“Bailando la danza de todos los siglos”: XX poemas, de Salvador Novo, 100 años después
Este año se cumple un siglo de la publicación del primer poemario de Salvador Novo, XX poemas. Vio la luz en 1925, cuando el autor tenía apenas veintiún años y el siglo XX, su primer cuarto cumplido.
Volver a Novo, al primer Novo, cien años después, es una especie de homenaje, pero también una forma de hablar con nuestros muertos admirados, pues el tiempo de la lectura es un acto propiciatorio para el encuentro, como lo es la mesa de una médium o el tablero de una ouija. Justo el año pasado se conmemoraron los 50 años de su fallecimiento.
Es bien sabido que Novo, nacido bajo el signo de leo en la Ciudad de México el 30 de julio de 1904, fue un escritor abiertamente queer y dandy, controversial, polémico, cuya ponzoñosa pluma (“burlesca, festiva y erudita”, en palabras de Héctor Domínguez Ruvalcaba) estuvo en boca de todos. Si la mayoría de sus textos destaca por su carácter incendiario o hace gala de su talento para la provocación, no así ocurre con sus primeros versos, que han sido poco revisitados en los últimos años y se han perdido en el fondo del escenario.
Quisiera hacer una revisión de lo ya dicho sobre XX poemas, pero también deseo avivar un acto de invocación a la lectura de Salvador Novo desde el 2025. A través de este ensayo, será posible recordar que el escritor, pasado un cuarto de SU siglo, dedicó versos al paso vertiginoso del tiempo, y más específicamente al tiempo de lectura.
Editado por Talleres Gráficos de la Nación, y con un tiraje único de quinientos ejemplares numerados, XX poemas se incluye entre las ciento nueve páginas del volumen Ensayos, opera prima del autor. Se trata de un poemario travestido, pues la primera parte del libro reúne dieciocho textos breves, de naturaleza proteica como los de Montaigne, antes compartidos en otros medios: la mayor parte en prosa, de corte digresivo y diletante, aunque también se incluyen algunas piezas de dramaturgia donde se inclina por la sátira. La segunda parte, subtitulada “Ensayos de poemas”, recoge algunos de los más conocidos del autor, por ejemplo, “Viaje” o “Primera cana” (únicos que fueron seleccionados por Monsiváis para conformar la edición del “Material de Lectura” de la UNAM de 2009).
El carácter travestido del libro se antoja también desde la ilustración de su portada: un dibujo firmado por R. M., iniciales de Roberto Montenegro. Presenta la imagen de una Medusa enmascarada, que responde a las pautas de la iconografía modernista y decadentista, como también se puede observar en no pocos grabados de Julio Ruelas y su reinterpretación de figuras mitológicas clásicas.

Para enmarcar esta invocación a Salvador Novo a cien años de su primer libro y a cincuenta y uno de su muerte, recurro a Escribir después de morir. El archivo y el más allá, publicado por Javier Guerrero. Aquí, el investigador escudriña en los archivos del Centro de Estudios de Historia de México de la Fundación Carlos Slim, en particular en varias cartas fechadas por nuestro autor invocado desde Hollywood, en 1940, cuando Novo manejó desde la capital de México hasta California con Pancho, un luchador que fue su amante. Asimismo, el libro estudia el repertorio prostético y cosmético del escritor mexicano: pelucas, anillos, chalecos y otras prendas exuberantes.
Es justo Javier Guerrero quien se propone en 2022 lo que antes también habían intentado Monsiváis y Fabre: volver a Novo, traerlo desde el país de los muertos y, en calidad de zombi, hacer que interrogue el presente a través de su archivo. En palabras del autor: “el archivo excede su condición funeraria y en él pueden producirse formas de vida y permutaciones somáticas capaces de desafiar la tajante división entre vivir y morir, inclinadas a emancipar la coincidencia entre el fin material del autor y el cese de su escritura” (9). En esta publicación de hace apenas tres años, Guerrero indaga en cómo el archivo produce una “sobrevida”, un excedente material que resiste a la fijeza de la muerte y regala una nueva piel al autor o autora que se convoca (9-10).
Aunque no me encuentro observando o tocando los peluquines o las alhajas de Novo, sí tengo ante mis ojos los veinte poemas publicados en el libro Ensayos. Y para hacer todavía más curiosa la indagación, al sumergirme en el acervo digital de la Fundación Carlos Slim, también encontré que cuatro de los veinte poemas aparecen en un suplemento de El Universal, titulado Adytias, a propósito de haber sido leídos por Novo en el stand de dicho periódico en una feria del libro que no he logrado fechar. Sin embargo, a juzgar por el texto que sirve de prólogo, ocurrió de forma previa a la publicación de XX poemas.

Fuente: Fundación Carlos Slim
Con la idea del archivo material en mente, es posible afirmar que existe en esta primera lírica de Novo una atención hacia los enseres cotidianos que ha sido comentada con escasez pero que bien puede ser mirada desde las teorías contemporáneas del materialismo vitalista o la ontología orientada hacia los objetos. En particular, en estos poemas destacan cosas cotidianas como las unidades que usamos para contar el tiempo, al igual que objetos como los relojes y el almanaque —un objeto que hoy, para las generaciones más jóvenes, puede resultar hasta arqueológico—. En el universo semántico de estos poemas, también se recurre a imágenes relacionadas con la correspondencia, los buzones y el servicio postal, con los mapas que permiten viajar, con cajones que guardan objetos más pequeños.
En palabras de Monsiváis, para Novo “poesía es […] la metamorfosis de las cosas comunes” (85), hecho que hoy pudiéramos poner bajo la lupa de la fenomenología queer de Sara Ahmed, pues los poemas enrarecen los objetos, los traen a la vista, los alejan de su condición de mueble que no se mira de tan mirado que está. Así ocurre con el piano del poema “Hanon”, en el que el tiempo vital se asocia con un dedo que recorre un viejo teclado:
Como un índice
vago por el teclado de los días
y cada siete veces una vez
exclama el corazón un do de pecho.
[…]
El poema “Almanaque”, en cuya estrofa final toma prestado un fragmento del verso de Fray Luis de León, se divide en dos partes y presenta al tiempo a través de una experiencia arquitectónica. Los meses del año son casas, cuyas semanas son pisos, cuyos días son habitaciones:
[…]
El tiempo nos conduce
por sus casas de cuatro pisos
con siete piezas. Sala, dos recámaras,
comedor, patio, cocina
y cuarto de baño.
Cada día cierra una puerta
que no volveremos a ver
y abre otra sorprendente ventana.
El aire derribó
dos cuartos del último piso
de febrero.
El aire se serena
y seguimos buscando casa.
Para Ángel López-Fernández, en un artículo fechado en los setenta, “Novo logra [en este poema] una concentración poética fuertemente expresiva del fluir del tiempo y de su acción corrosiva sobre nosotros” (103). Se trata de una subjetividad que se siente a prisa, ante la velocidad vertiginosa de la tercera década del siglo pasado. Un yo que merodea y divaga sobre el tiempo transcurrido, y sobre el tiempo como experiencia vivida. Con sutil humor, incluso remite a esos dos días de febrero que perdemos cada año y a nuestros cuerpos como mensajes que nunca terminarán de llegar a su destino.
En otro poema, titulado “Naufragio”, que apenas descubrí que se llevó a la ópera gracias a José Rolón, la voz lírica de Novo se muestra vulnerable ante dicho paso del tiempo y emplea una imagen poco usual, de vanguardia, para descubrirse bajo la intemperie. Como nos recuerda Monsiváis, Novo establece una relación de burla/deseo con la posteridad” (85):
¡Que me impregne
el vendaval de las horas!
Huyo de los hongos cúpulas
paraguas, paracaídas y caídos.
[…]
¡Corramos a la lluvia!
Nunca ha estado tan orquestada,
es el Placer-que-Dura-un-Instante
y además ya inventaron los pararrayos.
Esta ola de viento
sabe a torsos y a hombros desnudos
y a labios y huele a miradas.
[…]
Ahora me quiero detener un momento en dos poemas que, a mi juicio, materializan una escenificación particular de Novo, mediada por la lectura. En el primero, que lleva por título “Resúmenes”, la voz lírica habla del libro como objeto que encierra de forma indefectible el lapso en que fue leído, tanto su duración como la ubicación temporal y espacial del acto en sí mismo. Esta captura, según el poema, no está exenta de su dimensión corporal: para muestra, la primera de cuatro estrofas, que asocia un poemario de Victor Hugo con la convalecencia del cuerpo lector. Desde esta perspectiva, leer es dejar el cuerpo sobre la página.
Mis libros
tienen en sí las épocas
en que los leí.
La Légende des siècles, tres semanas
en cama, sal de frutas y termómetros.
[…]
El poema de Novo relaciona las vacaciones en el campo con las aventuras de Sherlock Holmes o los versos de Maurice Rollinat; y sus visitas al médico, con la lectura de Anatole France en las butacas de la sala de espera. No obstante, de acuerdo con el Yo que enuncia el poema, dado que el sujeto lector se encarna y se guarda en el libro, su impronta es propensa a liberarse:
[…]
Y odio abrirlos, porque creo
en la resurrección de la carne.
[…]
El poeta advierte con ironía, a través de esa identidad que también se acumula y se camufla entre los versos, sobre el peligro que conlleva la apertura de los ejemplares ya leídos. Con el humor que lo caracteriza, Novo emerge en el último verso, sale tras bambalinas a través de un inciso entre guiones parentéticos y enuncia su deseo de resucitar, de volver mediante las palabras. Se libera, pues, como lo hacemos hoy cuando leemos sus poemas, y es ahí, justo en el espacio de la lectura, donde se dilata la experiencia de forma atemporal y se establece un vínculo inextinguible entre las épocas y los lenguajes:
[…]
Cuando resurrezcamos
—yo tengo pensado hacerlo—
entre nosotros y este siglo
habrá una asociación de ideas
a pesar de nuestro formato.
[…]
Al decir de Domínguez Ruvalcaba, Novo se revela en su poesía como un exhibicionista, y lo hace de forma paradójica: a través del verso, el poeta se muestra, pero también se fragmenta en disfraces, se cubre y se descubre, hace honor a su “posición como creador mimético y polimorfo” que se resiste a la unidad del sujeto (122).
En calidad de médium, profeta o zombi, Novo fue capaz de ver, desde hace un siglo, lo que ahora admiramos. En la segunda parte del poema, el recurso dramático llamado aparte se enfatiza todavía más, pues la voz lírica dirige el rostro hacia nuestro presente y reconoce la mirada de tres vértices, para ello, emplea el acertijo de los cuatro gatos en una habitación:
Desde mi rincón
ahora que he volteado la cara
veo tres ángulos.
Infantil problema
Divina Providencia
cada gato ve tres gatos
y no son sino, bien visto,
cuatro puntos de fósforo en resumen.
[…]
Novo nos mira admirándolo desde el hoy. Nos da el rostro desde un más allá, a poco más de cincuenta años de su muerte y a cien de su primer libro. Nos ve con sus muchas caras, con todas las que fue, desde un sitio que no alcanzamos a ubicar.
El poema “Diluvio” es otro que destaca por su elogio de la lectura y su especulación sobre el futuro, donde el hablante lírico se conmueve al imaginar un salón de baile donde convergen las palabras que ha leído, con diversa indumentaria y en lenguas de distinto origen.
[…]
Danzaban todos en mí
cogidos de las manos frías
en un antiguo perfume apagado
tenían todos trajes diversos
y distintas fechas
y hablaban lenguas diferentes.
Y yo lloré inconsolablemente
porque en mi gran sala de baile
estaban todas las vidas
de todos los rumbos
bailando la danza de todos los siglos
[…]
También llama la atención que el siglo como unidad de tiempo sea constantemente invocado por Novo en este poemario del primer cuarto del XX. A propósito de otro poema, “Ciudad”, donde también se recurre a la imagen de los libros como contenedores de corporalidad, Domínguez Ruvalcaba puntualiza: “Los sujetos, cuyas vidas son como hojas de libros en estantes, se hallan esparcidos, ellos mismos fragmentados y existiendo entre otros fragmentos” (133).
Hay que recordar, para finalizar, que 1925 fue el año de la polémica nacionalista, misma que reveló la homofobia de muchos críticos de la literatura mexicana. Se vivía un tiempo de controversia con respecto a lo que debía ser publicado, y si reflejaba o no una suerte de proyecto ideológico dominante. En estas breves líneas, he querido mostrar cómo Salvador Novo hizo de su primer poemario un juego de espejos, un espectáculo del tiempo donde a la vez nos promete (o nos advierte) su resurrección. Continuaremos regresando a sus libros, que poco a poco irán cumpliendo cien años, bailando la danza de todos los siglos.

Bibliografía
Domínguez Ruvalcaba, Héctor, La modernidad abyecta. Formación del discurso homosexual en Hispanoamérica, Xalapa,Universidad Veracruzana, 2001.
Fabre, Luis Felipe, Escribir con caca,México, Sexto Piso, 2017.
Guerrero, Javier, Escribir después de morir. El archivo y el más allá, Santiago, Metales Pesados, 2022.
López-Fernández, Ángel, “En torno a un poema de Salvador Novo”, Reflexión (hoy Revista Canadiense de Estudios Hispánicos), volumen 3/4, Universidad de Alberta, 1974-1975, pp. 100-108.
Monsiváis, Carlos, Salvador Novo. Lo marginal en el centro, México, Era, 2000.
Novo, Salvador, Antología 1925-1965, México, Porrúa, 2001.