Kafka en la orillita
«Entonces recordé al escritor convertido en cucaracha
y se me ocurrió una excusa: “Señoritas entrevistadoras:
ésas no son cucarachas, son unos amigos escritores,
justo hablábamos de la literatura checa».
Mauricio Bares, Apuntes de un escritor malo
Estamos frente a un libro de detectives. Aunque sólo hay uno y no es ficción. No es Héctor Belascoarán Shayne ni el pusilánime de Édgar “el Zurdo” Mendieta. Éste es un detective de verdad, tan verdadero como el desierto en el que se desenvuelve. Franco Félix es el detective de la espera y todo su linaje, como la esperanza, por ejemplo. ¿Qué sentimiento más absurdo y, por lo tanto, completamente kafkiano? ¿Por qué deberíamos recibir algo? ¿Por qué esperamos algo siempre?
Kafka en traje de baño está conformado por tres crónicas sobre la búsqueda de algo. La primera, que lleva el nombre del libro, es una exhaustiva búsqueda de familiares de Franz Kafka en Hermosillo. Hay una investigación formal detrás de esto, con actas, pasaportes y registros oficiales de personas que formaron parte de la Diáspora Judía durante el periodo entre guerras, algunos de ellos entraron por Veracruz y otros, por Sonora.
Hay que destacar la disposición y el trabajo minucioso de la editorial Nitro Press, que publica sobre todo narrativa, para presentar dichos documentos, los cuales normalmente serían más comunes para un periódico o una revista de periodismo, y que muchas veces los editores de literatura se niegan a acomodar en los libros que publican.
Para esta investigación, es claro que Franco usó dos de los pilares fundamentales del método científico: la esperanza y la intuición. Y ante ellas responde, si es necesario, sentado junto a una naranja desprovista de hidratación, bajo el que parece ser un sol muy original de Hermosillo. Y que por cierto, es todo un personaje en el libro, salvo, quizá, en la tercera parte.
Conforme avanza el libro, donde encontramos —como ejemplo de una narración desamparadamente real— un relato sobre cómo la hermanita menor de Kafka lleva, engañada por sus captores, a decenas de niñitos bajo la nieve hacia Auschwitz, uno se da cuenta de que en realidad Franco Félix es, además de detective, un alquimista moderno.
Ayer Franco me contaba de un escritor en Estados Unidos que está rastreando a familiares de Kafka allá, y le pregunté que por qué hay tantos (al menos hay dos) escritores obsesionados con encontrar parientones de Kafka. Respondió que él creía que era por buscar algo de suyo, su sangre, un legado físico en el mundo. Pienso que para encontrar su humor, el oro en el que el alma de Franco se trasmutaría, el autor ha acudido a los nuevos elementos de la naturaleza: Google, Facebook y el Fonca. Y lo hace con éxito. No diré más para evitar spoilers.
El tercer relato es sobre su descabellada obsesión por las noticias extrañas. Encontró que en un hospital siquiátrico de Buenos Aires, el Borda, habían encontrado en 2013, a un hombre momificado. Momo, como le dice Franco de cariño, esperó, primero varios días para morir dentro una tina, y luego algunas décadas para que encontraran sus restos. Un hospital siquiátrico. No el mismo de donde Robert Walser se escapó al paseo infinito de su muerte, pero algo parecido, me imagino.
A este detective le gustan los sujetos que saben esperar, a diferencia de otros que seducen la información, sólo ven lo que quieren ver y hacen sofisticados trucos de magia a partir de algunos datos sin importancia en sus historias, Franco Félix sólo espera, sigue pacientemente. Él dice que «una de las actividades más importantes de un detective con el corazón roto es espiar a la gente», pero la realidad es que se espía a sí mismo.
Con una hilarante ternura, Franco se pone en juego frente a su fascinación. En el segundo relato sobre su primo Ramón, autista y artista de ropa y carros de plastilina, el autor nos pregunta realmente quién es el que está loco. «Muy regularmente decimos que vamos a volvernos locos cuando experimentamos el abandono. Cuando alguien nos deja. Pero si volverse loco es soportar con alegría el brutal calor y sentirse bendecido por una barra de plastilina al día, el panorama no es tan malo».
Todas son historias que Franco, además de escribir, ha esperado. La paciencia y la esperanza: dos estaciones que ya no vemos en estos días, son bien conocidas por él. Franco Félix las conoce, ha estado ahí y este libro es su cuaderno de viaje y testimonio.
¿Crónica o alquimia?, ¿poema o conjuro? Por la espera y la esperanza, por la risa y la locura, y por toda la verdad, Kafka en traje de baño es un libro hermoso y necesario.