Cierta vez mi abuela me habló por teléfono, el tiempo pareció no ser suficiente para ponernos al día con nuestras vidas y a mitad de nuestra charla comentó:
—Vaya, ya empezaron a martillar otra vez.
Lo primero que llamó la atención de Felipe cuando llegaron al claro del bosque fueron las manchas negras sobre la banca de piedra: alargadas, amplias, como pequeños riachuelos de suciedad.