Tierra Adentro

Benjamin Clementine toca el piano con un estilo personalísimo y suelta un torrente al cantar. Tiene apenas venticuatro años y posee gran personalidad. Es el 25 de octubre de 2013 cuando se transmite una emisión más del influyente programa de la televisión británica Later with Jools Holland. No sólo los asistentes al estudio quedan maravillados, sino que al día siguiente los telespectadores lo convirtieron en el artista más compartido en redes sociales de la semana.

Su interpretación de «Cornerstone» es tan demoledora como incipiente es su carrera. Apenas va comenzando y su impacto es tan inmediato que en el estudio de grabación, un muy emocionado Paul McCartney le pide: nunca dejes esto. Se trata pues de un intérprete excelso que en un tremendo afán por definirlo, me atrevería a apuntar que semeja ser un «bola de nieve» para el siglo XXI. Hice la prueba mostrándole un par de temas a un avezado pianista de música clásica y sin problema encontró viable mi comparación (además de sorprenderse con la música). Algo hay en la obra de Benjamin similar a las interpretaciones tremendas de Ignacio Jacinto Villa Fernández (1911-1971), aquel impresionante negrazo cubano que falleciera en la Ciudad de México y cuya música llenó de pasión y sentimentalismo noches enteras.

Pero antes de seguir con las conexiones francesas de Clementine, hay que señalar que esta historia tiene otro antecedente televisivo importante. En 2005 vio una presentación en vivo de Antony & The johnsons, en ese momento le sobrevino la revelación de lo que quería ser en la vida. Dejó a su conservadora familia de origen ghanés (que se conducía bajo estrictos principios religiosos) para marcharse a buscar fortuna. Durante un tiempo se alojó en casa de un amigo pero un pleito lo hizo emprender un viaje de renovación; buscando opciones en internet dio con un boleto casi regalado a París y allá fue a dar.

Con muy poco dinero en el bolsillo anduvo a salto de mata entre hostales, estaciones de metro y calles que se convirtieron en sus primeros escenarios. Arrancó a cantar por puro instinto, sin estudios formales. A los ocho meses de presentaciones públicas juntó para su primera guitarra. No es la primera vez que las aceras de la «Ciudad de la luz» aportan a un gran artista. Ocurrió que dos productores de música electrónica se toparon con él. Lionel Bensemoun y Matthieu Gazier decidieron firmarlo y crearle un sello propio: Behind. Apareció su primer Ep Cornerstone y se sucedieron presentaciones en Hoteles. Mucho se habla de un concierto en Cannes donde se impuso a una audiencia indiferente para dejarla petrificada al final.

Con un futuro encaminado y algunos contactos, regresó a Londres donde provocó espectacular impacto durante el programa de Jools. En breve le llovieron propuestas para presentaciones y un contrato rumbo a un Lp debut: At least for now (Barclay-Universal, 2015).

El tipo se vuelca sobre el piano, toca fuerte y en instantes suaviza su lamento. Tiene pequeños detalles contemporáneos de producción en los temas y se acompaña de una sección de cuerdas. Tal vez no sea un pianista que sorprenderá al mundo de la música clásica, pero en el pop actual es un verdadero acontecimiento. Además, modula su voz a manera de recurrir a agudos casi en falsete para luego saltar a pasajes graves, casi cavernosos.

El disco comienza con «Winston Churchill´s Boy» a piano y voz; una estructura sencilla que deja toda la importancia a la interpretación, a la manera de cantar. Las cuerdas entienden su papel de acento y matiz. Cuando todo parece calmo surge una percusión electrónica que nos coloca de golpe en un presente intenso.

Se muestra como si fuera un veterano y apenas va por la mitad de la veintena; de él también se exalta la parte narrativa y no faltan las fuentes que lo consideran incluso un poeta a carta cabal. Y es que sus historias impactan, así como su dicción y acento. Impresionante en «London» y «Adiós» (¿quién interrumpe una canción para dar una explicación y luego continua?).

Cuando se coloca ante el piano, Benjamin se dice admirador de Erik Satié; pero donde aquel era tan sutil, el inglés imprime gran fuerza y a veces toca al límite de lo formalmente correcto. En medio de un exabrupto mediático las comparaciones abundan; dado su estilo y color de piel, algunos lo han llamado «el nuevo Nina Simone» y por su manera de cantar y el desbordado amor por París que muestra, aparece ese genio llamado Serge Gainsbourg como referente.

At least for now es un álbum generoso, las buenas canciones no se escatiman; bien podemos recurrir a «Nemesis» (con otras maneras de vocalizar y cuerdas emotivas) o a «The People and I». Es un álbum con mucho aire bohemio que funciona mucho mejor de madrugada, y mientras se persiguen amores furtivos. Tiene también un tufo etílico —sin duda se disfruta mucho más con un trago en mano—.

Siempre quedaran noches por gastar y juegas por emprender; este disco es una compañía de ensueño. No deja de extrañar que Clementine cite a Luciano Pavarotti como su modelo; aquí lo que suenan son canciones en la tradición de Rufus Wainwright, Scott Matthew y Patrick Watson. Siempre con Antony en lo más alto del recuerdo.

Benjamin Clementine ofrece una experiencia sobrecogedora y una interpretación desbordada; tal vez no sea perfecto técnicamente, pero la autenticidad de su propuesta nos mantiene con los nervios de punta y en el filo de lo emocional. La tradición musical de la negritud ha encontrado a uno de sus heraldos con mayor capacidad para proyectarse al futuro. El soul no morirá jamás.

 

 


Autores
De los años sesenta tomó la inconformidad recalcitrante; de los ochenta una pasión crónica por la música; de los noventa la pasión literaria. Durante la década de los dosmil buscó la manera de hacer eclosionar todas sus filias. Explorando la poesía ha publicado: Loop traicionero (2008), Suave como el peligro (2010) y Combustión espontánea (2011). Rutas para entrar y salir del Nirvana (2012) es su primera novela. Es colaborador de las revistas Marvin, La mosca, Variopinto e Indie-rocks y los diarios Milenio Hidalgo y Reforma, entre otras publicaciones.