Tierra Adentro
Ilustración realizada por John Marceline
Ilustración realizada por John Marceline

Historias para dormir

Como parte de una familia —a ratos— católica, tuve una iniciación temprana en la narrativa bíblica. En esos primeros años, visitaba iglesias con mis padres los domingos, no para escuchar misa, sino para admirar la arquitectura y el arte barroco. Íbamos de pueblo en pueblo, buscando frontispicios que no habíamos visto antes.

Mi mamá me leyó la Biblia para niños, como me leyó las versiones infantiles de Las mil y una noches o de la Ilíada y la Odisea. Mi papá me platicaba de su investigación sobre el pasado de nuestra familia y sus huidas, acusados de herejes.

Luego, por algún tipo de compromiso con la tradición, me mandaron al catecismo. Al repetir preguntas y respuestas me aburría horrores. A mí lo que me gustaba era escuchar historias.

Ahora porque esas historias son algo viejo, desenredado y vuelto a enredar por el tiempo, quisiera re-encontrar en ellas un sentido de herejía, de malas lecturas.

Uno de los fragmentos que se grabó con fuerza en mi memoria fue la destrucción de Sodoma y Gomorra, condenadas por Dios a desaparecer bajo una lluvia de fuego para expiar sus pecados. Y, sobre todo, la advertencia que dieron los ángeles a la familia de Lot: tenían que irse antes de la catástrofe y no mirar atrás. La esposa de Lot desobedeció y al voltear para ver la destrucción de la ciudad, se transformó en la enigmática figura de la Estatua de Sal.

A pesar de que la transformación de la esposa de Lot en un pilar de sal es apenas una línea, yo no me la podía sacar de la cabeza. No sé qué pensé cuando era niña. Creo que me gustaba el misterio. ¿Por qué una estatua de sal y no otra cosa? Ahora, pienso que de no ser por la fuerza de esa imagen, el episodio se difuminaría entre la catástrofe de la destrucción de las ciudades. Además, como figura femenina, está convenientemente limitada por la acción de los otros personajes más relevantes para el Génesis: Lot y Abraham.

Años después descubrí que en la tradición judía la mujer sí tiene nombre: Edith. Nombrarla la vuelve más real. Es la mujer que desobedece antes de ser la mujer de Lot.

De ahí en adelante, la imagen se me aparecería recurrentemente, no en el texto original, sino en la fascinación literaria que la metamorfosis despierta. Que solo una línea resuma esta imagen en la Biblia, vuelve extremadamente productiva la imagen para la re-escritura. Los detalles se pueden reacomodar, reinterpretar de acuerdo a los intereses de cada quien. Así, la he visto reaparecer en cuentos de Leopoldo Lugones, en poemas de Olga Orozco, de Anna Andréyevna, en la escritura de Clarice Lispector, en el terror de María Fernanda Ampuero. Toda una tradición posterior sobre La Estatua de Sal que, aún petrificada, no deja de cambiar.

Mi obsesión se convirtió en necesidad literaria y desde entonces la imagen me acecha. Quisiera escribir mi propia versión. Varios intentos fallidos me llevaron a tratar de comprender mejor la fuente original, si es que hay manera de acceder a ella.

 

Malas lecturas

Me encuentro leyendo sobre los distintos métodos de acercamiento a los textos bíblicos. La exégesis bíblica tiene complejidades de lectura con las que no estoy familiarizada. Para Tarcisio Gaitán, por ejemplo, la lectura se divide en cuatro momentos básicos: fase preparatoria, lectura sincrónica, lectura diacrónica y lectura histórica (p. 146).

Tengo problemas desde la fase preparatoria, que inicia con la separación del lector y sus preconcepciones: debería dejar a un lado lo que espero encontrar y enfrentarme a lo que verdaderamente se lee ahí. Me parece difícil. ¿Cómo puedo evitar proyectar mis deseos en el pasaje? ¿Cómo buscar algo más allá de lo que quiero: un misterio, una metáfora, una mujer que desobedece?, ¿cómo obligarme a enfrentar un fragmento que me parece chocante por la ausencia del nombre de Edith? ¿Cómo ignorar la carga “inmoral” que recae sobre Sodoma y Gomorra? ¿Cómo perdonar lo que me ha herido y el tiempo que me separó de mí misma?

La otra parte de la preparación tiene que ver con el texto. Definir el fragmento en específico que va a estudiarse: Génesis 19:23-26. La cita es la siguiente:

El sol salía sobre la tierra cuando Lot entraba en Soar. Entonces Yahvéh hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego procedente de Yahvéh. Y arrasó aquellas ciudades, y toda la llanada con todos los habitantes de las ciudades y la vegetación del suelo. La mujer de Lot miró atrás y se convirtió en estatua de sal.

Preparar el texto implica identificar las traducciones que se tienen a la mano. La que cito es una traducción al español de La vulgata latina, hecha en 1884 por el Obispo de Astorga.

Gaitán sugiere, además, aventurar una traducción propia de los originales en hebreo, griego o latín (p.150). Sucede, entonces, que no puedo acceder a la fuente original, me limita el idioma. La Estatua de Sal se me convierte en una lectura imposible.

Para ir más atrás, la tradición oral de la que provienen las historias bíblicas es un ritual del que no puedo ser partícipe. Nunca podré experimentar el génesis del génesis. Apenas puedo imaginar las circunstancias en que se producía el intercambio del mito. Tal vez también eran cuentos nocturnos.

Después, están las decisiones que se tomaron hace años para hilar historias de distintas tradiciones y formar un texto único, fijo solo en apariencia. ¿Y si el original ni siquiera utiliza la palabra “sal”?

Las traducciones, además, no son solo de la tradición oral a la escrita, que ya exige múltiples cambios. También de tradición religiosa, después, la traducción del idioma original al latín y, en mi caso, al español. Las traducciones religiosas donde escribir implica dirigir la mirada del receptor a donde el dogma lo requiere. La historia de Edith se me aparece trampeada. Tengo pedazos, remanentes del proceso, del significado, y cada una de esas transformaciones es igual de valiosa que la anterior, e involucra una reinterpretación constante: de la estatua física a la historia espiritual, a la moralizante, hasta la tradición literaria que reinterpreta y re-escribe las posibilidades de la escena.

Las narradoras y los narradores que construyeron el Antiguo Testamento tomaron decisiones literarias, con una finalidad quizás persuasiva. A pesar de mis reservas frente a esa persuasión, qué inspirador debe ser poder presenciar un proceso creativo como ese. Y necesario. Hay que conocer la persuasión que se quiere desbaratar.

Gherard von Rad estudia, por ejemplo, el proceso en el que el ciclo de Sodoma fue hilvanado con el de Abraham. Ambos ciclos provenían de tradiciones diferentes, o al menos se contaban en lugares geográficos disímiles. Ubicar a Lot en Sodoma facilita la fusión de las historias.

No sé cómo era cada ciclo por separado, lo que tengo es esta lista de acciones: Abraham y Yavhé hablan sobre la destrucción de Sodoma, Abraham le recuerda a los hombres justos que no deberían morir en la ciudad, los ángeles visitan a Lot y le dan instrucciones para ponerse a salvo, Lot y su familia salen de Sodoma, pero Edith voltea, finalmente Abraham contempla desde lejos la devastación de la ciudad.

El autor que menciono celebra particularmente la decisión de crear tensión con el primer diálogo entre Abraham y Yavhé (p. 212). La prolepsis presenta por primera vez, y de manera sucinta, el conflicto con los pecados de Sodoma. Después, resalta la fuerza poética en la construcción de la historia: la estatua y el cierre circular del episodio, en el que Abraham contempla la destrucción de la ciudad, afianzando de esta manera la incorporación de los dos hilos de la trama.

En un atisbo del idioma original, me entero de que se utilizan distintas palabras para matizar las acciones de Edith y la de Abraham. “Mirando hacia atrás con anhelo”, como lo hace Edith es תבט, eṭ, que difiere del verbo utilizado con Abraham que simplemente “mira”: שקף, šāqap (Alvis, p.408). Ambos contemplan distintos momentos de la destrucción, y se posicionan de manera diferente frente al suceso. Los verbos separan la manera en que su agencia opera.

El primer descubrimiento es, entonces, la intencionalidad narrativa de la figura: Edith es una figura metonímica de la destrucción de Sodoma. La eficiencia poética del texto se manifiesta de esta manera. Más aún, revela un matiz del propósito del fragmento. No solo se ejemplariza el pecado de Sodoma, sino también la desobediencia particular de Edith, que pone de manifiesto que “ahí donde Dios interviene directamente, el ser humano no puede ser un espectador” (Von Rad, p.222), y mucho menos uno que mira con anhelo un lugar destruido.

 

Necedad

Son pocos los versículos que hablan sobre la transformación de Edith, pero está el contexto de la historia para considerarse. ¿Yo debería leer la Biblia entera para prepararme? Lo he intentado algunas veces, pero no logro comprometerme. Hay partes que me parecen increíblemente aburridas, precisamente donde la historia desaparece y empiezan las normas. Mi lectura parte de la poca disposición que tengo para seguir los pasos. Voy a tomar entonces los que me parezcan interesantes. Esta lectura está viciada, la advertencia queda.

Otra recomendación de Gaitán es buscar la prehistoria de los textos. Originalmente, en las historias orales del siglo III d.C., encontrar un lugar donde hubiera una estatua de sal era considerado una bendición. La sal, además, era un agente de purificación. Era parte importante de los sacrificios.

Antes de la carga simbólica otorgada, no obstante, la inspiración para la imagen de la estatua de sal es evidente. En el Monte Sodoma se ubica un pilar de sal, cuya formación física es más antigua que el vestigio de las tradiciones orales. La preparación podría empezar ahí, entonces, en el origen físico.

 

Monte Sodoma

El espacio geográfico en el que se han encontrado los vestigios de las históricas ciudades de Sodoma y Gomorra es una zona de minerales, especialmente de sal. Los minerales forman figuras caprichosas, la sal se amontona y se ondula, forma islas o esculturas, petrifica animales muertos que cayeron en las aguas y los arrastra a la orilla. La narración se adapta al lugar. Los pueblos hablan con imágenes que se transmiten de generación en generación, y en cada vida las estatuas de sal acompañan el paisaje diario.

Los mitos se alimentan de la cotidianeidad y explican las concepciones de la muerte y la permanencia en el imaginario que los acuña. Quizás, Edith adopta una forma de sal porque la sal es una metáfora de pertenencia, es la metonimia, la forma corpórea de un lugar.

El castigo se me hace también un deseo necesario: confundida con el lugar mismo, se quedó para convertirse en memoria.

 

Lluvia meteórica

La imposibilidad de lectura se extiende al plano físico de la existencia del pilar de sal. Encuentro a cada paso las maneras en las que voy salando mi exploración, pues no soy experta en ninguno de los temas que reviso. Soy una lectora necia, que tergiverso lo que encuentra para alimentar el propio mito que he construido de la estatua.

En Edith yo quiero ver rebeldía, entonces elimino todo lo que pueda indicar lo contrario. No estoy de acuerdo con que el episodio sirva como una advertencia de la ira de Dios.

Leo el artículo de Amos Frumkin: “Formation and dating of a salt pillar in Mount Sedom diapir, Israel”, y con mi vaga comprensión de procesos geológicos entiendo los datos siguientes:

• El pilar de sal físico que se relaciona con la historia bíblica está al sur del Mar muerto en el Monte Sodoma. El estudio comprueba que la referencia física es más antigua que la tradición escrita de la estatua de sal. Antes se creía que se había formado por la erosión de la lluvia (en el original meteoric groundwater), pero una nueva examinación encontró que un terremoto en el año 2050 a.C. causó que una caverna colapsara. Lo que quedó fue el pilar. La historia del pilar como remanente de una catástrofe empieza aquí.

• El propio fenómeno de su conservación no deja de tener algo de extraordinario. Los pilares de sal son rarísimos porque son extremadamente frágiles. Aquí sobrevive por la aridez característica de la zona. Sin esa dificultad para habitar un lugar, la sal no permanecería.

• Está formado en la parte alta de un diapiro o domo de sal.

• Está compuesto por: sal, anhidrita, dolomita, lutita, arenisca, arcilla, limolita.

• Tiene tres lados: si se observa del lado norte es más sencillo identificar su forma humana.

• Por el paso de los años, la altura del diapiro ha ido aumentando. Originalmente, debió haber estado al pie del Monte Sodoma.

• Todo lo que ahora se sabe del pilar es gracias a que los minerales mantienen la memoria del paso del tiempo y sus movimientos.

En medio de mi lectura viciada, identifico pistas que no están ahí. El artículo se refiere a meteoric groundwater y me imagino una lluvia meteórica, un proceso prehistórico, del que la lluvia de fuego sobre Sodoma puede hacer eco. Me imagino que del pilar se desprende la intuición de un proceso natural: todo el ciclo de Sodoma creado como una explicación a la figura del pilar. Si la estatua precedió al mito, no es difícil imaginarse a las viajeras contemplando a la mujer petrificada con la pregunta en los labios: ¿qué más resguarda la sal?

El artículo dice salt mirror como parte de la descripción de la zona geológica, y me imagino un lago de sal devolviendo la imagen de la mujer, reflejada en esa existencia otra dentro del agua densa. La  mujer mira involuntariamente hacia atrás, poniendo atención a lo que el espejo le devuelve de sí misma.

 

Dentro del cuerpo

En el Midrash, las acciones y motivaciones de Edith son más concretas. Sus faltas, sobre todo, se narran con detenimiento. Edith es de Sodoma y sigue las costumbres del lugar. Es un personaje mejor construido, más real. Y Sodoma entre muchas otras cosas, se describe como un lugar hostil con los visitantes. La riqueza de la zona ha hecho a los sodomitas avaros, ladrones, adúlteros, poco hospitalarios. Nadie en toda esa ciudad, sino Lot que es un extranjero, recibiría en su casa a los desconocidos que deambulan por Sodoma.

El primer crimen de Edith empieza con la sal. Cuando Lot decide aceptar a unos visitantes nocturnos, Edith les prepara comida sin sal, Lot se lo recrimina. Edith sale a pedir un poco de sal a los vecinos y así es como la ciudad entera sabe de la presencia de los desconocidos. Y porque esos desconocidos son ángeles las acciones de Edith son peores que las de Lot, quien entrega a sus hijas —porque no son ángeles sino mujeres— a la turba que llega a su casa buscando a los huéspedes.

Por eso más tarde, en medio de la huida, Edith vuelve la vista su ciudad, donde además se quedaron sus hijas mayores, y experimenta la shejiná. La presencia de Dios dentro de su cuerpo, cambiándole el cuerpo.

Lo que me regala el Midrash es la atención en la corporalidad. Si Edith es ante todo, una sodomita que antes de transformarse sintió a Dios morándole el cuerpo, se necesita muy poco para moldear la transgresión.

 

Sal de mesa

¿Cómo revivir a Edith? ¿Cómo hablaría una mujer que ha visto lo prohibido y que tal vez respira dentro de su prisión de sal?

¿Cómo encontrar la manera de escribir un recuento de recuerdos a base de cada lágrima o de cada compra de sal? Una vida entera en el trayecto de la casa a la tienda, a la despensa, a vivir día a día comiendo sal, sudando sal, viendo las estatuas más pequeñas, premoniciones de su futuro. Y una noche el cuerpo pesado, adolorido. Sobre todo eso: que la historia sea puro cuerpo. Unos ángeles le dicen que hay que desprenderse de casa y de los mismos caminos, de sus afectos inevitables, quizá algunos prohibidos, no despedirse, y encima de todo no mirar. No dejar testigo vivo del terror, no mirar, imaginar solo lo que sucede a las espaldas, entre los gritos y el calor. No mirar.

Tener un dolor en el cuello, unas ansias de voltear como manera única de aliviar la tensión. Un dolor penetrante, de vértebra en vértebra, un pellizco. Soltar las manos de sus hijas, olvidar las palabras escuchadas. Volverse cuerpo, cuerpo de curiosidad entera. Dejar de huir. Mirar atrás. Cómo contar ese cuerpo poseído, divino casi, ¿qué clase de éxtasis se combina con el dolor?

¿Y sería ese el final? O apenas la introducción, porque  Edith sigue mirando. Y sus sensaciones serán apenas un par de granos de sal desprendiéndose por un ventarrón cada cien años, y un escozor profundo, mitigado por la costumbre, pero terrible, un susurro de fuego.

Y que esa última memoria, petrificada con ella, no sea ni la muerte, ni los gritos, sino una calle, o un árbol, un salero preferido.

Un rostro o un momento. Unos ojos. Su cuerpo tocando otro.

 

 

Textos mencionados

Alvis, Jason W. (2019). “Anti-Event: A case for Incospiuosness in Religious Experience”. Theological Quarterly. Vol. 79, pp. 395-410.

Frumkin, Amos. (2009). “Formation and dating of a salt pillar in Mount Sedom diapir, Israel”. Geological Society of America Bulletin. Vol. 121, No. ½, pp. 286-293.

Gaitán Briceño, Tarcisio. (2006). “Métodos de interpretación de la Biblia”. Cuestiones Teológicas. Vol 33, No. 79, Medellín, pp. 141-169.

(2009) La Sagrada Biblia. (trad.) Félix Torres Amat. Panamericana, Colombia.

Von Rad, Gherard. (1972). Genesis: A Commentary. Revised edition. Westminster Press, Philadelphia.

Weissman, Moshe. (1980). El Midrash dice. El Libro de Bereshit. Bnei Sholem.


Autores
(Oaxaca, 1997) Escribe narrativa y poesía inspirada en su lugar de origen. En el 2019 fue parte del International Writing Program’s Women’s Creative Mentorship Project. Obtuvo el Master in Fine Arts in Spanish Creative Writing por la Universidad de Iowa, donde además fue parte del consejo editorial y luego jefa de redacción de la revista Iowa literaria. Ha publicado en las revistas Este País, Tierra Adentro y Armas y Letras. Actualmente dicta clases de literatura y español en Coe College.

Ilustrador
John Marceline
Rous, mejor conocida como John Marceline, es Diseñador gráfico por la Universidad de La Salle Bajío, aunque su verdadero amor es el dibujo, así que se ha dedicado a la ilustración de literatura infantil/juvenil, pero aún más grande resultó ser su amor por el cómic y la autoedición, actualmente prepara un par de libros de narrativa gráfica que espera lleguen a buen puerto para cerrar ciclos y empezar nuevos. Estudió el diplomado en Ilustración en la Academia de San Carlos en 2014, ha sido becaria de Jóvenes creadores 2016-2017 y tiene un proyecto de revista llamado Fabuloso Darks junto con Lucía Ayala, ha participado como ponente en varios eventos de narrativa gráfica mexicana, una fantasía que la hubiera hecho muy feliz en la infancia si un viajero en el tiempo se lo hubiera revelado.