Un libro de cuentos titulado The Romanoffs
La serie de Amazon prime The Romanoffs retrata en ocho episodios las vidas de aquellos que dicen ser descendientes de la familia real rusa. En su reseña, Imanol Martínez explora la estructura mediante la cual Matthew Weiner narró, semana tras semana, la historia de sus protagonistas.
Una suerte de fantasma que ocurría cada domingo a lo largo de tres meses. En esos términos explicaba Matthew Weiner a Mad Men, la serie que creó para AMC en un tiempo en que las teleseries se emitían, por lo general, en la televisión. A pesar de que su nueva serie –The Romanoffs– esté disponible en Amazon Prime Video, Weiner se resistió a un abordaje que privilegiara el maratón de temporada, como es común en las plataformas de streaming; apostó por persistir en la emisión semanal para que entre cada episodio existiese una pausa narrativa durante la cual desentrañar la densidad de cada historia, para que la audiencia se familiarizara con los fantasmas.
La comparación es tan conocida como necesaria: gracias a su tradicional emisión por entregas, las teleseries pueden ser leídas como novelas. Los dispositivos de fragmentación en ellas operan con miras a renovar el interés de las audiencias semana a semana, episodio a episodio, y tiene en el cliffhanger su recurso más recurrente. Las series antológicas, de Alfred Hitchcock Presents a Black Mirror, no funcionan como novelas, sino como libros de cuentos compuestos por unidades independientes vinculadas por un tema. Con esa estructura se edifica The Romanoffs: historias relacionadas entre sí por los protagonistas que son –o, sobre todo, dicen ser– descendientes de la dinastía asesinada a tiros por los bolcheviques una noche de julio de 1918.
Como si de un libro de cuentos se tratara, esta serie antológica está poblada por guiños que entrelazan las historias. El más significativo lo constituye un libro sobre la familia imperial. El autor, Daniel Reese (John Slaterry), aparece brevemente en el crucero que aborda la protagonista de “The Royal We”, y un par de episodios después Reese protagoniza otra historia, en la que menciona que el libro será adaptado a una miniserie. Y aunque la mención podría quedar apenas como apunte autorreferencial –una serie sobre la dinastía rusa dentro de una serie sobre sus descendientes–, en el episodio “House of Special Purpose” la filmación de dicha miniserie es el escenario de un thriller psicológico en clave. Para dar cierre al universo narrativo, en el último episodio el guionista responsable de la adaptación del libro a miniserie aborda un tren de vuelta a casa y ahí escucha la historia que le cuenta su compañera de asiento; el episodio opera una narración tipo matrioshka que finalmente revela la venganza de la que el guionista es víctima mientras escucha la historia de otro descendiente.
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Enrique Vila-Matas sostiene que si Mad men hubiese sido una novela monumental “se habría podido decir de ella que estaba compuesta por unidades de cuentos, por fragmentos que a su vez estaban formados por instantes intensos”, y que en ella, atendiendo al dictado de las Tesis sobre el cuento de Ricardo Piglia, la trama secreta estaba protagonizada por Peggy cantando siempre al fondo. Entre los intersticios de la caída de Don, se hallaba el ascenso fragmentario de Peggy. Y aun en esos fragmentos que componían el libro de cuentos novelado, operaban también dos historias (como en la tesis de Piglia): la visible ocultando a la secreta, cifradas herméticamente una dentro de la otra.
Weiner, quien suele tener en el cuento a su género favorito, y sus piedras de toque en autores como John Cheever o libros como la novela-en-cuentos Winesburg, Ohio (1919) de Sherwood Anderson, sabe que la historia secreta se construye con lo no dicho, con el sobreentendido y la alusión. Por eso, a pesar de apostar por un formato de unidades separadas que rebasaban la hora, en The Romanoffs, sin trama que tejer acumulativamente, la apuesta narrativa se diluye y sus unidades independientes pueden llegar a interesar o aburrir en las mismas proporciones. El libro de cuentos novelado que fue Mad Men muestra las costuras en un formato más tradicional en la literatura y extraño a la televisión: el de libro de cuentos o antología, llegando a hacer que muchos abandonaran el interés en la aparición fantasmal en la tercera o cuarta semana. No bastó con hacer uso de la elipsis y el fragmento para conservar la atención de los usuarios. Como escribió Natalia Marcos, el gran problema de The Romanoffs fue que recién terminada, había caído en el más terrible de los olvidos.
Las series, como dice Carlos A. Scolari, tienen en los títulos de crédito su paratexto: son, a lo Genet, el vestíbulo o puerta de entrada del texto, y en ellos se describe el mundo en que se desarrollarán las historias. Como todo libro de cuentos, The Romanoffs tiene en sus títulos un paratexto en clave simbólica: el asesinato de la familia, fotografías como falso archivo de los personajes, un hilo de sangre y una mujer huyendo; imágenes que van acompañadas por la voz de Tom Petty cantando que en realidad no hay que vivir como un refugiado, que el destinatario puede creer lo que quiera. La clave en la puerta de entrada esconde esa impostura sobre la que se sostienen sus episodios o cuentos, donde Petty parece hablar sobre la ambigüedad de que alguien sea realmente quien dice ser; y es que al final poco importa si los protagonistas son descendientes o no de la dinastía rusa, y tan solo se trata, como dice uno de los personajes ironizando, de lo que la televisión necesita: otro programa de época con maniquíes bien vestidos.