo en torno a la danza?
A corto plazo seguiré bailando, con o sin público, ya que ahora no formo parte de un grupo que se presente. Me estoy involucrando con grupos independientes de teatro y danza-teatro. Esto me interesa mucho y tengo poca experiencia. Quiero hacer una maestría, todavía no tengo totalmente definido en qué. Para estudiar me interesa la docencia, la danza terapia y el aspecto teórico de las artes escénicas. A largo plazo quiero dar clases, colaborar en proyectos artísticos diversos, escribir algo relacionado con la danza.