Tierra Adentro
Imagen del especial El joven Paz, Tierra Adentro.

Sabemos muy poco, o más bien, casi nada, acerca de Adrián Osorio, el condiscípulo de Octavio Paz en la Escuela Nacional Preparatoria que en el cuarto número de Barandal (noviembre de 1931) publicó una única fotografía: una suerte de naturaleza muerta hecha con una veintena de piezas de pan salado típicos de nuestro país (“huesitos”, “rejas”, rosquillas…), probablemente contenidas en un canasto. Es una composición sencilla, un poco candorosa, que deja ver la posesión de un ojo que comienza a entrenarse e intenta captar líneas, texturas, sombras, volúmenes, profundidades. No se ofrece, por desgracia, ningún dato sobre su autor. Podemos deducir su edad —17 años— porque ahora sabemos que murió en 1936, a los 22. Tampoco sabemos la causa de su muerte. ¿Quizá por mano propia? José Alvarado habla, al evocar a sus compañeros preparatorianos, de un suicida. En cualquier caso, la muerte prematura es siempre desdichada.

De Adrián Osorio, acaso un lobo solitario (lobo es lo que significa su apellido, de origen vasco), lo único que tenemos ahora es un puñado de fotografías. Curiosamente, de él, que se dedicaba a recoger imágenes, no nos queda ni siquiera un atisbo de su rostro. Ahora sólo podemos imaginar a la persona a través de lo que veía.

Como buen fotógrafo, le interesa sobre todo el trato con la luz y con la forma. Y qué mejor para procurarlo que acercarse a la arquitectura y al paisaje. De entre las pocas fotografías suyas que tenemos a la mano —una más publicada en la revista Fábula,1 unas en la entonces naciente Revista de la Universidad (justo en el número uno, correspondiente a febrero de 1936)— sobresale su meridiano registro del exterior de la cúpula principal de la Catedral Metropolitana.Y si bien son menos logradas sus incursiones en el campo (como la de Barranca de Venados, en el estado de Hidalgo) y sus apuntes del paisaje humano en Malinalco, en el Estado de México, es elogiable su voluntad de salir del claustro citadino con su cámara a cuestas, y su interés por ver cómo viven algunos de sus compatriotas.

Pero tampoco esas revistas nos dicen nada sobre la persona de Osorio. Sólo nos hacen evidente que Miguel N. Lira, director de la revista Fábula, de la editorial del mismo nombre (bajo cuyo sello imprime Luna Silvestre, de Octavio Paz) y de la Revista de la Universidad, ha cobijado bajo su ala al grupo de muchachos que cinco años antes asomó por primera vez desde Barandal.

Por desgracia, el testimonio más importante de la creatividad de Adrián Osorio, su libro 25 fotos de México, publicado también por Miguel N. Lira, en 1934, es casi inaccesible, tanto por su rareza como por su muy elevado precio. Tesoro de coleccionistas de fotografía mexicana, no se encuentra siquiera un ejemplar en ninguna biblioteca pública.

Aparte de todos estos escuetos datos sólo contamos con la descripción, más espiritual que física, que de él hizo su condiscípulo, Octavio Novaro, en la elegía que le dedicó en Taller Poético, la revista creada por Fernando Solana: “Alto como un encino de la sierra”.


Autores
La redacción de Tierra Adentro trabaja para estimular, apoyar y difundir la obra de los escritores y artistas jóvenes de México.
es escritor y colabora en varias publicaciones. Coordinó y prologó La escritura poliédrica. Ensayos sobre Daniel Sada (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2012).
es poeta, traductor y ensayista. Entre los autores que ha traducido al español se encuentran Charles Simic, Ezra Pound, Malcolm Lowry, Charles Lamb y John Berryman. Es autor de Conversaciones, Pienso en el poema y Se ama tanto al mundo.