Tierra Adentro

 

Todo escritor busca el reconocimiento y el éxito en el mundo literario. Para lograrlo, ¿es indispensable tener un agente literario? Los narradores J.M. Servín (Al final del vacío) y F.G. Haghenbeck (La primavera del mal) reflexionan al respecto.

 
 

Sólo me interesa rodar cuesta abajo

J. M. Servín
 

Hace unos años me puse en contacto por correo electrónico con un par de agentes literarios. Bien a bien no sabía para qué, pero me sentía un tanto apenado por no mostrar ante mis colegas mayor ambición. Era 2006 y comenzaba a darme cuenta del revoloteo de escritores que presumían agente o de quienes ansiaban uno. Mis correos no obtuvieron respuesta y lo agradezco. No soy Luis Spota, Stephen King, James Ellroy o alguno de estos autores europeos que venden sus autobiografías como si fueran manuales para sacarse la lotería. La industria editorial mexicana, sobre todo la dedicada a la literatura, tiene números de venta lamentables. A la fecha tengo publicados nueve libros en editoriales muy prestigiosas de México, todos reeditados en varias ocasiones; dos de mis novelas y algunos de mis relatos han sido traducidos al francés y al inglés. No necesité a un agente para conseguirlo. Felicito a quienes por medio de un representante publican en editoriales extranjeras de renombre, me imagino que habrá quien se interese por sus obras en otros países y que con los adelantos y regalías han dejado de sufrir por la renta y ya no visten ropa de tianguis. Nunca he visto mi oficio como una oportunidad de hacer dinero, ni me hago promoción para aparecer en una de las tantas listas de «los diez mejores» que a toda costa buscan inflar prestigios.

Por otra parte, mis editores son muy queridos amigos míos y siempre he confiado en su sentido de justicia y equidad, ¿con qué cara pondría a un agente literario a negociar un mejor adelanto para mis libros? Si me han transado o han menospreciado mi obra es cosa de ellos. Sé que no ha sido así.

He recibido invitaciones a festivales y ferias internacionales y mis libros han recibido atención de toda clase de medios y publicaciones. Mi obra se lee, se estudia en universidades y resulta de interés para críticos y reseñistas. El tiraje de mis libros es modesto, pero cada año obtengo regalías que me permiten salir a flote con mis gastos por algunos meses. ¿Qué más puedo pedir? No conozco el caso de ningún escritor mexicano que por tener un agente haya dejado de solicitar beca del SNCA, buscar una chamba de oficina o de freelanceo. La mayoría se la pasa chillando porque todo le parece poco para promoverse, con o sin agente. Si un escritor es bueno, su trabajo se abrirá paso por sí solo.

Los agentes han inflado un mercado que como el del futbol, paga mucho dinero por petardos. Los Ratones Verdes me recuerdan a ciertos escritores mexicanos con prestigio internacional.

Para la mayoría de los escritores, la figura del agente literario se ha convertido en una obsesión. Los entiendo: en un país donde la literatura le importa un carajo a la gente, presumir a un representante restriega en el suelo el ego de los colegas.

Quiero el reconocimiento y vivir de mi trabajo, pero bajo mis condiciones. No me cansaré de rodar cuesta abajo escalando la cima habitada por mis dioses literarios. Lo demás me tiene sin cuidado.

 
 

Un amigo y socio comercial

F.G. Haghenbeck
 

Siempre he pensado que la decisión de emplear a un agente literario no es muy distinta a la de contraer matrimonio. Al final, se trata de una relación entre dos con un proyecto a largo plazo, donde hay metas definidas, alcances concretos y la búsqueda de beneficios mutuos. Con la diferencia de que el proyecto es el escritor mismo.

Tal vez el error más común en el medio es percibir al agente como un simple gestor legal o promotor del autor. Cuando se ve así, las frustraciones emergen de manera instantánea. De entrada porque los beneficios surgen con el tiempo, no en el primer contrato. Un agente es, antes que nada, un socio comercial. Y esta sociedad debe ser contemplada a largo plazo, años, o décadas. Sobre todo entendiendo que la industria editorial posee un calendario de tortuga. Pero antes que nada, se trata de una relación de confianza mutua donde sólo con el triunfo del autor habrá ganancias.

Por eso se entabla una relación fraternal entre las partes para plantear dicho proyecto. Un agente no sirve para publicar un solo libro, sino para llevar a un autor al éxito. Este logro puede ser de mayor ganancia, publicación internacional o el respeto de la crítica, metas que entre sí no son necesariamente compatibles. Cuando un escritor define cuál es el proyecto de su obra, es que debe pensar en la asociación con un agente literario. Desde luego que de ahí falta mucho camino por recorrer: habrá que encontrar un agente acorde con la aspiración del autor y, muy importante, uno al que le guste su obra.

Desde un principio tuve una idea de lo que deseaba como autor. Para mis objetivos era necesaria la inclusión del agente literario. La relación con mi agente a lo largo de diez años, que ahora es además mi amigo, ha sido fructífera: mis libros se han traducido a dieciocho idiomas, lo que me ha llevado a lugares como China, Alemania, Brasil o Francia.

La difusión internacional es complicada en un país como México. El agente literario es quizás la mejor forma de lograr esa internacionalización. En este país, donde las firmas editoriales no tienen ningún interés en promover autores en otros países, aún de idioma compartido, el agente es el trampolín para saltar ese muro impuesto en la industria. Pero hay otras ventajas que sin duda son tan importantes como la anterior: sirve como gestor de conflictos entre la editorial y el autor, para buscar el beneficio del segundo. En más de un problema editorial, mi agente fue quien logró salvar el día; además funciona como administrador para solicitar en tiempo y forma las regalías. En vista de que las editoriales se basan en machotes que relegan las necesidades del escritor siempre a un segundo plano, ayuda a conseguir un mejor acuerdo económico para una obra y, desde luego, un mejor contrato. Por último, es un amigo al que se le pueden confiar los proyectos, frustraciones o sueños, un socio en este mundo literario tan lleno de altibajos y de soledad.


Autores
(Ciudad de México, 1962) es narrador de formación autodidacta. Desde 1989 publica crónicas, reportajes, ensayos, entrevistas, artículos y narrativa en diversas publicaciones como Complot, Dos Filos, El Financiero, El Sol de México, Gallito Cómic, La Jornada, Letras Libres, entre otras. Fue Becario de FONCA en el Programa de Intercambio de Residencias Artísticas México-Colombia, en 2005.
(Ciudad de México, 1965) es narrador. Escritor de guiones para cómic, series y largometrajes. Ha publicado diversos libros de cómic y novela gráfica con la temática de la Guerra de Independencia y héroes nacionales. Su obra ha sido traducida a más de diez idiomas, entre ellos el alemán, inglés y chino.