Talleres, obra y amigos
Miguel Donoso Pareja nació en 1931: el 13 de julio, en Guayaquil. Militó en la guerrilla ecuatoriana, que intentó seguir el ejemplo cubano. Fue apresado en 1963, y llegó a México exiliado en 1964. En nuestro país recaló en el periodismo cultural y, en 1974, con el apoyo de sus amigos de «La espiga amotinada» (Óscar Oliva, uno de ellos, era director de Literatura en el inba), comenzó a viajar periódicamente a San Luis Potosí con el fin de coordinar el taller literario que el arquitecto Francisco Javier Cossío había gestionado para la Casa de la Cultura potosina.
Los fondos para este proyecto provenían del Ayuntamiento, entonces presidido por el poeta Félix Dauajare (San Luis Potosí, 1919-2011). Por esa razón, el viernes 24 de mayo de 1974 acompañé a Enrique Márquez, colaborador de Dauajare, para recibir a Miguel Donoso Pareja. Enrique y yo teníamos veinticuatro años. En el viejo aeropuerto vimos que del avión bajaba un hombre enfundado en un traje de terlenka. En una mano traía un portafolios negro y en la otra el periódico deportivo Esto, que reconocimos a la distancia por su portada en sepia. Ese hecho me produjo alguna incredulidad al recordar el trabajo de ese hombre como crítico literario y su reciente antología de nueva narrativa hispanoamericana publicada por la sep en la afamada colección SepSetentas.
Donoso Pareja se convirtió en el maestro más influyente en la vida de quienes asistimos a alguno de los talleres que coordinó. Por eso, cuando en 1981 regresó a su país, dejó en provincia un sistema que, con el apoyo del maestro Víctor Sandoval y la Dirección de Promoción Nacional del inba, diseminó esa experiencia en numerosas ciudades e instituciones de cultura. Ahora ese maestro mío no respira ya. Y resta, en mi caso, una tarea de justicia ya en marcha desde hace años: testimonio y documento de talleres y obra, de ideas, datos y amigos.