Rumbo a un lugar ajeno
El ritual del viaje supone una serie de reglas que el viajero debe conocer. Más allá del medio de transporte y la duración, quien lo emprende debe ser consciente de las implicaciones del mismo. Un movimiento geográfico de cualquier magnitud implica siempre una serie de expectativas. Supone siempre una posibilidad, un acercamiento paulatino hacia lo desconocido y, muchas veces, un descubrimiento. Hay distintos tipos de viajes, tantos como razones para hacerlos. El viajero experto suele estar consciente de todos los aspectos que debe cubrir para enfrentarse a su destino.
He pensado en el primer viaje que hice en mi vida y, por obvias razones, no puedo recordar nada. Fue probablemente el más importante de toda mi vida. Fue poco después de cumplir 6 meses. El origen: el lugar donde nací. El destino: el lugar donde vivo. El año de mi nacimiento mis padres vivían en Ann Arbor, Michigan, un pueblo al extremo norte de E.U.A. del que sólo guardo memoria a través de fotos y anécdotas familiares. Antes de aprender a hablar y a caminar, llegué a vivir a la Ciudad de México. El traslado de un país a otro significó para mí encontrarme con el lugar que sería mi hogar para siempre, o al menos esa es la historia que he decidido contarme.
La narrativa contemporánea está atravesada por la idea del viaje, ya sea físico, interior u onírico. Para los personajes, tanto clásicos como actuales, la idea de movimiento significa mirar a su antiguo entorno de lejos y reflexionar sobre él. Mientras que el lugar al que se dirigen se convierte en una promesa. Lo anterior no es ninguna novedad teórica, ya Joseph Campbell lo detalló en su exposición del camino del héroe y Vladimir Propp al detallar las 31 funciones narrativas en los cuentos de hadas populares. Ambos, cada uno desde una postura distinta, señalan una serie de pasos por los que atraviesa un personaje a lo largo de su proceso de transformación.
Como heredera de la tradición de los cuentos clásicos y de la narrativa en torno al héroe, la LIJ contemporánea no puede escapar a este análisis. Entre la tradición literaria occidental es casi imposible pensar en algún relato que no lleve implícita la idea del viaje. Sin embargo, esta vez prefiero pensar en historias que lo tocan de manera explícita y literal. En el caso de Emigrantes la novela gráfica muda de Shaun Tan, el mensaje es directo: personas que, por razones desconocidas, son expulsados de un lugar y deben llegar a otro para construir una vida. Las causas los sobrepasan, sin embargo han edificado el plan de vida que les parece más viable. La mayoría de las veces no tienen demasiadas opciones. Toman sus maletas y guardan lo que cabe en ellas: recuerdos, identidad y sus objetos más preciados. Un nuevo y desconocido lugar que ofrece posibilidades. Un entorno que es la representación más salvaje de lo otro, lo que no conocemos y de lo que sabemos poco, a veces nada. La otredad se presenta en una lengua extranjera, en mensajes silenciosos como calles que corren en distintos sentidos o autos que no se detienen para dejarnos cruzar. La promesa de un futuro mejor se cumplirá en la medida en la que el viajero, migrante en esta caso, logre sobreponerse a los obstáculos y complete el viaje en un sentido metafórico. Una travesía que quizá termine hasta que éste sepa que su lugar ya es donde habita, el día que pierda el anhelo de su antigua casa y empiece a pensar en la nueva como la propia.
Sin una sola palabra, el relato de Tan da rostro a miles de hombres y mujeres que han recorrido carreteras y mares en busca de un nuevo techo y un nuevo piso. Mediante el mutismo hace sentir al lector de palabras como un extranjero en un discurso de imágenes. Una obra lúgubre que sintetiza, mediante una paleta de colores sepia, la oscuridad de enfrentarse a lo incierto y que se aclara en la medida en la que el suelo se vuelve más firme. Un recorrido que, a pesar de haber terminado, no concluye del todo. Un viaje que es al mismo tiempo interior y físico, acción y metáfora.
Mi primer viaje quizá terminó en el momento que me sentí parte del lugar de destino y mi origen pasó a un segundo plano. Mientras que el viaje del héroe supone un retorno al punto de partida o al menos al orden establecido; la travesía del migrante no siempre tiene contemplado un regreso. La vuelta se da eternamente a través de la memoria y la nostalgia por lo que se dejó atrás.