Un mundo feliz: 90 años de la distopía en la modernidad
Los individuos buscan alejarse de las penurias cotidianas, a través de distintos vehículos que contemplan desde el arte hasta el alcohol, depende de cada psique, según dicta la sentencia del psicoanalista, Sigmund Freud en El malestar en la cultura (1930). Entregarse al hedonismo parece viable para vivir feliz, pero significa una inevitable enajenación.
Si las sociedades encuentran un escape colectivo del displacer, ¿cuáles serían las consecuencias? Aldous Huxley (Godalming, 1894 – Los Ángeles, 1963) respondió a la especulación con Un mundo feliz (1932), la novela distópica que desde hace 90 años mostro las repercusiones de instaurar un sistema regido por el placer.
Las redes del soma
En la obra de Huxley, aparece el soma, una droga capaz de combatir los sentimientos negativos. Los efectos provocan niveles de adicción peligrosos, y son permisibles mientras mantengan a las personas dispuestas a tolerar las otredades e implementar la libertad sexual necesaria en el las conductas del mundo ficticio.
En la novela hay distintas poblaciones, concebidas de forma artificial en campos de incubación. Los alfa lideraban a las castas inferiores, beta, gamma, delta y épsilon, el estrato inferior conformado por hasta 96 clones. Cada grupo tenían categorías extras: “más” y “menos” para cuantificar su perfección o sus defectos, según sea el caso.
El soma es accesible a cualquier casta, los mantiene unidos en una de las leyes fundacionales de la comunidad fordiana, “todo el mundo pertenece a todo el mundo”. Existe un equivalente de este mecanismo en el mundo real, un fenómeno en el que convergen las personas pese a las diferencias entre sí: las redes sociales.
En la virtualidad se colectivizan las ideas, y los contenidos no tienen un solo dueño, ni siquiera las imágenes o las ideas de los usuarios, quienes por medio de likes reafirman su presencia en las plataformas y en los debates públicos.
El placer viene desde el reconocimiento de los otros. De acuerdo al artículo de CNN “¿Por qué son tan adictivas las redes sociales?”, firmado por Melissa Velásquez Loaiza, Carolina Melo, los likes cuantificados activan áreas en el cerebro que hacen a la gente anhelar más de las redes.
“Estas son las mismas regiones del cerebro asociadas con la adicción a sustancias ilegales”, concluyó el Dr. Mitch Prinstein, director científico de la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés). El soma existe en la interacción virtual que no persigue un diálogo colectivo, sino la consolidación de la narrativa digital que las personas proyectan de sí mismas.
Si se trata de evadir las opiniones que causan malestar, Twitter ofrece una salida con los trending topics (TT), temas trascendentes para la opinión pública que, según el algoritmo, ha generado numerosas discusiones en la comunidad de la plataforma.
Sin embargo, muchos de los TT se erigen desde granjas de bots, programados para viralizar alguna tendencia a base de cantidades masivas de tuits. Es un proceso habitual en las discusiones políticas en la red, sucede con la “Red AMLO”, supuesta legión responsable de posicionar tendencias a favor del presidente.
En el terreno de las estrategias políticas en redes, la “Tecno-artillería política” acapara la atención por tratarse de cuentas pertenecientes a personas reales, quienes hacen llamados agresivos para levantar tendencias o acallar otras. Opositores y oficialistas recurren a este recurso, con el que fomentan polarización e intolerancia.
Cada mensaje de las cuentas falsas está diseñado para encontrar una audiencia que simpatice y respalde el discurso. Es difícil identificarlos, pues se hacen pasar por seguidores inofensivos hasta que llega el momento de sumarse a una guerrilla digital, y para ese instante, ya habrán aprendido cómo un usuario real suele compartir contenido en sus perfiles.
Las guías para encontrar bots son de poca ayuda, pues el problema no está en los números que codifican el algoritmo y establecen un TT; sino en la forma adictiva en la que se consumen las redes sociales y sus estímulos, los somas que conforman un bucle placentero con likes y mensajes diseñados para radicalizar las creencias de los usuarios. Mientras tanto, las cuentas falsas lanzan discursos incendiarios para legitimar a las esferas poderosas.
Entre las castas alfa y épsilon
La desigualdad social es otro mecanismo de control en la distopía en Un mundo feliz. Desde el momento en que fueron concebidos en los campos de incubación, la casta alfa posee los recursos necesarios para asegurarse un futuro exitoso al mando de las castas inferiores. Gozan de una mayor cantidad de oxígeno en su etapa prenatal y en la niñez acceden a la educación a través de la hipnopedia, el proceso de aprendizaje a través del sueño.
El panorama está reservado solo para los alfa, porque los épsilon reciben menos oxígeno en el nacimiento y son condicionados con descargas eléctricas para que rechacen el conocimiento en los libros y sientan desprecio hacia la naturaleza. Cuando se convierten en adultos, experimentan una conformidad con sus vidas gracias a la hipnopedia.
Los alfa a menudo suelen hacer comentarios despectivos respecto a la complexión de los épsilon, y los socavan por su condición desfavorecida. De esa forma, instauran una relación de poder en la que los cuerpos considerados inferiores están destinados a permanecer marginados en actividades arriesgadas o repetitivas. Ante los ojos de las demás castas, son una horda de clones.
La desigualdad es el pilar que sostiene el orden social tanto de Un mundo feliz como de México, aunque en el caso del país, los estratos se reducen a dos: ricos y pobres. Una división tajante que trazó su propia línea geográfica en la CDMX, durante las elecciones para elegir a los delegados de las alcaldías en junio de 2021.
Los resultados preliminares partieron a la mitad a la capital. En el occidente, ganó la coalición PAN-PRI-PRD/PAN, identificada con el color azul; del otro lado, los partidos ganadores fueron Morena y PT, cuyo color es rojo. Del lado azul se encuentran las alcaldías más ricas de la CDMX; mientras que en la “zona roja” habita la clase trabajadora y de menos ingresos.
Ambos estratos conviven con una relación similar a la de la casta alfa y la épsilon. Es una dinámica que no se limita a la CDMX, se extiende por el país. Uno de los casos más indignantes es lo protagonizan el gobernador de Nuevo León, Samuel García y su esposa, Mariana Rodríguez al exponer el poder con los que lograron quebrantar los derechos de los niños cuando pasaron un fin de semana con un bebé de cinco meses.
Además de mostrar el rostro del menor en las redes sociales y vestirlo de naranja, color de partido político de García, no existe el supuesto permiso de convivencia familiar bajo el que la pareja argumentó el hecho. No hay un proceso de adopción que justifique el vínculo entre el matrimonio y el menor.
Los privilegios del gobernador vulneran el derecho que tienen todas las niñas y niños a vivir en familia. La identidad del bebé tampoco se respeta porque García y su esposa lo hacen parte de un video que bien podría llamarse propaganda política. Esta cosificación en Un mundo feliz aparece cuando los alfa ven despojos humanos en los épsilon; de la misma forma en que las clases privilegiadas de México ven cuerpos vulnerables en otros individuos diferentes a ellos.
De nuevo, las redes sociales son el escenario de discursos intolerantes. El pasado 21 de diciembre el oficial mayor y segundo al mando en la CNDH fue captado en video cuando, con ayuda de cuatro hombres, golpeó a Óscar Kábata, quien exige justicia tras haber sido torturado por parte del Ejército en Ciudad Juárez, Chihuahua, en 2009, durante el Operativo Conjunto Chihuahua.
A los discursos de odio se une Roberto Vega Monroy, actual ex director de telesecundarias de Puebla, quien incentivó en Facebook a “exterminar” a los voladores de Papantla porque “viven de nuestros impuestos”. La publicación estaba ilustrada por una esvástica nazi.
Los abusos por parte de esferas poderosas conforman una desigualdad social también presente en Un mundo feliz. La dinámica de poder en México es una utopía para aquellos con privilegios. Un paraíso que se convierte en distopía para quienes viven en la “zona roja” del país.
La brutalidad hecha espectáculo
Nadie es feliz en la obra de Huxley. Bernard Marx es un alfa-más, incomprendido por sus valores y su aspecto delgado. Helmholtz Watson, amigo Bernard, pertenece a la misma casta, pero es demasiado competente, lo que termina por convertirlo en un inadaptado. En cuanto a Lenina Crowne, una beta-más, tampoco siente algo cercano a la felicidad a pesar de consumir soma con regularidad y ser una trabajadora genética.
Estos tres personajes son quienes presentan a un hombre miserable entre ellos, John, quien fue concebido en la reserva de Malpaís, hijo de Linda y Thomas, el director del cultivo central de Londres. Cuando Bernard y Lenina viajan a la tierra de los salvajes, encuentran a John.
Bernard infiere que su hallazgo podría estar emparentado con Thomas, pues el director había compartido una anécdota en la que realizó una expedición a la reserva con mujer que nunca volvió. Las sospechas de Bernard resultan verdaderas, y John se convierte en un sujeto exótico para los demás.
Pronto las prácticas de John se yuxtaponen en una sociedad que ha fomentado el libertinaje y ha eliminado la monogamia, junto las relaciones afectivas entre padres e hijos. Luego de perder a su madre, John pierde los estribos y se muda a un faro donde se azota por sentirse atraído a Lenina.
La brutalidad de sus castigos atrae la atención mediática, hasta que una noche Lenina entra al faro. John al verse acorralado, opta por el suicidio. Los curiosos que acuden al lugar ven unos pies bamboleantes en el aire. El personaje representa a las personas que han perdido la vida ante una comunidad indolente.
En 2020 una adolescente transmitió vía Facebook su suicidio. Durante junio del año pasado, otra joven terminó con su vida luego de haber sido diagnosticada con una adicción severa a Facebook e Instagram. En noviembre del 2021 Meta tuvo que responder por haber hecho caso omiso a las advertencias de sus propios ingenieros, quienes advirtieron sobre las consecuencias de reproducir comparaciones sociales negativas.
En septiembre de 2021, Frances Haugen, quien trabajaba como gestora de productos en el equipo de integridad cívica de Facebook, filtró una serie de documentos a la empresa que exponían cómo la plataforma trata de manera preferencial a políticos y usuarios de alto perfil al omitir para ellos las reglas de moderación.
Haugen también divulgó que el pago de cinco mil millones dólares de Facebook a la Comisión Federal de Comercio de los Estados Unidos fue tan alto porque buscaba proteger a Mark Zuckerberg del escándalo provocado por Cambridge Analytica, la agencia de espionaje que intervino durante las elecciones del 2016, a favor del ex presidente estadounidense Donald Trump.
La revelación que preocupa a los padres de familia es investigación interna de Facebook (propietaria de Instagram). Se determinó que esta red es tóxica para la salud mental de los adolescentes. Con las críticas respecto a los productos de Meta, crecen las tenciones por la llegada del metaverso. Haugen advirtió que además de ser adictivo, “robará a las personas más información y dará la empresa otro monopolio en Internet”.
Quizá el metaverso sea el último tramo para experimentar en realidad aumentada lo que Guy Debord (1931 – 1994) definía en La sociedad del espectáculo (1967):
“El espectáculo es la ideología por excelencia porque expone y manifiesta en su plenitud la esencia de todo sistema ideológico: el empobrecimiento, el sometimiento y la negación de la vida real. El espectáculo es materialmente la ‘expresión de la separación y el alejamiento entre el hombre y el hombre’.1
Un aspecto que predomina en las redes sociales y Un mundo feliz es la brutalidad. Los espacios virtuales activos y tóxicos consumen a los usuarios con la misma voracidad que el soma derrite los cerebros de las castas en la obra. Ambos procesos de alienación tienen un final violento y sucede frente a los ojos de una multitud que monta un espectáculo alrededor del suplicio.
El futuro de las actuales dinámicas de poder desgarrará al cuerpo social, y lo harán mientras transmiten un video en vivo en sus perfiles, para que se diluya el concepto de individualidad en la modernidad escurridiza, descrita por Zygmunt Bauman (1925 – 2017), quien lanza una reflexión respecto al punto donde coincidían Huxley y George Orwell, autor de 1984 (1949):
“coincidían en cuanto al destino del mundo; simplemente concebían diferentes caminos que nos llevarían hasta el sitio donde seríamos suficientemente ignorantes, obtusos, plácidos o indolentes para permitir que las cosas siguieran su curso natural.”2
Pensar en las consecuencias de una distopía controlada por el placer es una tarea que debe recaer en quienes huyen del malestar, antes de que el soma o el metaverso sumerjan a millones de personas en una felicidad eterna.
Referencias:
Deboard, Guy. La sociedad del espectáculo. Ediciones naufragio, traducción del francés por Rodrigo Vicuña Navarro. Chile, 1995.
Bauman, Zygmunt. La modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica. Traducción por Mirta Rosenberg y Jaime Arrambide Squirru. Argentina, 2004.
https://www.arimetrics.com/glosario-digital/trending-topic
https://www.reporteindigo.com/reporte/guerras-de-bots-entre-bandos-politicos-ahogan-twitter/
https://politica.expansion.mx/voces/2020/09/22/por-que-defender-libertad-de-expresion
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57408084
https://www.informador.mx/ideas/Samuel-y-Mariana-el-privilegio-de-mandar–20220119-0036.html
https://www.youtube.com/watch?v=66dZikHnqZ4
https://elpais.com/internacional/2017/02/20/mexico/1487608328_654521.html
https://aristeguinoticias.com/1002/mexico/joven-de-15-anos-transmite-suicidio-por-facebook/
https://www.youtube.com/watch?v=PKg2sNLwCyY
https://www.bbc.com/mundo/noticias-58790719
https://www.bbc.com/mundo/noticias-43472797
https://www.muyinteresante.es/tecnologia/articulo/es-peligroso-el-metaverso-de-facebook-821636623435