Arde Josefina no es una historia de abandono
Titulo: Arde Josefina
Autor: Luisa Reyes Retana
Editorial: Literatura Random House
Lugar y Año: México, 2017
Juan y Josefina son hijos de unos padres incapaces de tender lazos familiares. Su relación es tan lejana que es difícil empatizar con el dolor del maltrato constante porque no existe ningún vínculo paternal. Jon y Holly, emigrados de Manchester, jamás les han hablado de su pasado, ni de su familia en el Reino Unido. En medio de un desprecio por la mexicanidad, que en la narrativa juega como un símbolo del caos, este par de niños crece casi en orfandad. La risa, comer tacos con la mano y ser niño es caótico, repugnante e inaceptable. El silencio, la distancia, la menor cantidad de convivencia familiar y el trabajo es lo inglés, el control. La relación entre hermanos es un poco más íntima, pero la condición oculta de Juan no le permite querer a nadie. Aunque Juan es un posible aliado contra la indiferencia de sus padres, en realidad Josefina está completamente sola.
Juan es diagnosticado con una enfermedad mental que arrasa con la fría dinámica familiar a un paso incontrolable y se convierte en la única certeza en la vida de Josefina. La mexicanidad y el caos pasan a segundo plano para ser tomados por la esquizofrenia de un niño de ocho años, más la incompetencia emocional de la pareja de empresarios extranjeros, que parecería haberse encontrado a esos niños en su casa una noche que llegaron cansados de dirigir el tendido del asfalto en lo que después sería la carretera México-Pachuca.
La historia está entretejida en dos tiempos verbales y argumentales, que se intercalan entre capítulos. Una parte la cuenta Josefina niña y, más tarde, Josefina adolescente. El resto del relato lo cuenta Josefina adulta, pero, a fin de cuentas, Josefina siempre habla y piensa igual, sin importar su edad. Cuando es niña, no percibe el mundo como una niña. Su situación y su contexto no se lo permiten, pero, de todas formas, la construcción del personaje se siente algo débil y su desarrollo es bastante plano. Ninguna de las Josefinas tiene una personalidad marcada que la distinga de su yo de otro tiempo. Josefina podía desplegarse con una fuerza inmensa durante su adolescencia. Ahí, la autora por primera vez describe la cara de su protagonista y su cuerpo largo. Hace referencia a David Bowie y luego cita toda la letra de «Goo» de Sonic Youth como para darle algo de carácter, pero de inmediato provoca que Josefina se enamore del único chico que le hace caso y, progresivamente, la historia toma un curso más tremendo que complejo.
A partir de un incidente en el que el hermanito esquizofrénico ve a Josefina teniendo sexo por primera vez, de manera muy abrupta y algo tibia, se asume que los hermanos sostenían una relación incestuosa. Esta declaración, que primero es un guiño, se confirma en los capítulos siguientes a través de conversaciones rotas y en una especie de transformación malosa de Josefina a una Lolita que piensa la seducción demasiado. Estas pequeñas negligencias narrativas, que bien podían difuminarse en la sutileza, provocan una desconfianza absoluta en el personaje. Al principio, el sexo se presenta en compañía de la culpa, pero a partir del incidente el sexo se convierte en una forma de violencia. La transformación del personaje no es verosímil. No le crees cuando se asoma su locura, no le crees cuando es violenta, no le compras sus insultos ni compartes sus emociones.
La incongruencia de Josefina recae en lo poco consistente que es con su posible furia, misma que se toca fácilmente con la locura. Progresivamente, el lector puede sospechar que su paranoia señala una tendencia a la irracionalidad que se antoja ver fuera de control en algún punto, pero nunca sucede, porque su único motivo para seguir viviendo es salvar a su hermano esquizofrénico. Josefina es una loca que no puede estar loca porque alguien más ya ocupó ese lugar, pero tampoco cabe en la cordura. Arde Josefina es una novela en la que la autora acorrala a su personaje en una situación imposible para una niña, y justo cuando el conflicto está llegando a su clímax provoca un incendio, y de las cenizas no resurge nada. En realidad, el motivo por el que Josefina le prende fuego a todo es para escapar del momento más alto de tensión narrativa, y este recurso, un tanto cobarde, se usa más de una vez en una novela de menos de 150 páginas. Se incendia todo y entonces se desvanece un poco el conflicto. Se vuelve fuego, luego hay reacomodos, pero Josefina no arde nunca.