Ternura radical
para Dayana
Historias de fantasmas
Miro a la ventana y pienso en ti, quisiera aprender a aliviar tu dolor. Últimamente casi todo el mundo está triste. La gente triste escucha música triste. Por acá se escuchan muchos corridos tumbados que hablan de soledad. El planeta enloquece en medio de la crisis y Junior H canta:
Me siento bien
Porque estoy solo, solo sin nadie
Ni un solo ser
Que me diga qué puedo y no hacer
Que pasen diez años
Igual aquí voy amanecer
Seguiré flotando
Mientras el mundo solo se muere1
Lo único que sé hacer cuando nada parece importar es pensar en ti y me atraviesas.
A simple vista tenemos en esta canción una apología de la cultura hedonista, sin embargo, en este aparente desinterés subyace el fantasma de nuestros sueños y aspiraciones. Bajo la capa de superficialidad que podemos ver en las letras de este y otros cantautores, como Natanael Cano o Peso Pluma, parece esconderse una nostalgia por los futuros perdidos.
No ando enamorado
Mucho menos agüitado
Prefiero andar bien guisado
Las mujeres ya no aman
Solo buscan la lana
Prefiero andar bien guisado
Unos gallos pa’l volando
Sombras extrañas que impiden que me vaya2
¿El autor no se enamora por su propio deseo o por el modo de relación capitalista que, impregnado en la sociedad, anticipa vínculos dolorosos basados en el interés económico?
Fantasmas de mi vida: escritos sobre depresión, hauntología y futuros perdidos de Mark Fisher es una exploración de la cultura contemporánea a través de la hauntología, un concepto que describe cómo el pasado persiste en el presente cual un fantasma, influyendo y limitando nuestras posibilidades de futuro. Fisher examina la forma en la que las promesas de cambio y progreso de décadas pasadas han dado paso a una cultura que recicla y repite, atrapada en una nostalgia perpetua.
A través de temas como la depresión, la música, el cine y la política, Fisher argumenta que el capitalismo ha minado nuestra capacidad de imaginar un futuro alternativo, creando una especie de estancamiento temporal y emocional. La obra destaca la sensación de pérdida y alienación en la cultura moderna, presentando estos fantasmas como símbolos de futuros que nunca llegaron a materializarse.
Algunos de estos escritos fueron parte de mi trabajo para atravesar esa condición, y no es un accidente que mi (por ahora exitoso) escape de la depresión coincidió con una cierta externalización de la negatividad: el problema no era (solamente) yo, sino la cultura que me rodeaba. Es claro para mí ahora que el período que va de 2003 al presente será reconocido no en un futuro distante, sino muy pronto como el peor período para la cultura popular desde la década de 1950. Decir que la cultura del período era desoladora no implica afirmar que no hubiera señales de otras posibilidades. Los fantasmas de mi vida es un intento de hacerse cargo de algunas de esas señales.3
¿Serán dichas sombras extrañas de Junior H apariciones de esos fantasmas de los que habla Fisher? Otro tema común de los corridos tumbados tenía que ser la violencia del crimen organizado, tan arraigada en nuestra cultura musical debido al impacto que este tiene en el cuerpo social. En un México donde las balas están a la orden del día y del dinero, no está de más preguntarse: ¿existen otras posibilidades? ¿Cómo podemos construirlas a partir de fantasmagorías?
Derrida acuñó el término hauntología para describir un estado de presencia espectral, en el que lo ausente influye en el presente; en otras palabras, se refiere a lo no-vivido que persiste y a cómo lo pasado perdido sigue afectándonos.
Para Fisher, el presente es un sitio embrujado o, mejor dicho, asediado por futuros que no se materializaron. El término haunt tiene origen germánico y, además de estar relacionado con habitar o con hogar, significa “frecuentar o visitar a menudo”, lo que implica una presencia que frecuenta una ausencia y, de forma similar al fantasma (Gespenst en alemán), tiene connotaciones de algo que no es tangible, pero que, en relación con el espectro, persiste en el límite de lo real.
En el caso de nuestro idioma, las palabras espectro (“imagen”) y fantasma (“mostrarse”), de origen latino y griego respectivamente, refieren a la aparición de algo. Para Sartre, por ejemplo, la imaginación es la cualidad de hacer presente la ausencia, de modo que el ejercicio de la memoria puede tomarse como una sesión de espiritismo.
Por su parte, Heidegger postula el papel del arte como un medio que permite desocultar al ente; la verdad en el arte no es solo cuestión de representar correctamente algo, sino de abrir un espacio donde los entes puedan manifestarse en su ser. Quizá por esto Fisher utiliza la música popular para desvelar los momentos ausentes (fantasmas) de sí mismo y su sociedad.
Solo el bien puede ser radical
¿Cuántos fantasmas no hay en este México de desaparecidos? ¿Cuántos futuros perdidos en un país que recluta a sus jóvenes para matarse entre sí por una supuesta guerra contra las drogas que ya han ganado las drogas y donde se canta de capos y tristezas?
El crimen organizado está tan arraigado en la vida diaria del mexicano que somos partícipes de este, aun sin darnos cuenta, al ir a los bares, al consumir las marcas y la cultura que patrocinan los cárteles. Y si no es a los cárteles, le compramos a Starbucks y a Coca-Cola, que financian las masacres en Gaza. La economía global y la guerra moderna han demostrado ir tan de la mano al insensibilizarnos con la transmisión en vivo y a todas horas por internet de un genocidio.
La palabra genocidio (“asesinato de un pueblo”) se usó por primera vez para describir los métodos administrativos de exterminio utilizados por la Alemania nazi contra el pueblo judío. Resulta irónico que menos de un siglo después estos mismos métodos sean utilizados por grupos de poder que usan la religión judía como excusa para cometer atrocidades.
En Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt critica la colaboración de miembros de los Consejos Judíos (Judenräte) en la organización de listas de deportación y la redistribución de recursos. Para Arendt, esta colaboración se volvió moralmente problemática, ya que los líderes judíos, en su intento de suavizar la brutalidad de los nazis o de salvar a algunos miembros de la comunidad, terminaron facilitando el genocidio. Dicha dinámica de colaboración involuntaria y trágica forma parte del problema de la banalidad del mal, donde las personas pueden cometer actos terribles al cumplir órdenes o intentar preservar sus posiciones de poder, sin reflexionar a profundidad sobre las consecuencias éticas.
Al final de Eichmann en Jerusalén, donde Hannah describe el juicio de un criminal nazi, concluye que no era un monstruo, sino un sujeto terriblemente mundano. Tiempo después, escribiría:
En mi opinión, en efecto, que el mal no es nunca “radical”, que sólo es extremo, y que no posee ni profundidad ni ninguna dimensión demoníaca. Puede crecer desordenadamente y arrasar al mundo entero precisamente porque se extiende como un hongo en la superficie. “Desafía al pensamiento”, según dije, porque el pensamiento intenta alcanzar alguna profundidad, ir a la raíz, y en el momento en que se ocupa del mal, se ve frustrado porque allí no hay nada. Ésta es su “banalidad”. Sólo el bien tiene profundidad y puede ser radical.4
En un momento histórico donde matan inocentes en Palestina y nadice hace nada, siento la necesidad de abrazarte y decir, decirte, mi amor: hay qué radicalizarnos. Pero sobre todo de abrazarte.
Memética de la ternura
Nada parece estable cuando el mundo se está cayendo a pedazos. Bajo el paradigma de la modernidad líquida que postuló Bauman, donde las estructuras sociales se diluyen para dar paso a la incertidumbre identitaria y colectiva, se nos presenta el reto de resignificar dichas estructuras y construir un sentido en medio de tanta sangre, y la hauntología, o el estudio de los fantasmas en la cultura, puede operar como herramienta de aprendizaje y acción a la hora de encarar los significados de un mundo que parece perder cada vez más su sentido. Si Camus reencarnase en nuestra época, quizá diría algo así como “la vida no tiene sentido, pero vale la pena hacer memes” o “debemos imaginar a Junior H feliz”, pero Camus ya se murió en un accidente de coche y decía que la rebelión da valor a la vida, pues permite vivirla con intensidad y libertad, sin esperanza en un sentido trascendente, con una afirmación consciente de la propia existencia.
La influencia del existencialismo ha llegado hasta nuestro país y nuestros días, con obras como Meth Z, novela de Gerardo Arana, donde conocemos el viaje onírico de Pegaso Zorokin y Maria Eugenia a través de la violencia y ternura desbocadas. A lo largo de sus capítulos, la identidad de los personajes fluctúa entre la fragmentación de su mundo, provocada por el consumo de Meth Z, una droga que permite crear historias. Arana plantea su anarcosentimentalismo a partir del reconocimiento de soledades y la violencia natural, y usa la tortuga como símbolo de fragmentación y sociedad humana: “Eso explicaba la cólera de la auténtica tortuga, fue víctima de un asesinato en su propio domicilio. Moraleja: cuando la muerte ocurre en condiciones violentas, suelen aparecer fantasmas”.5
En el poema “Ojalá el gobierno me diera una beca”, el sujeto lírico de Arana aboga por la pasión y la compasión hacia el ser amado, aun después de haber sido mortalmente herido. Esta palabra, anarcosentimentalismo, además de ser el final del poema y título de un capítulo de Methz Z, ha sido retomada por páginas de memes, como Punk y cursi o La mirada transgresora, con una connotación de emancipación mediante el reconocimiento del otro.
Foucault concibe la verdad y las instituciones sociales como construcciones cambiantes que, aunque impuestos, dependen de su contexto y no solo pueden sino que es de esperarse que cambien. El anarcosentimentalismo es un concepto que por sí mismo se ha transformado de una postura amorosa y autodestructiva (que seguro le habría interesado a Bataille), acorde a la fragmentación posmoderna, a una declaración de principios que reconocen la libertad individual y colectiva, en un contexto de impermanencia.
Y es justo la impermanencia donde surgen nuestros fantasmas. Gran parte de la hauntología de Fisher se basa en las esperanzas rotas tras el fracaso ante el neoliberalismo de las revoluciones sociales de finales del siglo pasado, las cuales, después de ser disueltas y absorbidas por el sistema, han dejado tras de sí una ausencia incómoda que ha de ser llenada. Pero no me interesan los conflictos armados ni Marx ni el Che ni la propaganda política hasta en la sopa, me importa tu existencia, que te sientas segura y amada, no me rebelo contra el sistema por los ideales de una revolución, me rebelo porque te amo.
Barthes escribió La cámara lúcida en parte como un intento de procesar su dolor por la muerte de su madre. En dicho libro, al estudiar una fotografía a simple vista normal de su madre cargándolo cuando era niño, elaboraría dos conceptos clave: el studium (interés general que una fotografía puede generar en el espectador; tiene que ver con el contexto cultural, político o social de la imagen y permite que se aprecie de una manera intelectual o analítica), y el punctum (cualidad particular que hiere o punza al espectador, despertando una reacción emocional personal e intensa. Es algo que no se busca en la imagen pero que, de repente, se vuelve revelador o perturbador).
Las páginas de memes que retoman el anarcosentimentalismo han llegado a proponer la ternura radical como forma de resistencia ante la insensibilización de los grandes capitales. Retomar el punctum ante el monopolio del studium. Recordemos que radical proviene de raíz, y es justo en el reconocimiento de la raíz propia y ajena donde reside la dinámica de esta manifestación.
La ternura radical no solo implica saberse animal y violento, sino también vulnerable y necesitado de afecto, así como reconocer la bestialidad del otro y mitigar el daño que nos podemos ocasionar como resultado de esta violencia y vulnerabilidad compartidas. La palabra ternura proviene de suavidad, y es que, a pesar de nuestro instinto carnívoro de matar, también los animales juegan y se cuidan mutuamente. El juego por sí mismo es una representación de la violencia, los cachorros que juegan en realidad están entrenando para cazar, preparándose los unos a los otros para sobrevivir en un mundo peligroso y cruel.
Hace tiempo escribí un artículo donde, con mis escasos recursos metodológicos, estudiaba el meme en su posibilidad de dispositivo estético y evolución del lenguaje. A dicha disertación me gustaría agregar que el meme parece configurarse como conductor del deseo, pues al buscar autopreservarse como idea, se propaga inmaterialmente a través de este. Lyotard define el deseo como “la relación que simultáneamente une y separa sus términos, los hace estar el uno en el otro y a la vez el uno fuera del otro”.6 Para él, el lenguaje es una necesidad que parte del silencio o desgarramiento entre el objeto y su discurso; así, la violencia da paso al significar.
En sus últimos días, Mark Fisher dictó una serie de clases que posteriormente fueron recopiladas en el libro Deseo postcapitalista, donde argumenta que el capitalismo actual ha reconfigurado los deseos y expectativas de la sociedad, y sugiere que el deseo en sí mismo debe ser reimaginado fuera de los límites capitalistas. Las tecnologías, que hoy están al servicio de la acumulación de capital, podrían ser redirigidas hacia una economía más sostenible y justa. Para él, el deseo postcapitalista implica repensar nuestros deseos y aspiraciones, y romper con los límites impuestos por el capitalismo para construir alternativas radicales.
Conocer las configuraciones de la violencia, el deseo y la ternura nos permite transformarlos, transformarnos en algo más suave, cariñoso, y nos da la capacidad no solo de imaginar sino de construir nuevas realidades más dignas de empatía y colaboración mutua, que resistan y trasciendan las condiciones tan deplorables que busca mantener el capitalismo voraz.
Bibliografía
Arana, G., Meth Z, México, Fondo de Cultura Económica, 2024.
Arendt, H., Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, Barcelona, Lumen, 2005.
_______, La vida del espíritu, Barcelona, Paidos, 1978.
Barthes, R., La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía, Barcelona, Paidós, 1989.
Bauman, Z., Modernidad líquida, México, Fondo de Cultura Económica, 2003.
Camus, A., El mito de Sísifo, Barcelona, Edhasa, 2017.
Fisher, M., Deseo postcapitalista. Ensayos y conferencias. Buenos Aires, Caja Negra Editora, 2020.
________, Fantasmas de mi vida. Escritos sobre la depresión, hauntología y futuros perdidos, Buenos Aires, Caja Negra, 2014.
H, Junior, Atrapado en un sueño, 2020.
Heidegger, M., El origen de la obra de arte, Madrid, Ediciones Akal, 2014.
Lyotard, J.-F., ¿Por qué desear?, Buenos Aires, Cactus, 2016.




