Tierra Adentro
Fotografía por Pixabay.

Traducir un poema va más allá de traspasar palabras de un lenguaje a otro; esa experiencia de producción de sentido implica sacar un artefacto cultural de su engranaje para insertarlo en otro y tratar de hacerlo funcionar. A partir de su labor con el portugués, Cristobo sugiere que cada poema y cada poeta reclaman una traducción propia, específica.

 

¿Qué es traducir?, ¿de qué tipo de experiencia hablamos al referirnos a la traducción de poesía? Curiosamente, esto es algo que en general no podemos responder cuando comenzamos a traducir a un poeta. Traducir un poema suelto, o una selección de diversos autores en la que cada uno de ellos está representado por un texto, implica con frecuencia un trabajo de “legibilidad” que nos pide concentración sobre un punto: que el poema siga funcionando en la lengua a la que lo traducimos (en mi caso, el castellano). Es cierto que estaremos atentos también a otros factores como la musicalidad, los silencios que penden sobre el texto, el tono más o menos familiar en el que el escritor se expresa, pero casi siempre la maquinaria de producir sentido nos exigirá, incluso inconscientemente, que repongamos al máximo esa capacidad del poema de articularse como un engranaje cultural dentro de un sistema común de interpretaciones y valores, que es lo que frecuentemente llamamos “contexto de lectura”. En una lengua (y un mecanismo de producción literaria) ajeno al de su ejecución original, el poema, cuando aparezca aislado, será presentado como un artefacto autónomo, correctamente expresado: una miniatura de sentido cuya cohesión interna será inherente a la percepción de que el traductor ha hecho un buen trabajo, incluso cuando esto sea discutible.

Pero el caso es distinto al trabajar con series de textos más amplias, un libro de poemas del mismo autor o incluso varios poemarios compilados, antologados o en toda su extensión, para ser editados conjuntamente en la traducción. En esas situaciones es posible intentar una traducción no sólo como forma de transportar un sentido entre dos lenguas, sino también involucrarse más específicamente en algunas de las claves lingüísticas alrededor de las cuales el autor ha establecido sus (des)preocupaciones, el tipo de terreno sobre el que ha montado su campamento. A veces, incluso, es el propio poeta quien se ha encargado de filtrar en sus textos algunas frases que parecen dirigidas específicamente al traductor: “Presta mucha atención a lo que no digo”, dejó escrito Paulo Leminski (Curitiba, Brasil, 1944-1989), uno de los autores que he tenido la suerte de traducir recientemente. ¿Qué es lo que Leminski no dice? Atraído por la poesía concreta, los haikus, el grafiti y el lenguaje publicitario (profesión en la que se desempeñó), Leminski no solamente se destacó por su alto grado de precisión en espacios verbales reducidísimos (como en los mínimos tres versos: “luna a la vista / ¿brillabas así /sobre auschwitz?”), sino también por ser extremadamente específico en su vaguedad, como en el título de uno de sus primeros poemarios: “no fuese eso y era menos / no fuese tanto y era casi”.

Otro ejemplo bastante claro de esto se da en un poema de su autoría que dice:

um dia
a gente ia ser homero
a obra nada menos que uma ilíada

 

depois
a barra pesando
dava pra ser aí um rimbaud
um ungaretti um fernando pessoa qualquer
um lorca um éluard um ginsberg

 

por fim
acabamos o pequeno poeta de provincia
que sempre fomos
por trás de tantas máscaras
que o tempo tratou como a flores

 

En general, se ha traducido la última estrofa agregando un elemento en el segundo verso (“acabamos siendo el pequeño poeta de provincia”, “acabamos como el pequeño poeta de provincia”) que falta en el texto original. Esto es significativo porque quien traduce está decidiendo, quizá sin saberlo, completar un sentido que en portugués está ligeramente suspendido: si vamos a servirnos de aquello que no está escrito, sería tan posible leer “acabamos como” cuanto “acabamos con”, es decir, terminamos con él, lo que, a su vez, crea dos posibles comprensiones. Esas, me parece, son cosas que Leminski “no dice”, y sobre las cuales nos pide que prestemos atención.

Pero si con Leminski la instrucción —atender a lo no dicho— es clara, cuando traducimos a Marcos Siscar (Borborema, Brasil, 1964) la consigna es bastante más ambigua. “Eres tú quien sabe”, nos dice el título de unos de sus poemas, adivinando las dificultades que encontramos para tomar ciertas decisiones: los versos sin puntuar, la ambigüedad del texto, el carácter anfibio de ciertas inflexiones verbales que podrían atender tanto a un “você” como a una tercera persona (y que muchas veces han sido traducidas al castellano equivocadamente como concordando con un “usted”), nos sitúan en una encrucijada en la cual, casi inversamente al procedimiento utilizado con Leminski, lo importante no es no producir textualmente aquello que el poema calla, sino ser capaces de mantener el mismo nivel de potencialidad de todas, o casi todas, las lecturas que el poema podría sugerir. Así, por ejemplo, en el poema mencionado, se enuncia casi una poética de la traducción aplicada a sí mismo por Siscar:

Eres tú quien sabe

eres tú quien sabe tú decides

si hoy es día de revancha eres tú

quien sabe tú me hieres

cuando pienso que avisas tú

mientes cuando callas otorgas

eres tú quien sabe ¿tú no

yerras la esfinge que me encierra?

A partir de la necesidad de que esos versos sigan teniendo sentido en castellano, el traductor debe invisibilizarse, retirarse como sujeto interpelado por la pregunta del poema. Esto sólo puede hacerse, desde mi punto de vista, apostando simultáneamente por todos los sentidos posibles para el texto, por cuanto decantarse por un tipo de traducción será prolongar la duda de errar la esfinge; es decir, tomar una decisión contraria no sólo a la estructura de los poemas, sino a sus propios contenidos.

La experiencia de traducir, entonces, será una respuesta individual frente una serie de textos para los cuales podremos identificar una solución temporal que venga a organizar unas prioridades de trabajo; un modo de encontrar nuestras propias guías dentro del texto para personalizar lo que una traducción pueda ser en cada caso.

 


Autores
La redacción de Tierra Adentro trabaja para estimular, apoyar y difundir la obra de los escritores y artistas jóvenes de México.
(Argentina, 1971) vive en Barcelona desde 2002. Sus últimas obras, publicadas en formato digital, son Deutschkurs (2008) y Krillsongs: en vivo en Berlín (2007). Actualmente dirige el sello editorial independiente Kriller71 Ediciones, dedicada a publicar y traducir a poetas jóvenes.
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