Tierra Adentro
Portada realizada por Eduardo Ramón Trejo

¿Qué es el ensayo? Su naturaleza cambiante y su amplia gama de posibilidades lo vuelven un género difícil de definir. Este “centauro de los géneros”, como lo llamó Alfonso Reyes por su naturaleza mixta, es cambiante y amplísimo, introspectivo y reflexivo; quizás son estas características las que lo convirtieron en un género predilecto en Latinoamérica. Y lo sigue siendo, como demuestra el libro Dios tiene tripas de la autora Laura Sofía Rivero (Ciudad de México, 1993) que parece regodearse en la heterogeneidad del género a lo largo de once textos que celebran la forma del ensayo y el goce de la escritura en torno a un tema muy particular.

Los ensayos del libro giran en torno al tabú más universal: el uso del sanitario. Si el ensayo, como dice Rivero, es “la escritura impúdica de quienes muestran sus cavilaciones sin recato”, la meta de Dios tiene tripas parece ser deshacerse del recato para abordar este tabú y sus implicaciones. Quizás por el desdén con el que se recibe lo escatológico en la actualidad, sobre todo en el arte, es interesante recordar que fue un tema más que presente en la literatura de los siglos pasados. Basta recordar a Cervantes o a Shakespeare, quienes no dudaban en recurrir al humor físico, sobre todo al relacionado con las funciones humanas. Si vamos aún más atrás en la línea cronológica es imposible ignorar la cantidad de chistes sobre deshechos, hedores y prácticas poco higiénicas en aquellos textos fundadores de nuestra literatura occidental. La verdad es que si quisiéramos eliminar lo escatológico de obras como el Decamerón de Boccaccio o de los Cuentos de Canterbury de Chaucer, nos quedaríamos sólo con unas cuantas páginas.

¿Por qué entonces se ha convertido en un tabú? A través de distintos temas referentes a lo que podríamos llamar la “cultura del W.C.”, Rivero logra evocar reflexiones acertadas y humorísticas sobre nuestra sociedad. Y es que en realidad los hábitos sanitarios de la sociedad hablan mucho de cómo están conformadas las esferas pública y privada, de los conceptos de vergüenza, humillación y vulnerabilidad, de las acepciones burguesas de la privacidad y la intimidad que tenemos tan arraigadas, y de muchas otros hábitos y costumbres que han pasado a considerarse “naturales” cuando en realidad no son sino el ocultamiento de lo que es realmente natural: todos vamos al baño.

La escritura de Rivero evoca al ensayo en sus orígenes, en su libertad temática y su formato derivativo, pero resalta en ella también una vena humorística que sobresale en textos como el “Manual para pasar desapercibido” y “Puto el que lo lea” (en estos textos me recuerda a los momentos brillantes de Jorge Ibargüengoitia como columnista). Las diferentes partes de Dios tiene tripas pasan de la confidencia a la nomenclatura y de lo anecdótico a lo literario con agilidad y destreza. Es de hecho en “Puto el que lo lea” el ensayo dedicado a los escritos encontrados en los baños públicos, el texto que parece condensar las virtudes del ensayo. Sabemos que las inscripciones en los baños públicos son parte de nuestro imaginario social, de la realidad de las urbes y los espacios compartidos, y si bien es inevitable convertirse en lector accidental de dichos textos, rara vez nos detenemos a analizarlos. Para Rivero, estas inscripciones regresan la escritura a su estado primigenio, iniciando una “comunicación aletargada” que le devuelve a la escritura su atemporalidad y expectativas, mismas que creíamos extintas en la era del Internet.

Podría parecer que en ciertos puntos los ensayos de Laura Sofía Rivero se vuelven repetitivos, afanándose en la descripción detallada de lo desagradable, pero me pregunto después de leer si esta incomodidad no es el objetivo del texto, una llamada de atención para recordarnos que nadie escapa de su propio cuerpo. Varios temas abordados en el libro (los significados de compartir un baño, los rituales de limpieza, los inicios del baño privado) son parte de lo que el filósofo francés Henri Lefrebvre denominó como un “depósito residual de lo cotidiano”, aquello que es poco glamoroso y descuidado por las disciplinas académicas, pero que está sin embargo cargado simbólicamente, pues es en estas prácticas que se sustentan nuestros sistemas sociales, políticos, económicos. En este sentido, Rivero funge como lo que Lefrebvre denominó el “crítico inmanente”, la persona que se pregunta el por qué de lo cotidiano, de lo poco hablado, del tabú, de lo ignorado.

Además de ser una lectura ágil y en ocasiones humorística, los ensayos de Rivero resultan ser un gran ejemplo del ensayo como forma de escritura auto-constructiva, como un ejercicio de las ideas, de la reflexión y el intelecto; pero también de lo íntimo y lo personal. En su ensayo “Montaigne no cita en APA” publicado en Tierra Adentro, la autora afirma que el ensayo debe ser aquella escritura que toque “los bordes vírgenes del pensamiento, que se cuestione su propia vergüenza e impudicia, que nos permita descubrir e inventar con libertad lo que no hemos visto aún”, y en esa colección de ensayos ocurre exactamente eso: la escritura desatada, la curiosidad; un texto reflexivo hacia adentro y hacia afuera que nos muestra como se va haciendo costumbre en estos tiempos que la literatura no tenga temas predilectos.

 

Lefebvre, Henri. Critique of everyday life. Verso, 2002.

Rivero, Laura Sofía. Dios tiene tripas.

———. “Montaigne no cita en APA”. Tierra Adentro, 2020.