Matadero cien
There are almost no characters in this story, and almost no dramatic confrontations, because most of the people in it are so sick and so much the listless playthings of enormous forces.
K. Vonnegut
A la historia de la humanidad siempre la ha acompañado la historia del poder, de la violencia, de las guerras, o el término que se prefiera utilizar. Nada le ha dado muerte a cantidades masivas de humanos, en lugares y momentos específicos, como otros humanos. Hasta el día de hoy se siguen explorando los estragos de la última gran guerra de la que el mundo fue testigo en expresiones artísticas como el cine, desafortunadamente los encuentros bélicos no cesaron ahí y pareciera que nunca lo harán. En la actualidad, por ejemplo, se ha masificado la información respecto al más reciente hecho: la invasión rusa en Ucrania, y gracias a la conectividad con la que contamos cualquier persona puede estar al pendiente de los hechos minuto a minuto.
A pesar de este reciente estallido de información, sigue pareciendo imposible narrar una guerra de primera mano después de presenciar actos tan atroces de los que nadie (que sobreviva) se llega a recuperar del todo. Como dijo Theodor Adorno alguna vez: escribir [poesía] después de Auschwitz es un acto de barbarie. No obstante, el escritor estadounidense Kurt Vonnegut, conocido por sus obras satíricas, propone una manera de testimoniar los hechos de un prisionero de la Segunda Guerra Mundial de la manera más particular: contando la historia de alguien más ante la imposibilidad de poder articular cualquier recuerdo propio del narrador de los hechos. La manera de ficcionalizar los hechos es tan magistral que extrapola el relato hacia una historia de ciencia ficción; sin embargo, el autor se las arregla para mantener a su publico con la guerra en la mente de principio a fin.
Matadero cinco (1969), la novela en cuestión, inicia al presentar a un narrador cuyo único deseo, después de regresar de la guerra, es escribir un libro sobre lo acontecido en ella. Toda su vida gira en torno a concretar esa idea, pero en un momento de honestidad dice que no le salen las palabras suficientes para llenar un libro con sus recuerdos. Esa es razón principal que lo lleva a servirse de otras herramientas que no lo ponen a él en el centro de su narración, sino a un compañero que para nada tenía facha de soldado de guerra, junto con su vida, obra y otras curiosidades incluso fantásticas, como su supuesto secuestro por seres de otra galaxia en una nave espacial con forma de platillo volador.
Este personaje tiene la capacidad de proyecta tal vez todos los traumas de los que el narrador no es capaz de hablar, pues además cuenta con un superpoder que en un principio suena único y envidiable, pero que después de experimentarlo en páginas y páginas de excelente narración es lo más atemorizante que le puede pasar a cualquier persona: Billy Pilgrim, el personaje en cuestión y protagonista de esta historia, puede adelantarse y volver a distintos momentos de su vida a través del tiempo, pero no a los que él elija. Siempre hay un pero, y este pero es determinante para colocarnos como espectadores de los momentos más horripilantes de su vida una y otra vez: cuando su madre muere desahuciada; sus primeros meses en combate (no como soldado, sino como asistente de capellán); la desoladora travesía por la que tiene que pasar cuando es capturado como prisionero por soldados alemanes; y, sin duda la parte más cruda, cuando presencia el bombardeo de Dresden, donde pasó sus últimos días cautivo. Todo esto, una y otra vez, sin poder salir de este ciclo a voluntad.
Hoy, que se cumplen cien años del natalicio de Vonnegut, queda el remoto deseo de volver a tener en las manos un poco de luz, ficciones que nos hagan ver la complejidad de los conflictos armados más allá de los sitios de noticias que en ocasiones resultan ser más oportunistas que profesionales. Hoy quisiéramos saber si estamos listos para una secuela.