Tierra Adentro
Imagen del especial El joven Paz, Tierra Adentro.

El Arte siempre ha sido la revolución, en dimensiones mágicas, de una realidad histórica. Si son tiempos de mentira y caos, el arte como un amoroso espejo, los traslada a través de la disolución íntima del hombre. Si, por el contrario, hay una voluntad de verdad y dicha, el arte guarda este impulso en los cuadros, en las músicas, en la poesía.Es claro que en el más puro desorden se escuchan voces llenas de claridad y vida, que también en la más perfecta estructura existe la llama disolvente, la palabra nihilista.

Sin embargo, la fisonomía de un momento histórico está implicada en el predominio de una de las dos direcciones del espíritu, y así es que, como hoy en México tenemos una realidad interior caótica, forjada por la demagogia, el arte la refleja en su revolucionarismo de última hora, en su radicalismo teórico y en su indudable arribismo. Ya se verá a posteriori de cuántos advenedizos estaba hecho este Parnaso. Ya, cuando pase el vendaval burocrático, podremos oír a los verdaderos poetas y contemplar los verdaderos cuadros y las perennes esculturas. Por lo pronto, esta serie de falsificaciones vuelve impura la atmósfera y dolosas las palabras. En nombre de una revolución, que sólo hiere la superficie de las cosas, se cometen crímenes contra la expresión auténtica de nuestra Patria. Poetas oficiales, pintores oficiales, escultores oficiales en plan de mutuo incienso y alabanza, y al pueblo tapándole la boca con un puño de proclamas donde se promete todo y no se cumple nada, para que no hable con la voz de la tradición. Y lo que es más, y lo que es peor, gentes de la ciudad que han incorporado de un modo arbitrario, ligero y vano, los temas vitales de México a su retórica de campanario y producen y producen obras sin contenido humano y sin belleza formal.

No se pretende afirmar que la Revolución no haya movido a los artistas. Simplemente por el hecho de darles temas liberándolos de su antiguo europeísmo, ha contribuido a integrar la conciencia patria en ese aspecto. Pero es que los verdaderos creadores, como Clemente Orozco, pertenecen nominalmente a este grupo, están ligados en la apariencia, pero conservan su libertad, su personalidad y su mensaje propios.

Pero no todo está podrido en Dinamarca. Al lado de quienes no ven en el trabajo artístico sino el presupuesto, tenemos un cierto número de gentes que producen en la soledad su interpretación del mundo y que son también parte de ese todo contradictorio que es nuestro tiempo. Entre ellos esta Ortiz Monasterio, en cuya plástica de líneas vastas, lentas y solemnes encontramos un lenguaje profundo.

El Departamento de Acción Social de la Universidad, al organizar esta exposición de las obras de Monasterio, inicia un ciclo que tendrá como fin principal emplazar a la crítica mexicana a un juicio sobre los representativos, maestros y principiantes, del movimiento plástico contemporáneo. Al mismo tiempo, espera hallar en este medio el instrumento para la educación de un pueblo que tiene frente a sí los más variados y negativos estímulos, conduciéndolo hacia el goce de lo universal.

La Historia es “a manera de ancho río” que lleva en su cuerpo las piedras más burdas como los más lúcidos guijarros. Parte del destino de cada hombre es la posibilidad de escoger, en este amoral torrente, lo deleznable o lo valioso. La universidad de México se quedará con aquello que represente, a la corta o a la larga, el sentido más hondo del alma nacional.

 

“Una exposición”, Universidad. Mensual de cultura popular, número 11, diciembre de 1938.


Autores
La redacción de Tierra Adentro trabaja para estimular, apoyar y difundir la obra de los escritores y artistas jóvenes de México.
fue editor y fundador de la revista Barandal (1931-1932), con Octavio Paz, Salvador Toscano y Arnulfo Martínez Lavalle. Siguió junto con este mismo grupo en una publicación posterior, Cuadernos del Valle de México (1933-1934). Formó parte de la Generación de Taller.