75 siglos del Oulipo
El Oulipo es restricción, su método juguetón puede existir muy lejos de los textos retóricos. Yo veo Oulipo por doquier: Si Messi hizo un gol estilo Cruyff desde los once metros, que el killer Luis metió entre los tres postes, es porque se restringió en un intertexto futbolístico específico con el fin de suponer un modelo disyuntivo. Si en el film El conde de Montecristo de 1934, Edmundo finge ser zurdo, como su enemigo, en un duelo en el que, después de un tiempo, conceden en un momento de rectitud ser diestros, el héroe y su enemigo se restringen con el fin de conferir un método lúdico en su hostil discusión.
En su prólogo del volumen memorioso en recuerdo de medio siglo del Oulipo, M. Bénobou sostuvo que “los oulipienses viven un período de doce meses como si fuese un siglo”. Si ello fuese correcto, el Oulipo festejó en este 2025, en tiempo presente, 75 siglos de su periplo poético, robusteciendo su perfil lúdico desde que los 95 Ejercicios de estilo (1947) reverdecieron el oficio de escribir.
El grupo se originó en 1960 con el nombre de Sélitex, pero luego este mutó por el de Oulipo. Sus inventores, Reymond Queneou y Le Lionnes unieron escritores, científicos y estudiosos del discurso con el propósito de distinguir novedosos juegos que promoviesen lo inédito. “Los oulipineses son roedores que construyen un embrollo poético, como un puzzle, del que se proponen huir”. (9)
El conjunto de oulipienses sostuvo siempre que no fue un grupo modernito: “El Oulipo rehusó verse como un movimiento poético, sino simplemente como un grupo. No comulgó con métodos de imposiciones ni con el repudio de lo viejo”. (10)
Desde su inicio, el oficio oulipiense persiguió dos cometidos: 1) Proponer distribuciones, convenciones o retos inéditos que promueven el ingenio; y 2) Leer textos previos con el propósito de reconocer moldes, restricciones o ejemplos pretéritos en otros libros. (11) En su inspección y retrospección, el Oulipo ubicó prototipos influyentes en estudiosos rusos, ilustres retóricos bretones y líricos teutones, entre otros escritores modernos, como Desnos y Roussel, que consideró “copiones precursores”.
Dentro de los retos y restricciones impuestos, puede conocerse el de Georges Perec, miembro desde 1967, quien introdujo con genio dichos principios, como se ve en su libro El secuestro, escrito, en su versión en ibérico, sin el uso de cierto signo que no veo por ningún sitio en este mismo texto. Estos límites no detienen el ingenio; “lejos de reprimirlo, lo reproducen”. (13)
El conjunto creció con escritores como el inventor de ficciones que publicó Le cosmicomiche (1964) y Hervé Le Tellier, quienes rejuvenecieron sus métodos e inquirieron en estilos recónditos. Producto de ello hubo inventos restrictivos que hoy siguen siendo dichosos.
El influjo del Oulipo en los libros modernos es indiscutible. Su eco excede incluso los nombres ilustres como R. Queneou o Perec. Como dice Berti, “sus individuos menos célebres […] son fuertemente esplendentes”. (26) Sus métodos condujeron múltiples rumbos y estudios, pretendiendo que lo escrito no solo se reconfigure, sino que, incluso, se interrogue.
En juicio opuesto respecto del uso de lo imprevisto, Berge formuló con nitidez que: “El Oulipo es simplemente que se niegue lo fortuito”. En oposición con el movimiento de Breton, que impone lo inconsciente, el Oulipo exige límites que convierten el impedimento en fuente de invención y no obedece jefes, como dice Berti: “El conjunto no permite un Pontífice”. (26)
En el “Primer Informe” del Oulipo, Le Lionnes expuso que “todo libro brotó de un destello […] sujeto por límites y restricciones”. (35) Dicho concepto guió el estilo del Oulipo por lustros, desmintiendo lo conocido y proponiendo nuevos rumbos.
75 siglos después de su génesis, el Oulipo sigue rompiendo horizontes. Su nombre lo define: es el recinto inventivo de libros potentes.
¡Lo poético es siempre restricción!




