Jaime Mesa, el predilecto
Titulo: Los predilectos
Autor: Jaime Mesa
Editorial: Alfaguara
Lugar y Año: México, 2013
Conocí a Jaime Mesa una noche en Acapulco, cuando presentamos el fabuloso libro de Iris García, Ojos que no ven, corazón desierto (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2010). Al término de la charla literaria, nos refugiamos en un bar donde concluí que era un tipo de buena leña.
Volví a verlo años después, en Puebla, durante un encuentro de escritores de Tierra Adentro. Afuera del hotel donde nos reunieron (el hotel favorito de Daniel Sada, nos contó el propio Mesa), entre cigarros y cervezas, hablamos de libros en proceso, del estado de ánimo y de literatura. Ahí nos platicó un poco sobre su siguiente novela. Mesa hablaba de ella con el entusiasmo de un obseso. Aspiraba fuerte el humo del cigarro para seguir contándonos de la reconstrucción de su vida sentimental y el proceso creativo.
De mis amigos en común con Jaime Mesa, todos destacan por su congruencia: vive y escribe como piensas. No hay una postura del macho intratable, bebedor entusiasta o ajonjolí de todos los moles. Jaime Mesa es Jaime Mesa. Punto.
Cuando leí Los predilectos, recordé aquella noche en Puebla en la que Mesa nos adelantaba un poco sobre la historia de este libro. Lo recordé porque lamento mucho no haber puesto la suficiente atención como para conocer de viva voz la fórmula precisa para contar una historia.
En el capítulo 4 de Watchmen, el Dr. Manhattan, insatisfecho con su nueva vida como ente capaz de manipular la energía de la materia, se va al planeta Marte, donde reflexiona sobre la vida y la nada. Manhattan afirma: “Este planeta desierto: es tan maravilloso, completamente en silencio”.
Mesa, al igual que Manhattan, construyen a partir de nada. Ficción en el sentido más preciso. El poblano suelta la rienda del caballo literario, no porque no sepa domarlo, sino porque sabe que las mejores historias no están amarradas a la realidad.
En Los predilectos, una novela actual, si se quiere, nos recuerda que no es necesario mencionar el D.F. o Monterrey para darle credibilidad; no destaca ningún grupo musical que sirva como pretexto para presumirnos su melomanía; no hay guiños a películas o programas de televisión, que le den al autor un escalón para obligar a la gente a mirarlo hacia arriba; nada de eso.
Al igual que el Dr. Manhattan, que comienza a manipular los elementos del planeta rojo para construir un castillo de cristal, donde piensa vivir lejos de los humanos, Jaime Mesa comienza desde cero la historia de Scarlett Kunzen, una mujer de apenas 30 años, hastiada de la vida.
Todo es ficción y esto lo menciono como un atino.
En Apuntes del subsuelo, Dostoyevski afirma: “el hombre, quien quiera que sea, siempre y en todas partes, prefiere hacer lo que le da la gana a lo que le aconsejan la razón y el interés… y a veces es absolutamente imperativo que lo haga”.
Eso ocurre con Kunzen, quien durante un tiempo, cuando era hermosa, se aficionó a las fiestas donde los seropositivos (gift givers) tienen sexo con quienes desean contagiarse de VIH (bug chasers). Luego, ya obesa, decide internarse en una clínica de rehabilitación para perseguir una obsesión que la persiguió desde muy joven: ser madre.
En la clínica conoce a los miembros de una exitosa banda de rock, quienes hartos del éxito y la fama, toman la reclusión como un respiro a sus ajetreadas vidas. Su encuentro en esas condiciones marcará sus existencias, no por sus afinidades, sino porque descubrirán su patetismo.
Kunzen irá de obsesión en obsesión, insatisfecha con su vida. En determinado momento expresa: “dejar el alcohol, las drogas, la comida, el sexo no tiene nada de gracia, es inútil si no tienes algo más con que llenar esos espacios. Y realmente hay pocas cosas interesantes con que hacerlo”.
Mesa deja trasminar una notable influencia de la literatura norteamericana. No por nada, su personaje principal –femenino, sí, pero asombrosamente tridimensional– tiene una visión platónica de sí misma, algo muy Fitzgeraldiano.
Pero el verdadero valor de Los Predilectos no es su trama atinadamente ficcionada, ni su excelsa primera persona del narrador, ni sus entrañables reflexiones sobre la vida, la muerte o la procreación. No. Sino la coherente postura del autor hacia la ficción, la vida y la procreación. Mesa se tomó muy en serio la sentencia de Scarlett Kunzen: “si no tienes un objetivo claro las cosas difíciles se vuelven imposibles”.