Anotaciones sobre fotografía. 30 años de La Jornada
Algún día seremos sólo fotografías. La fotografía como acto donde aventamos todo aquello que no podremos nunca comprender, dice Marina Azahua en Retrato involuntario. Espejos en fuga. Las imágenes invaden cada espacio para formar un inventario sobre lo cotidiano y al mismo tiempo deshacerlo. Incontables imágenes que narran realidades oblicuas. El escritor argentino Macedonio Fernández hacía listas interminables de observaciones diarias. Le llamaba pensarescribiendo, meditaciones ociosas en torno a la claridad del cuarto, el estado del cuerpo sobre la hojarasca, el olor del pan.
En la muestra fotográfica por los 30 años de La Jornada instalada sobre Paseo de la Reforma, en la ciudad de México, hay una imagen que bien podría representar aquellos instantes macedonianos. La fotografía es de un hombre que hace anotaciones en una pequeña libreta, sentado en alguna plaza pública. La ficha técnica describe lo que quizás observaba aquel hombre desde la sombra, una serie de figuras de aspectos interesantes en torno a las más astutas nimiedades. Meditabundo, el retratado tiene la pinta de ser un indigente, contempla cómo la vida se despliega sin control ni sentido.
A veces pienso que en eso consiste la fotografía. Nos deja pasmados ante la fuerza aterradora de lo humano, algunos paradigmas se desintegran a su paso. Siglos de educación oficial caen cuando observamos el otro lado de la sombra y sospechamos que se trata de un espejo. Funcional o no, me gusta pensar que algo se rompe cuando una buena fotografía nos llega de repente y nos confunde. Sobre Paseo de la Reforma la gente camina hacia las entradas de Chapultepec, el Museo de Antropología o el Tamayo. Van a disfrutar el sábado, a estirar las pocas horas que tienen disponibles para pasear en familia. Sin embargo, todos invariablemente se detienen ante esta muestra fotográfica, unos minutos de asombro, de enojo también, ante algunas injusticias que el Estado sigue perpetuando.
Muchas cosas han pasado en 30 años. La Jornada surgió como un proyecto alterno ante el sesgo informativo de los ochentas, cuando un grupo de periodistas renunció al Unomásuno para escribir con mayor libertad. Por supuesto que esta es una línea editorial para tomar en cuenta cuando leemos. La escritura es un acto político, como el arte. La voz nos sirve verdaderamente cuando aceptamos que la realidad es múltiple y por ello podemos moldearla. Sin control ni sentido, nos queda un lienzo sobre el cual construir otra clase de vínculos con el entorno. Sabiendo de nuestra propia crueldad nos resta idear maneras para contrarrestarla. Cenizas somos sobre rostros ajenos, madera para tallar.
120 fotografías integran esta exposición gratuita que se encuentra en el mejor lugar para exhibir: la calle. En 1984, La Jornada se hizo posible gracias a donaciones y apoyos del medio artístico. Los artistas plásticos Rufino Tamayo y Francisco Toledo donaron en especie para solventar gran parte de los gastos, Gabriel García Márquez contribuyó con un reportaje, Vicente Rojo realizó el diseño editorial, Juan Sepúlveda rentó por un año el edificio Balderas 68 para sus instalaciones, Alberto Bitar puso su imprenta a disposición, Manuel Barbachano Ponce les dedicó el estreno de una de sus obras de teatro.
Si la historia se nos presenta embellecida y heroica en publicaciones escolares, la fotografía se erige como uno de los sitios donde esas versiones se cuestionan y nuestra visión del mundo cambia. Familias enteras se arremolinan frente a estas 120 fotografías, unos recuerdan, otros preguntan sobre las causas de tanta violencia. No hay respuesta. Quizás la naturaleza nos dio demasiadas armas para observar qué hacemos con ellas, como en un juego donde difícilmente alguien gana. Supongo que en algún punto hemos de aprender a ser iguales, mientras tanto, nos quedan testimonios de esas batallas.
Una de las fotografías muestra al expresidente Echeverría en medio de miembros del Comité 68, cuando provocativo decidió salir sin guardaespaldas de una reunión donde se había deslindado de la matanza de Tlatelolco y sus secuelas. Los niños piden explicaciones ante las imágenes de marchas, plantones, protestas al desnudo, barricadas en las calles de Oaxaca, mítines zapatistas, suicidios ante la desesperación que deja no encontrar trabajo, visiones de un campo empobrecido y alejado de su realidad cotidiana. Hay algo que cautiva de cada imagen aquí expuesta, impotencia de saber que las diferencias abismales siguen determinando el curso de los días.
Ante lo homogéneo, el instante donde se evidencia aquel dolor añejo de sabernos seres discontinuos, enfermos a veces por este mundo construido a base de rencores. La fotografía es el espacio para dejar de ser en solitario, aun si lo que muestra es un retrato matizado por visiones impuestas sobre nuestro propio cuerpo, aun en ese espacio deforme y esperpéntico encontramos un presentimiento: tal vez aquello que se escapa y está afuera, en el otro igualmente intervenido, somos presencia para siempre.
Esta exposición se encontrará hasta el 12 de octubre en Las Rejas de Chapultepec. Si tienen oportunidad, no duden en verla, evítense las filas infinitas del Tamayo.