Tierra Adentro
Portada del libro "Las visiones", de José Emilio Hernández. Fondo Editorial Tierra Adentro.
Portada del libro “Las visiones”, de José Emilio Hernández. Fondo Editorial Tierra Adentro.

Arrieros somos y en el camino andamos…

CUCO SÁNCHEZ

Silencio

Aunque acabe yo muerto, ya te dije que me voy a salir a buscarlo. Me dice. Y yo le contesto que está bueno. Le digo: está bueno pues, Ramón pero luego no vengas llorando, le digo, luego cuando regreses no vengas llorando diciendo que te mataron. Y luego él se queda callado y me pregunta: dónde se quedó mi fusil. Es el que tiene el cañón desviado, le digo. Sí, me dice, ese mismo. Y yo me salgo de la casa. Ella se sale de la casa sin escucharme, dónde se quedó mi fusil, alcanzo a decirle, pero ya está muy lejos. La pregunta de él se me hace pequeña en el oído, como si pudiera tomar su voz entre estos dos dedos y pienso: pues que se vaya, si se quiere ir pues que se vaya. A mí qué.

Margarita, me grita. Yo me hago la sorda, veo a mis gallinas, a mis perros. Margarita, le grito. No digo nada, me hago la mensa, qué le voy a estar diciendo, pues qué traes, Ramón. Déjame en paz el brazo, suéltame. Ya me voy, me dice y me suelta. Ya me voy. Que te vaya bien, le digo.

Se va dejar irme así. Cómo así, le digo. Sin despedirse de mí, dice. Si es usted el que se está yendo, me dice. No sea, Margarita, que me van hacer falta sus besos, esos que me da usted a veces.

Yo le estoy diciendo que no se vaya para que no le falten. Luego él me dice, no sea así, Margarita. Cómo así, le pregunto. Así, despiadada, le digo.

Miserable. Si yo no me estoy yendo. Desde que nos casamos me quedé aquí, juntito de usted, yo me voy a morir aquí mero, sobre el polvo de su sombra, Ramón, sépalo bien.

Y usted, me dice, sépase muy bien que si cuando yo regrese, la encuentro con otro fulano, yo a ese lo voy a matar y luego la voy a matar a usted, aunque me parta el alma y para acabarla de amolar, me mato yo también, cómo la ve.

Ah no pues, retebien, Ramón.

Ella no dice nada. Acaricia una piedra ardida por el sol. Yo le digo, ya me voy pues y se alista el fusil a la espalda y me marcho, ahí nos vemos pues, Ramón, le digo con tristeza. Y me voy triste. Pobre de mí y pobre de usted, Margarita. Mira que irnos así, sin despedirnos. No es de dios.

Deja una nube de polvo atrás de sus pisadas, yo me quedo agarrada a una piedra quemante. Pienso en mis gallinas y en mis perros, en si hay suficiente leña en el anafre. Me ve irme convertido en alma en pena, con mi fusil troncho a la espalda y luego desaparece como si estuviera viendo yo visiones, después ya no veo nada. Ya se va hacer de noche, me entro a la casa para que el polvo no me entre en los ojos. Es de mal agüero, dicen.

Silencio

/ En cuanto me termine esta bebida y otras más partiré a reunirme con nuestro valeroso general Francisco Villa, estandarte ígneo de nuestra lucha. Para dicha empresa no pienso ir solo, por eso traigo conmigo mi fusil, herencia de mi difunto padre que a su vez recibió de su difunto padre y él de su difunto padre y así sucesiva- mente pasando de Llanes a Llanes. Aceptaré, de muy buena gana, a quien quiera acompañarme porque los caminos son peligrosos y solitarios y es cierto que mi fusil, aunque vigoroso y recio podría necesitar asistencia. Agradeceré la lealtad solo de los más valientes y fieros revolucionarios. Una vez encontrados con nuestro general Villa, le hablaré atentamente de todos los servicios proveídos por quienes estén dispuestos a acompañarme. Estoy seguro de que la generosidad de nuestro general no tendrá fin. Quién está conmigo. Lo voy a decir una vez más, quién está conmigo. Quién está conmigo. Quién está conmigo/

Silencio

/ Es cierto que va usted a ver al general Villa/ cierto es/ sabe usted dónde está/ para eso mismo voy a ir a buscarlo/ dicen que anda por Canatlán/ quién/ Villa/ quién dice/ Yo me supongo que alguien dirá/ me estás viendo la cara/ digo, que por ahí lo escuché/ pues para Canatlán voy/ señor/ qué diablos quieres/ para Canatlán es muy lejos, señor revolucionario/ no te burles de mí, eh o aquí mismo te sorrajo una/ que con ese caballo se va quedar a la mitad, digo/ cuál caballo/ qué no tiene usted caballo / con mis pies tengo/ para llegar a Canatlán no, señor revolucionario/ cállate/ lo digo principalmente por su falta de caballo y por lo de su fusil/ qué tiene mi fusil/ tiene la boca toda chuequita/ cuál es tu nombre/ mi nombre/ sí, tu nombre/ Atanasio Robles, humilde servidor/ Pues muy bien, humilde servidor, Atanasio Robles este fusil es capaz de. Qué haces/ se me desajustó el cinto, señor, pero lo estoy escuchando, no se fije/ no me fijo, nada más tú dime cuándo lo probamos/ qué cosa, señor revolucionario/ mi fusil/ dónde/ en tu cabeza/ no sea usted malvado, señor/ entonces cállate la boca/

Silencio

/ No va usted para Durango, señor revolucionario/ no te dije que te callaras el hocico / yo no tengo hocico, tengo boca, las burras tienen hocico, señor/ por eso, burro/ es que no me ha contestado/ voy para Canatlán/ ah/ ah, qué/ nada/ ah, qué cosa/ que Durango y Canatlán es para el mismo lado/ qué casualidad/ yo sé llegar/ qué bien/ y yo le puedo decir por dónde irse/ no te apures/ y va llegar a pie, señor/ ya te dije que sí/ ah verdad, que no tiene usted caballo/ dame una razón para no reventarte una bala entre las fauces/ yo tengo un caballo/ de verdad/ bueno, no es un caballo-caballo/ cómo que no es un caballo-caballo/ es más bien una burrita/ una burra/ pero bien bonita que está la burrita/ de qué porte/ del que le acomode/ y si no te ordenas te doy otra más fuerte/ qué feo me pegó, señor revolucionario/ me refiero a que si pueden ir arriba un revolucionario y sus pertenencias/ hace mucho que no me pegaban, nomás mi papá/ Atanasio/ dígame/ me refiero a que si pueden ir arriba un revolucionario y/ bien apretados cabemos los dos y el pilón que se nos junte/ si solo voy a ir yo subido/ no dijo usted que iba necesitar compañía/ sí, solo de los más fieros y bravos revolucio/ y dónde quedo yo, señor/ en tu casa/ no me diga/ sí te digo/ entonces ya me voy, con su permiso, señor revolucionario/ espérate y la burra/ se la presto con una condición/ trae a la burra con un diablo/ si se quiere llevar a Lucinda yo voy a ir con usted/ quién es Lucinda/ la burra/ ah/ y además no hay un caballo o una burra que le vayan a prestar en este pueblo o en el que sigue o en el que sigue, me oyó/ y tú a qué quieres ir/ quiero hablar con el general/ qué le quieres decir/ que somos muy pobres/ no es suficiente, tendrás que probar tu valentía y tus ideales/ la valentía está firme, señor y los iliales, pues quién sabe qué son, pero también los tengo bien puestos/ primero la valentía/ atento/ quiero que me traigas el zapato de ese hombre/ el calvo/ sí/ de ese calvo/ de ese/ cómo cree que le voy a quitar su zapato al Samudio/ y la valentía, Atanasio/ es bien grandote el Samudio/ por eso/ tronadote/ ándale, pues/ si sabía, señor, que a ese le dicen el Manosdemarro/ ve, hombre/ oye Samudio, son nuevos tus cacles/ ya no pierdas el tiempo/ que sí son/ tráeme el zapato /es nuevo el cacle, señor, no la friegue/ ya me doy cuenta que no tienes coraje, Atanasio, me voy/ espérese, señor, ahí voy, pero conste que si me mata el Samudio, conste, ahí le va pesar de su conciencia/ no te va pasar nada, desde aquí te voy a estar viendo/

Silencio

/ No me lo quiso dar/ y tú qué hiciste/ me quise retirar/ y después/ pensé que sí quiero ir a ver a nuestro general Villa y le dije otra vez al Samudio, le dije, Samudio, hijo de la tiznada, entrégame ese zapato en nombre de la revolución mexicana/ y él qué hizo/ qué no me está viendo, señor/ te dio una tunda/ me agarró a golpes/ y el zapato/ no me lo quiso dar/

Silencio

/ Le fui a preguntar otra vez si me daba su zapato el Samudio para presentárselo yo a usted /y el qué te dijo, Atanasio /me dijo tú estás loco y yo le respondí no, bueno sí, bueno, no sé y él me dijo te voy a surtir, Sanasio y yo le dije, bueno pues, Samudio cruel, pero tú me vas a dar ese zapato hoy o mañana o el día después y así hasta que te mueras, Samudio y te pueda quitar yo ese méndigo zapato/ y te volvió a dar/ me reventó el hocico, señor, pero no sin antes yo gritar viva Villa/ y qué haces aquí/ vengo agarrar fuerzas/ estás dispuesto ir otra vez a que te peguen/ sí porque yo soy bien valiente/ espérate, Atanasio, te van a matar/ no se apure, señor, los hombres pobres estamos hechos de piedra, le van a doler las manos primero antes de que me mate/