Tierra Adentro

La plasticidad del lenguaje escrito ha sido un detonador y una herramienta para la creación de diversos productos y discursos artísticos. En estos momentos, en el Distrito Federal confluyen dos proyectos expositivos cuyo soporte parte primordialmente del lenguaje escrito. Se trata de Transcripciones, presentada en el Museo Universitario del Chopo, y Cuídese mucho de Sophie Calle, que se exhibe en el Museo Rufino Tamayo.

TRANSCRIPCIONES: LO VISIBLE Y LO LEGIBLE

En 1975, Salvador Elizondo fue el editor invitado del sexto número de la revista Artes Visuales. Ahí se dio a la tarea de recopilar una serie de artículos y ejercicios que giraban en torno a “la simbiosis de pintura y escritura”, nuevos textos cuya “legibilidad [estuviera] en función directa de su visibilidad”;[1] es decir, actos comunica­tivos fincados en una simultaneidad espacio-temporal, donde la forma diera los significados y el acto de leer se tornara interde­pendiente a los valores visuales.

El texto dual, visible y legible, tal como lo propuso Elizondo, es el punto de partida para la exposición colectiva Transcrip­ciones, curada por Esteban King. En su definición etimológica, transcribir dista de crear, pues implica un proceso de copiado, pero también de adaptación: se parte de los signos de un sistema de escritura a otros. No obstante, si seguimos a Elizondo —tal como lo explica el epígrafe que abre el texto curatorial de esta muestra— escribir por vez primera ya es un acto de transcrip­ción, en tanto que lo que se recupera y translitera es una lectura interior y anterior. Así, la exposición queda cifrada entre lecturas, apropiaciones, traducciones y entretejidos.

La selección de artistas se acota a un grupo principalmente mexicano, en el cual conviven creadores de generaciones diferen­tes. Salvador Elizondo y Vicente Rojo representan la vanguardia de mediados del siglo xx, con los pictogramas chinos, poemas y fotografías ligados a Farabeuf, así como los ejercicios pictóri­cos geométricos de alfabetos imaginarios. La obra del produc­tor-monstruo de las intermedialidades, Ulises Carrión, ocupa un lugar central en el recorrido físico de la exposición, con lo cual se torna evidente la influencia de sus posturas estéticas sobre las experimentaciones y planteamientos llevados a cabo por los artistas sucesores.

En Transcripciones hay abecedarios ilegibles, fragmentaciones, conferencias secretas, intertextualidad, citas, usos tridimensiona­les de los alfabetos, destrucciones y construcciones sonoras, alu­siones y referencias a grandes obras literarias, farsas y falsedades, cuestionamientos de autorías, invasiones e intervenciones sobre los muros y columnas de las rampas expositivas del Chopo. El reto del espectador es convertirse en un lector multidireccional, que esté dispuesto a poner en práctica procesos de legibilidad in­tuitivos, al tiempo de alejarse de los cánones de la lectoescritura. Esta actividad no debe ser lineal; en su discontinuidad se afirma que se puede escribir con nuevos trazos, sean visuales, sonoros, concretos, ocultos, efímeros, planos o tridimensionales.

Conferencia secreta, de Verónica Gerber, es una pieza que des­estabiliza el sentido de la visibilidad y legibilidad que planteaba Elizondo. En el tránsito expositivo, se encuentra representada por un proyector que muestra en loop series de signos pertenecien­tes a un lenguaje de señas: pequeñas manos negras con puños de camisa apuntan a múltiples direcciones y crean, con sus dedos, formas y sentidos que sólo en un determinado contexto y con el conocimiento preciso, cumplen con su función comunicativa. Sin embargo, su inutilidad gráfica es obvia: el lenguaje de señas debe ser un acto performativo, casi presencial, dinámico, ajeno a la in­movilidad del dibujo sobre el papel.

La cédula de la obra explica su composición: una conferencia de 20 minutos, que se llevaría a cabo el 27 de noviembre de 2014 a las 20:00 horas, 28 tarjetas bibliográficas y un secreto. La capa­cidad de desencriptar o siquiera visualizar su materia se ve sesga­da desde el primer filtro: haber o no participado de la conferencia cambia por completo la recepción. Para los asistentes a esta char­la, la aprehensión de la pieza tampoco resulta sencilla. Después de haber explicado a través de diagramas de Venn y distintas ca­tegorías los trastocamientos entre los diferentes niveles de lo que se entiende por un secreto, así como los ámbitos en los cuales se desarrollan, un poco de historia sobre los discursos artísticos que se han construido en torno a este concepto, y su demoledora connotación negativa —pues, en un país como el nuestro, ¿quién puede decir que un secreto implica algo positivo?—, Verónica Gerber está lista para revelar el secreto. Acto seguido, se acerca a las butacas donde se encuentra el público y comienza a repartir tarjetas bibliográficas con el lenguaje de señas impreso. Ahí está, la artista nos revela su secreto, lo pone a disposición de la audien­cia, lo materializa y lo regala, en un acto tangible: es visible, legi­ble, palpable e incomprensible. Explica el origen de ese lenguaje, da la pista hacia el desciframiento; la obtención del secreto no puede ser un acto pasivo, sino que debe implicar a un receptor activo, que investigue e indague, para que pueda ser aprehendi­do. Pero no sólo eso, sino que advierte a los asistentes: tienen el secreto de la artista en sus manos, así como una responsabilidad casi moral al decidir si se viola el pacto de la confidencialidad de la conferencia o éste se divulga una vez resuelto. El espectador se empodera al saberse poseedor de un fragmento de la intimidad de Gerber; sin embargo éste permanecerá encriptado (si es que así lo decide).

CUÍDESE MUCHO

“Casi nada nos revela tan claramente el sentido de un término como su significado original. Texto quiere decir, en sentido es­tricto, tejido. Eso es todo. Una trama continua se entreteje a la variable urdimbre”, dice Salvador Elizondo, en el mismo número de Artes Visuales, sobre la etimología de la palabra “texto”. Las palabras resuenan en la producción plástica de Sophie Calle. Para esta artista francesa, trama y urdimbre son tanto sus expe­riencias personales como los cruces de caminos y relaciones con otros. Dos direcciones que forman el tejido de su proyecto esté­tico. De esta manera, la obra de Calle se construye de discursos y textos íntimos, de invasiones a la privacidad e identidad propias y ajenas. Cuídese mucho, proyecto comisionado para el pabellón francés de la Bienal de Venecia en 2007, es un ejemplo paradig­mático de este proceder.

Cuídese mucho nace del ámbito privado e íntimo, de la corres­pondencia digital —ésa que se consulta en soledad, desde una computadora portátil o un celular— y de una catarsis colectiva.

En el contexto de la ruptura de dos personas, Calle decide invo­lucrar a más de cien mujeres, a quienes les encomienda la labor de trabajar con la misiva, así como a un sinnúmero de visitantes, quienes permanecen a la expectativa frente al reflejo inmedia­to que produce el exhibicionismo emocional. Lo que en Trans­cripciones se muestra encriptado, en Cuídese mucho se torna aparentemente universal: todo visitante tiene la oportunidad de sentirse aludido. También hay un desplazamiento del soporte: de la inmaterialidad virtual se pasa a la tangibilidad del texto. Una de las primeras piezas en el tránsito museográfico es una torre de reproducciones del correo, ahora bilingüe, para que los visitantes puedan llevarlo consigo. Es interesante que éste sea el producto de la reinterpretación de una curadora: el texto mate­rializado, el fetiche de la ruptura al alcance del público.

La construcción textual es disectada en todos sus niveles: hay transcripciones fonéticas, correcciones de estilo, marcas de la repetición de palabras, análisis semióticos y traducciones a len­guajes como el latín o el braille. Es como si en la formalidad de la escritura se hallara escondida la clave para entender la ruptura. Además de los vistazos a los andamios lingüísticos de la epís­tola, hay actos creativos que construyen una nueva textualidad: poemas, interpretaciones de personalidad, recomendaciones de savoir vivre, lecturas dramatizadas, parodias, canciones, danzas, partituras y tiras cómicas. El ejercicio se torna incluyente entre especies al permitir que una lora se coma la carta, arrancando pedazos entintados con su pico, con una contenida e irracional fuerza animal. Todas tienen derecho a agotar la despedida, hasta que no quede más.

En el año 2013, la escritora Miranda July realizó el proyecto We Think Alone. A través de la suscripción al boletín en la página wethinkalone.com, el lector recibiría veinte correos a lo largo de veinte semanas, con mensajes extraídos de las cuentas personales de agentes culturales del mundo literario, artístico, mediático o de la moda como Kirsten Dunst, Etgar Keret, las hermanas Mullea­vy o Lena Dunham, todos ellos con una nueva temática semanal emparentada. Desde la concepción plural de un pensamiento con­cebido como individual, We Think Alone puso al descubierto los lugares comunes de conversaciones y comunicaciones tan íntimas como cotidianas. La lengua es una condición del pensamiento que parece hermanarnos, pero en Cuídese mucho y en Transcripciones, nuestro acercamiento a la palabra es ambivalente, siempre atra­pado en un vaivén constante entre la visibilidad y la invisibilidad, el oscilamiento de la legibilidad a la ilegibilidad ¿No es acaso el lenguaje un régimen criptocrático?