Aaron Copland (1900-1990) Sinfonía breve
Copland comenzó sus estudios de armonía por correspondencia a los diecisiete años de edad y después tomó clases con Rubin Goldmark, quien a su vez había estudiado con Robert Fuchs y Antonin Dvořák (por cierto que otro de los alumnos de Goldmark fue George Gershwin). La primera composición de Copland en ser publicada fue El gato y el ratón; una obra “al estilo de Debussy”, en palabras de su autor. En una entrevista con Edward T. Cone de 1967, Copland afirma que en la época en que él comenzaba a componer se esperaba que todo músico norteamericano adquiriera su “refinamiento” en Europa.
Yo era un adolescente durante la Primera Guerra Mundial, cuando Alemania y la música alemana no eran muy populares. Lo nuevo en la música eran Debussy, Ravel, también Scriabin… era obvio que si querías estudiar música en Europa debías ir a Francia. Todas las novedades parecían venir de París aun antes de que hubiera escuchado el nombre de Stravinsky.
Así que Copland viajó a París y tomó clases con Paul Vidal y después con Nadia Boulanger, quien daba clases en el conservatorio y en el recién fundado American College at Fontainebleau. Copland fue uno de los primeros músicos norteamericanos en viajar a París y formar parte de la llamada “boulangerie”. Más adelante músicos como Elliott Carter y Philip Glass siguieron el ejemplo de Copland, en buena parte inspirados por él, de viajar a París y estudiar con Boulanger.
Serge Koussevitzky pasó por París en 1920 e invitó a Nadia Boulanger a tocar el órgano como solista en su primera temporada como director de la Orquesta Sinfónica de Boston. La cual aceptó y le pidió a Copland que compusiera un concierto para que ella tocara en esa temporada, pues también daría algunos conciertos con la Filarmónica de Nueva York, dirigida entonces por Walter Damrosch. El resultado de esa petición es la Sinfonía para órgano.
Koussevitzky era un entusiasta de la nueva música y promovió lo más que pudo el trabajo de compositores jóvenes como Copland. Poco después de que se interpretara la Sinfonía para órgano en Nueva York, él hizo lo propio en Boston; después interpretó su Música para teatro en 1925, el Piano Concerto en 1927 y la Oda Sinfónica en 1932 como parte del repertorio de la Sinfónica de Boston. Que un director tan importante como Koussevitzky tocara constantemente la música de Copland significó una enorme difusión para su trabajo a través de la radio y las grabaciones de discos.
La música de Copland de la década de 1920 estuvo influenciada por el jazz, lo cual entonces no se veía como algo positivo para muchos críticos y compositores. El musicólogo Alfred Einstein afirmó alguna vez que el jazz había sido “la traición más abominable en contra de la música de la civilización occidental” y no era el único en pensar de ese modo. Para la década siguiente, Copland entró en una fuerte crisis de creatividad y en 1932 se refugió en México, un país por el que siempre manifestó un cariño entrañable. Necesitaba moverse de esa “idea de grandiosidad, de lo dramático y lo trágico” de su música. De este retiro surgió la Sinfonía breve. Para muchos, las Variaciones para piano (1930) y esta sinfonía son las obras más importantes de este compositor en su etapa de juventud.
Copland exploró muchas formas y ritmos a lo largo de su vida y además fue uno de los primeros compositores norteamericanos en diluir la barrera entre la música culta y la popular desde una posición de autoridad en música clásica (el otro sería Charles Ives). Fue compositor del Carnegie Hall y de los estudios de Hollywood, fue director de orquesta, pianista, hizo programas de televisión, dio conferencias para niños y jóvenes interesados en la música y escribió dos libros extraordinarios sobre música: ¿Cómo escuchar la música? (1939) (publicado en español por el FCE en su colección Breviarios) y Música e imaginación (publicado en español por Emecé en Argentina).
La Sinfonía breve fue estrenada por la Orquesta Sinfónica de México dirigida por Carlos Chávez, a quien está dedicada la obra, el 23 de noviembre de 1934 en la ciudad de México.
Aunque Copland buscó alejarse del estilo de composición que tenía hasta entonces, esta sinfonía conserva la gran influencia rítmica del jazz, principalmente la síncopa. Debido a que después de su estreno en México, la Sinfonía breve no tuvo el mismo impulso en Estados Unidos (Stokowski en Filadelfia y Koussevitzky en Boston no la incluyeron en sus repertorios), Copland hizo una transcripción para un sexteto: cuarteto de cuerdas con clarinete y piano. Copland se sintió decepcionado de esta falta de interés en su país por una obra tan importante para él. “Aunque sólo dura quince minutos, me tomó cerca de dos años terminar la composición”, afirmó Copland en una nota de la grabación de la obra por Columbia Records en 1967 (MS7223). Él mismo describe la obra de este modo en dicha grabación:
La obra se divide en tres movimientos (rápido, lento, rápido) que se tocan sin pausas. El primer movimiento es similar a un scherzo en carácter. Alguna vez pensé en nombrar esta pieza como La línea que salta por la naturaleza de esta primera parte. El segundo movimiento se divide en tres pequeñas secciones: la primera llega hasta un clímax disonante que contrasta fuertemente con la siguiente parte que tiene forma de canción y luego volvemos al inicio. El final es colorido, con brillo y complejo en su conformación rítmica.
La Sinfonía breve contiene una gran variedad de texturas, de las que la ausencia de percusiones (con la excepción del piano) es causa. La mayor parte del tiempo escuchamos una sola tonalidad y cuando aparece alguna disonancia normalmente funciona como una parte de la dinámica y no tanto como una línea armónica distinta. Los cambios rítmicos constituyen la mayor complejidad de la obra. En una misma página de la partitura aparecen distintos compases: 6/8, 7/8, 5/8, 6/8, 7/8 y además, en las partes en que hay un 4/4 el acento cae en el tempo 4 o en la segunda parte del 1º.
El segundo movimiento es un contraste claramente notable con respecto a la exuberancia del primero. Inicia con una música intensa, más lenta, que abre paso a la canción armónica que está justo a la mitad de este movimiento y prácticamente de toda la obra. El final es una síntesis de lo que ya escuchamos antes y nos devuelve a la complejidad rítmica del primer movimiento con mayor densidad de texturas. Como bien se lo propuso Copland, esta obra termina sin el aire de grandiosidad de sus otras dos sinfonías, pero no por ello es menos elocuente o efectivo. De hecho, la Sinfonía breve requiere de mucho rigor y experiencia para ejecutarse con precisión. No es casualidad que muy pocas personas la conozcan y que haya tan pocas grabaciones de la misma en comparación con otras de las composiciones de Copland.
Suele decirse que hay dos tendencias de Copland como compositor; una es la de música popular (por ejemplo, Música para teatro, El salón México, Billy the Kid o la Fanfarria para el hombre común). Otra es la música más rigurosa y abstracta como las Variaciones para piano, el Cuarteto para piano o sus obras tardías orquestales Connotaciones o Inscape. La Sinfonía breve es una fusión de ambas tendencias y la obra que quizás represente mejor el carácter de Copland como músico. Una joya de quince minutos.
- La Orquesta de Cámara Orpheus interpreta una versión que conserva mucho de la intimidad del segundo movimiento y alcanza la fuerza necesaria en el principio y el final; podemos apreciar muy bien los cambios rítmicos de la obra y la intencionalidad en los matices:
- La versión de la Orquesta Sinfónica de Bournemouth dirigida por Marin Aslop (NAXOS, American Classics, 2008) es de una gran riqueza. Hay una precisión rítmica que hace justicia a los requerimientos de Copland. Hay un gran cuidado en la ejecución sin sostenerse sólo en lo técnico. Una versión con mayor soltura y contrastes. Muy recomendable.