Vade retro satana
El chorro del agua de una llave musicaliza el patio invadido de macetas. Siguen los camiones trayectorias con sus ruidos de motores, a lo lejos. Los pájaros azulosos del alba, como los transparentes del mediodía, hacen la pauta pautada al tímpano y luego hablan, pero gorjean. Los sonidos aquí me acaparan. Tris, tris, tras, tras, los sacudo como a las pelusas ácaras.
Diré del silencio del mármol y del silencio negro de las hormigas. Las uñas despostilladas rasgan los tules, las medias. La suavidad de las sábanas murmura despacito, tiembla. Rechina la puerta roja de madera. Zumba elegante la mosca para luego desaparecer con su color a orín verdoso.
La escalera cimbra aunque nadie la suba. El viento de octubre arrastra hojas y expande el golpe del badajo a las campanas. Afuera crujen las piedras. Una jaula alberga un pájaro de tela, su canto es armonioso. Los cajones de la cómoda silban, las puertas de los roperos aguardan sigilosas. Los visillos de las ventanas detienen algunas horas el vaho del rocío; los ruiditos insectos del jardín. Las faldas de las niñas, blancas, blancas. Vaporosas. Las niñas son infinitamente ciegas. El polvo tartamudo y mimético cubre sus lenguas.
Sobre las bardas las flores de San Juan ―llamaradas― crecen agresivas: crujen. Sé que observan. Sé que anaranjadas me siguen. Por aquí hay muchas sombras. Blancas sombras que como el pájaro del pico despostillado y canto ciego: braman.
Esta historia son sonidos. Acurrucados entre las esquinas de las ventanas, entre lo pulido de los vidrios. Las niñas acomodan las piñitas del pino, entre las rendijas de las banquetas. Las niñas no hablan. Ciegas y mudas cantan al frotar sus palmas sobre la grava. Y sangran.
Los sonidos del hospital son argollas. La canción de la tisis: gradual y lenta. El lamento de los órganos. Su descomposición. Amoroso el contagio como el ladrido de los perros. Aquí la vida es otra cosa. La electricidad tensa.
Suene altivo el paso del tiempo. Quédese mudo, no hable. Mas cuando un sonido lo atribule, grite entonces: ¡Vade retro Satana! ¡Vade retro!
Finos polvillos caen desde las vigas; secreteándose dicen: golpeteo, golpeteo…golpeteo. La yema de los dedos, opuesta a las uñas. Las uñas enterradas sobre los cuerpecillos. Las niñas sangran. Las uñas niñas. Las niñas vejadas, violadas, molidas. Los pájaros anuncian, celentéreos, la muerte de las horas.