Alberto Villarreal: ensayo sobre una entrevista
Alberto Villarreal y yo tenemos una pasión en común: el teatro. El teatro en México, el teatro en todos lados y también la vida. Cuando lo entrevisté, lo primero que surgió fue el hablar de cómo tomó el camino en el que lleva ya casi veinte años andando. Al igual que otros creadores que he podido entrevistar en las últimas semanas, a sus treinta y ocho años, Alberto es jovial, desenfadado y disfruta tanto lo que hace que sonríe cuando me platica cómo pudo encontrar un discurso propio sin ir por el camino institucional.
Para él no hay duda, fue en el año 2003 cuando se creó el espacio La madriguera. Lo fundó un grupo de creadores escénicos que encontraron un lugar donde trabajar, una casa que no era necesariamente un foro independiente (con todas las credenciales que hoy podemos ver en el surgimiento de las salas y espacios alternativos), sino un lugar en donde hacer y ver teatro.
Con el interés común de compartir, el espacio se prestó para producir sus propios trabajos, fundó Artillería producciones, buscó financiamientos por otras vías (privadas y públicas), colaboró con el Festival Internacional de la Ciudad de México, apoyó producciones como las de Lagartijas Tiradas al sol; invitó a otros artistas a trabajar (entre ellos Emilio García Wehbi) y también atrajo a su propio público.
Alberto trabajaba en conjunto con Patricia Rozitchner y más tarde con Diego Brun, una mancuerna fundamental que los llevó por muchos años a crear las obras más representativas de su discurso joven. Él está consciente de la necesidad de los productores pues sus opiniones anticipan la viabilidad de un proyecto, son un cable a tierra. La importancia de La madriguera radicaba en que era un trabajo cerrado, era ir a la casa a probar, a trabajar, a crear, no había una necesidad de salir y mostrarlo todo de inmediato; trabajaban con actores, lograban pagarles algunos ensayos para que pudieran estar con ellos y así experimentaban.
¿Qué vino después, por qué acabó ese proyecto?, pregunté. Fueron muchas las respuestas, la charla se fue por miles de lugares, ¿por qué se acaban las cosas? ¿Por qué nuestra generación tiene la necesidad de volver a empezar, de no creer tanto en lo construido por otros?
—Por viajar, me dijo. —Por salir, ver y hacer otras cosas, para ser anónimo, para poder mezclarme.
Estos viajes lo llevaron de 2008 a 2011 por Brasil, Argentina, España, Cuba, su trabajo se mezcló con el trabajo de otros. En Cuba le preguntaban por qué dejó todo lo que tenía. Así Alberto siguió creando y viajando, encontrando nuevos discursos. Cuando volvió a México realizó trabajos con la Compañía Nacional de Teatro, con Teatro UNAM, con Alejandro Luna y muchos otros creadores en el CUT. Estos trabajos contrastan completamente a lo hecho anteriormente aunque para él han sido un nuevo paso en la colaboración.
Trabajar con instituciones teatrales como éstas, dijo, lo llevaron a nuevos territorios, algunas veces con resultados muy positivos, otras no tanto. Colaborar con actores o grupos ya conformados no es igual que cuando tienes un grupo de gente con la que llevas trabajando mucho tiempo y que comprende lo que buscas. Interactuar con escenógrafos y productores distintos aporta más visiones a lo que uno suele hacer. Esta etapa que concluyó —quizás el año pasado— abrió una nueva puerta para, de nuevo, replegarse a la intimidad. ¿Volver a la madriguera? pregunto.
—Algo así, dice riendo.
Pero ese trayecto es sólo una línea de lo que se puede hablar con Alberto, porque hay tanto que ahondar que entonces ya no me enfoco en el movimiento del artista por el espacio, sino en lo que se mueve por dentro.
¿Cuáles son tus temas, tus obsesiones?
—El intento. Intentar lo imposible.
Para él, el teatro es fracaso per se. Intenta algo que fracasará porque no busca la perfección, o una estética completa, simplemente ensaya la realidad. Sus obras más importantes llevan en el título esta palabra que lo define: el ensayo.
¿Qué es el ensayo para ti?, le pregunto.
—Es hablar de algo que ya está construido.
En ese sentido, es hablar de lo que ha estado aquí hace mucho tiempo. Cuando le preguntan que si su teatro es vanguardista, en realidad piensa que lo que él hace es algo que está más relacionado con lo viejo, con lo antiguo.
Ensayar quiere decir experimentar sobre alguna materia. Yo añadiría que algo siempre prevalente en su trabajo es la idea de que el cuerpo produce sin definición, lo que la palabra produce no tiene definición. Su trabajo textual y escénico están relacionados con las formas no dramáticas.
El ensayo entonces, se vuelve una forma estética a partir de la cual explora y Villarreal se vuelve un explorador que no intenta (o quizá sí) inventar algo nuevo, sino relatar desde una punto de vista personal lo pasado y lo presente. Al igual que se ensaya el teatro para poder comunicar algo, también se ensaya la vida; Alberto busca que el teatro se vea reflejado en sus tránsitos espaciales, en las colaboraciones que realiza.
Es un artista contemporáneo si pensamos que su trabajo se basa en la investigación, en la exploración, en el intentar y en la imperfección. Pero no sólo escribe ensayo para teatro, también es un pensador del quehacer escenográfico mexicano además de haber ganado varios premios nacionales de ensayo teatral la década pasada. La editorial Teatro Sin Paredes ha publicado Siete años de ensayos, una compilación de textos que aborda muchos temas y que es una lectura fundamental para entender su trabajo escénico.
Recientemente escribió un texto para el Royal Court de Londres en el que habla sobre lo religioso, lo barroco, lo guadalupano; una escritura quizá más alejada de sus temas o de sus formas primordiales, pero que evidentemente saca a la luz algo que a cualquier mexicano que va a fuera le pasa.
¿Qué es México? —Hablar sobre México. ¿Qué significa eso? Comentó que México tiene que ver con lo monumental, con la construcción sobre capas y capas de sociedades, ciudades e instituciones. Pero la generación a la que pertenecemos no tiene la necesidad de construir una capa más; dan ganas de quitar todo pero sólo queda seguir intentando, escribir lo que queda, la capa menos visible.
Alberto Villareal es, sin duda, un ensayista escénico que desarrolla su teatro dentro y fuera de nuestro país.