Tierra Adentro

Tres acontecimientos asociados con Tierra Adentro coincidieron, curiosa o asombrosamente, en octubre de 1999: la aparición de su número 100, sus veinticinco años de vida y los setenta de su fundador, Víctor Sandoval. Yo dirigía entonces la revista y, para celebrarlos, concebimos una mirada no al cuarto de siglo transcurrido sino al futuro inminente; no a los avatares editoriales de una publicación sino a la materia que les daba sentido. Ese número de aniversario, dedicado a las nuevas generaciones y perspectivas en las artes de México, fue la contribución de Tierra Adentro a la vasta reflexión colectiva que despertó la llegada del año 2000, bajo el lema unificador “Del siglo xx al tercer milenio”. Hoy creo que ese vistazo hacia el nuevo siglo fue la mejor celebración de la labor de una revista que siempre quiso ser un observatorio, una ayudante del porvenir, y el mejor homenaje a un hombre de cultura que lo había dado todo por las nuevas generaciones, por abrir cauces, crear vasos comunicantes entre las artes y animar los espacios con los que México llegaba al fin de siglo.

En las tareas de la cultura, Víctor Sandoval es uno de los constructores del puente entre los dos siglos. Al cumplir setenta años, su labor era parte de la obra cultural del país en el siglo XX, base de la del siglo XXI. La edición especial de Tierra Adentro contiene una entrevista con él que Juan Domingo Argüelles subtituló con sobria precisión: “Medio siglo de poesía y promoción cultural”. Ahí Sandoval se reconoce el “amante de dos amantes” igualmente celosas y posesivas, difíciles de servir y, sobre todo, de complacer: la promoción cultural y la creación literaria. Su dedicación a la primera es tan visible que es común perder de vista la que concedió a la segunda. Pero basta leer el sereno recuento que hace de su vida para descubrir en él al poeta nato, a una sensibilidad precoz en busca de medios de formación y expresión de un mundo interior rico y auténtico. En medio de ese mosaico de revisiones de la novísima creación artística —de las artes plásticas a la música, del teatro al ensayo, de la danza al cine, del videoarte a la fotografía y la poesía—, en medio de la “huida del arte joven hacia el futuro” que traza el ensayo de Raquel Tibol, la remembranza de Víctor Sandoval se lee como una raíz de la que surge esa fuga, la suma intensa de los dos últimos tercios del siglo desde la experiencia de un poeta que también se supo expresar sirviendo, alentando, facilitando, la expresión de otros.

El poeta-promotor, el amante de dos amantes, se despedía del siglo y daba la bienvenida al nuevo, al que todavía pudo acompañar por algo más de una década, con estas palabras: “Se nos ha hecho tarde en este siglo lleno de prodigios y horrores esperando el nuevo milenio… A estas alturas a mí sólo me queda decir, con mi admirado Quevedo: ‘Nada me sorprende, el mundo me ha hechizado’”. Cuento entre mis privilegios su trato y haber sido parte, mínima, de los muchos proyectos y voluntades que su ejemplo y su visión movieron a lo largo de los años.

En 1957, cuando era secretario particular del gobernador de Aguascalientes Luis Ortega y Douglas.

Víctor Sandoval en 1957, cuando era secretario
particular del gobernador de
Aguascalientes Luis Ortega y Douglas.