Tierra Adentro
Imagen digital por Alex Contreras

Titulo: Permanente obra negra

Autor: Vivian Abenshushan [et al.]

Editorial: Sexto piso

Lugar y Año: 2019

Lector (aburrido) me pregunta,
que cómo, dónde y cuándo.
Y yo siempre le respondo:
quizás, quizás, quizás. 

-Vivian Abenshushan

 

Permanente obra negra de Vivian Abenshushan [et al.] es un proyecto de enorme complejidad textual y formal en el que se atienden las siguientes preguntas: ¿cómo escribir una novela sin escribir una novela?, e incluso, ¿cómo leer una novela que se resiste a ser leída?; leerlo requiere atención, detalle y un cierto grado de enloquecimiento; escribir acerca de él supone una tarea proporcionalmente difícil.

 

El libro o, mejor dicho, el libro, pues la autora tacha la palabra cada vez que la escribe para borrarla sin omitirla por completo, parte de la experiencia de Abenshushan como negra literaria. Dentro del relato la autora no está sola, sino que convoca a otras personas, a otras experiencias, a otras voces y sus correspondientes reflexiones. Lo intuimos desde la portada en que se firma el nombre de la autora seguido de un contundente [et al.]: el individuo está acompañado siempre de una multitud.

Este proyecto proviene del más profundo desencanto ante la realidad de la creación literaria y sus vicisitudes, Vivian Abenshushan demuestra que no conviene rendirse ante el sistema opresivo de la producción textual y que la única escapatoria de ese mundo es el relato. El libro aparece como una táctica para liberarse de su incapacidad literaria, presentando una reflexión larga y polifacética acerca de la labor de la escritora fantasma o negra literaria, un fenómeno que, como se demuestra a partir de una exploración histórica sobre el tema, está (y ha estado) totalmente normalizado en los circuitos de poder.

 

Lo que define al negro literario es la cantidad de silencio que requiere su trabajo, se escribe, pero no se firma; se habla, pero también se calla. Ante tanto silencio, el poder se recupera al hablar, tomar la palabra y dar un testimonio subvirtiendo el sistema de poderes. Aquí se encuentra la táctica vital que pone en operación la autora: insistir en la radicalidad de escribir (aún).

 

La autora se enfrenta a una tarea muy compleja desde el inicio, tal vez pensando en que las tácticas de escapatoria suelen tener que estar encubiertas, o tal vez, en que la linealidad, tanto de escritura como de lectura, también es parte de un sistema opresor. De manera táctica aparece entonces la necesidad de desbordar el libro al mismo tiempo como contenido y como contenedor. Así, rechaza lo singular para convertirse en una pluralidad. Permanente obra negra es muchísimos libros y uno solo a la vez; un compendio de combinatorias que cambian a partir no solo de las decisiones de la autora, sino también a través del acto manual del lector.

 

Por un lado, se narra la historia de un momento crítico en la vida de la autora, su experiencia de trabajo como escritora fantasma y los resultados traumáticos que esto supuso en su vida literaria: la incapacidad de escribir una novela. Este libro ahora, años más tarde, reacciona ante esa imposibilidad; aparece entonces la posibilidad expandida: escribir una obra que se encuentre en construcción permanente. Partiendo de un primer momento de aceptación de la experiencia traumática, Abenshushan relata en brevísimos pedacitos, entre recuerdos desdibujados y frustraciones muy presentes, su experiencia escribiendo como negra literaria. Después se expande la narración a otros cuerpos, otros espacios, otros momentos en donde se recuenta cómo una infinidad de autores y autoras han, desde su pluma, dado forma a deseos ajenos.

 

A nivel de formato, el libro existe en cuatro modalidades diferentes: tres impresas y una virtual. En cuanto a las versiones físicas,  la primera modalidad nos presenta a un objeto, una secuencia de hojas encuadernadas, que se puede entender como un libro a primera vista. La segunda, ofrece una ampliación de las combinatorias de lectura posibles, es un libro encuadernado sí, pero todas las hojas han sido partidas en tres tiras rectangulares, de modo que se convierte en tres pequeños libritos que se acompañan, cada sección se puede leer a su propio ritmo, todas las hojas se pueden recombinar y leer a destiempo. La tercera versión física es sin duda la más rebelde: el libro se convierte en fichero y existe como una caja contenedora de tarjetas que pueden desordenarse y leerse todas o ninguna al mismo tiempo. Nunca encuadernado, nunca forzado a tener un principio y un fin, el libro-fichero es tal vez el formato más radical del proyecto. Para ser leído requiere que se desplieguen las fichas, ocupando espacios, recuperando la horizontalidad de la mesa de escritura, volviendo al lugar de trabajo de las palabras, el constante terreno de la indefinición. En suma, cada una de sus modalidades físicas parecería proponer un paso congelado, de formato en formato, entre la jaula y el vuelo de las palabras.

 

La última modalidad, la virtual, abandona los formatos convencionales para convertirse en una página web. En el sitio aparece como fondo la imagen de una fábrica en la que se entrecruzan una variedad de componentes industriales. Un dedo apunta hacia una palanca, una primera instrucción en la que el gesto-lector es necesario para iniciar el mecanicismo. A partir de ese movimiento virtual, se activa el engranaje visual con sus correspondientes sonidos, mientras que un algoritmo escoge tarjetas al azar. Cuando termina el proceso maquinal se ofrece una selección de seis tarjetas, como una tirada de cartas de tarot. Este formato digital es más cercano al formato físico del fichero, en el que las tarjetas aparecen como ideas independientes y se agrupan con otras a partir del azar del algoritmo.

 

Permanente obra negra es una búsqueda por la pluralidad. Se niega a la linealidad interna, de modo que se despliega en seis secciones distintas. Para distinguirlas, el libro se conforma también por medio de seis tipografías diferentes, cada una corresponde a un tema, y contienen su propio micro-mundo y también su propio relato que se mantiene a lo largo de las cuatro modalidades de presentación. La tipografía es la manera de darle materialidad al texto, de devolverle el cuerpo.

1. Baskerville- permanente obra negra (la novela que no)
2. Bodoni- archivo de escrituras negras (apuntes sobre los esclavos de la letra)
3. Corbel- la novela inexperta (un archivo desde la escritura negra)
4. Adobe Carslon Pro- libro de los epígrafes (citas sin atribución)
5.Franklin Gothic Medium- los artistas de la ficha (el fichero como práctica estética, un archivo que se investiga a sí mismo)
6. Eurostile- instrucciones de uso (máquinas de escritura)

Las tipografías expanden la narrativa, presentando un contexto cada vez más abrumador, demostrando la universalidad de la labor de los negros literarios. Abenshushan rastrea la historia de esta modalidad de escritura oculta a través de los años y de las geografías. Las secciones se encuentran en diálogo, empoderándose la una a la otra para narrar historias traumáticas. Las partes del libro se van articulando como espacios de libertad para reunir epígrafes infinitos ante la imposibilidad que comparte Abenshushan de ceñirse a una única frase inaugural, para contar historias de negritud literaria, para explorar las posibilidades de las fichas en la literatura y para presentar momentos de visualidad en donde el arte se ofrece como una estrategia de salida para la literatura. A todos estos momentos los acompañan también una pluralidad de silencios intercalados, páginas en blanco.

 

Aunque se resiste a ser encontrada, hay una breve novela dentro de este complejísimo libro/artefacto/proyecto de vida: la sí-novela de la no-novela. Reducida a una de las tipografías, aparece un mundo en donde los libros se escriben en barcos que navegan perpetuamente entre aguas internacionales. En estos navíos viajan imprentas que producen libros y también viajan los negros literarios que los escriben. Abenshushan presenta esta realidad globalizada de escritura y producción en donde imagina una posibilidad de quiebre ante el sistema. La liberación posible para estos esclavos de la palabra es, de manera paradójica, también la palabra. Escriben sus propias palabras rechazando la escritura de las ajenas; escriben en colectivo repudiando a las palabras solitarias; escriben en el aire como rechazo a la mucha materia de los libros que nunca podrán firmar. Una breve y explosiva novela acerca de una realidad que demuestra ser ni tan distinta ni distante.

 

Permanente obra negra reflexiona sobre el anonimato, la negrería literaria, la esclavitud de la verdad, la autoridad de la firma y la construcción de una posible táctica de salida. Ante la certeza y linealidad que oprimen al escritor, Abenshushan nos plantea entonces una infinidad de preguntas: ¿cómo se desvanece la autoría?, ¿qué forma tiene un libro que empieza en cada página?, ¿cuál es el equilibrio entre permitir la total apertura y la necesidad de detener el proceso, imprimir un libro y poder hacer públicas las ideas? Y si entendemos la propuesta de Abenshushan en la que la autoría se desdibuja, el lenguaje se entiende como un eterno citar colectivo y todos tenemos una comunidad adentro, entonces ¿es posible pensar todavía en plagio?, ¿alguien es dueño/a de las ideas?, ¿cuál es el límite entre inventar e inventariar?, ¿cómo se puede expropiar la palabra?, ¿cómo nos convertimos todos en des-autores? Todas estas preguntas y millares más se entretejen entre las páginas de este libro, en el que las reglas solo se pueden descubrir jugando.

 

Permanente obra negra es un libro desmembrado, transitorio e ingobernable. Quien lo desee leer tendrá que prepararse para no poder escapar nunca de su encanto.

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